El derramamiento de sangre en Caracas en los
últimos 12 días trae a colación la Cumbre de las Américas de 2009, realizada en
Puerto España, Trinidad y Tobago, en la que el presidente de Estados Unidos,
Barack Obama, saludó al dictador venezolano, Hugo Chávez, con una gigantesca
sonrisa y un caluroso apretón de manos. Un par de meses después, el
Departamento de Estado intentó obligar a Honduras a reinstalar en el poder al
presidente pro Chávez Manuel Zelaya, quien había sido depuesto por violar la
Constitución.
Los ceños se fruncieron en América. ¿Por qué
el presidente estadounidense favorecía al dictador venezolano y protegido de
Fidel Castro en desmedro de Honduras, un país que mantenía un estado de
derecho, la libertad de prensa y el pluralismo?
El miércoles pasado, después de confirmarse
que los secuaces armados del gobierno venezolano habían asesinado a cuatro
estudiantes mientras participaban en manifestaciones pacíficas, Obama tomó nota
y calificó la brutalidad de "inaceptable". Tiene que haber sido un
mensaje reconfortante en medio de los disparos y las palizas en las calles de
Caracas.
Esa misma noche, el gobierno de Nicolás
Maduro, el sucesor elegido a dedo por Chávez, desató una ola de terror en todo
el país. Según los blogs venezolanos y las publicaciones en Twitter, TWTR
-0.25%la Guardia Nacional y la policía dispararon sus armas en forma
indiscriminada, golpearon a civiles, allanaron presuntos escondites de los
estudiantes, destruyeron propiedad privada y lanzaron gases lacrimógenos.
Milicias civiles en motocicletas se sumaron al pandemónium. Los informes llegaron
desde Valencia, Mérida, San Cristóbal, Maracaibo, Puerto Ordaz y otras
ciudades, además de la capital.
Venezuela envía 100.000 barriles de petróleo
al día a Cuba y, a cambio, la inteligencia cubana está a cargo del aparato de
seguridad venezolano. A los cubanos les preocupa perder acceso al crudo si su
hombre en Caracas es derrocado. El líder opositor venezolano, Leopoldo López,
que encabeza el partido Voluntad Popular, pasó varios años forjando una red de
jóvenes reclutas en todo el país. Los disturbios de la semana pasada son un
testamento de esa organización y la razón por la que López, de 42 años, está
tras las rejas.
La Unión Europea ha presionado al gobierno de
Ucrania a alcanzar un compromiso con la oposición. Pero los venezolanos no han
recibido esa clase de ayuda de parte de sus vecinos. Solamente Colombia, Chile
y Panamá han criticado la represión del gobierno. El resto del hemisferio ni
siquiera muestra un interés pasajero en las violaciones a los derechos humanos
cuando las comete la izquierda. La Organización de Estados Americanos tiene,
supuestamente, que defender las libertades civiles, pero desde que el político
socialista chileno José Miguel Insulza asumió el mando en 2005, la OEA ha
acumulado un historial vergonzoso como cómplice de Cuba.
Los venezolanos que buscan un cambio
enfrentan grandes probabilidades en su contra. Las muchedumbres en las calles
de Caracas en los últimos días no han sido significativamente mayores que las
de manifestaciones de años previos, incluyendo las de 2002, cuando una marcha
en Caracas estuvo a punto de derrocar a Chávez.
En esta ocasión, la represión ha sido feroz.
Aparte de los heridos y los muertos, cientos de personas han sido detenidas y
no sería de extrañar que muchas de ellas recibieran largas sentencias. Maduro
necesita chivos expiatorios para la violencia que ha desatado. El comisario
Iván Simonovis, el ex secretario de Seguridad de la Alcaldía Metropolitana de
Caracas, ha sido prisionero político desde 2004.
Chávez lo obligó a asumir la culpa por las 17
personas asesinadas en la insurrección de abril de 2002, a pesar de que los
videos muestran que los disparos vinieron de francotiradores chavistas. Las
fotos del otrora saludable policía, que lo muestran frágil y enfermo debido a
las condiciones inhumanas de su prolongado encarcelamiento, son escalofriantes.
Otro problema es la división al interior de
la oposición. Henrique Capriles, el gobernador del estado de Miranda,
representaba una coalición amplia de partidos antichavistas cuando se postuló a
la presidencia en 2013. Pero cuando reconoció el triunfo de Maduro pese a la
existencia de evidencia sólida de que la elección había sido robada, López y
otros opositores rompieron filas con Capriles.
Los estudiantes también se han visto
afectados por un bloqueo de las comunicaciones. El gobierno controla todas las
ondas radiofónicas. Cuando surgió la violencia, obligó a los proveedores de
satélite a dejar de mostrar el canal colombiano de noticias NTN. El servicio de
Internet se interrumpió en muchos lugares.
Además, conseguir el apoyo de los más pobres
para un cambio de régimen político no es nada de fácil.
Algunos siguen considerando al chavismo como
su gobierno, pese a no sentir ningún afecto por Maduro y padecer la alta
inflación. Otros no se atreven a hablar por temor a perder sus empleos
estatales o sus vidas. Las milicias chavistas provocan terror en los barrios.
Maduro dice que utilizará todas las armas a
su disposición para calmar los disturbios. El hijo de un amigo venezolano me
envió el viernes por la noche fotos desde Caracas que mostraban una acumulación
de tropas en la base aérea Francisco de Miranda, en el centro de la capital. El
alto mando venezolano respaldado por Cuba, la inteligencia cubana (los agentes
de la isla abundan en Venezuela) y las milicias en ropa de civil van a jugar
duro.
Por otra parte, el gobierno está en
bancarrota y la escasez de alimentos y otros productos se intensificará. Puede
que Maduro logre pacificar Caracas, pero los alimentos son más difíciles de
encontrar en el interior del país que en la capital. Es justamente ahí donde
las llamas de la rebelión, que se encienden por primera vez bajo el chavismo,
podrían no ser controladas. Muchos oficiales del ejército provienen de familias
de clase media baja y no está claro si se quedarán de brazos cruzados
observando la masacre de grandes cantidades de civiles. Muchos de ellos
resienten la ocupación cubana.
Los siguientes pasos son difíciles de
predecir. Pero nadie debería subestimar la ventaja comparativa de Cuba: la
represión.
Artículo publicado originalmente en The Wall
Street Journal
O'Grady@wsj.com
@MaryAnastasiaOG
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