Maduro extravió el antifaz. Cautela a la hora
de acudir a las redes sociales.
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello superan la
ferocidad demostrada por Hugo Chávez en los acuciantes días 11 y 12 de abril de
2002, porque además de extender los atropellos a todo el territorio nacional,
ellos tienen paramilitares y parapolicías organizados que alardean de su poder
de fuego y capacidad para sembrar pánico. Y como si fuera poco, está comprobada
la presencia de militares cubanos con uniformes de la Guardia Nacional.
Esa fuerza, no obstante, ha resultado
insuficiente para aplacar las protestas porque el régimen subestimó a las masas, cuya admirable lucha
desbordó incluso al liderazgo opositor, que ahora hace esfuerzos para
capitalizar el descontento. La situación
del Táchira es alarmante porque las acciones del aparato represivo pasaron a
ser desproporcionadas, con uso de aviones militares rusos, helicópteros
artillados y paracaidistas, frente a protestas imaginativas y contundentes de
la población civil desarmada.
Las manifestaciones callejeras ya se
registraban en San Cristóbal desde hacía una semana, sin que hubiera muertes o
destrozos a instalaciones públicas o privadas.
Hay múltiples testimonios de que fueron los colectivos, en sus
actuaciones coordinadas con piquetes de la Guardia Nacional, quienes empezaron
los destrozos durante la noche del pasado miércoles, mientras la población
dormía. La ciudad estaba en calma.
¿Cómo se explica eso? Ahh, muy sencillo: En
la cabeza de Maduro habitan dos personas que nunca se ponen de acuerdo: Una es
lenta, pesada en su andar, inculta, incapaz de hilar un discurso coherente con
las cuatro frases que aprendió en Cuba, cuya ineficiencia acabó hasta el papel
higiénico y la harina para las deliciosas arepas; la otra es pandillera,
destructiva, intemperante, que sólo sabe aumentar el número de presos políticos
y todo lo arregla con fuerza bruta. La
primera a veces habla de armonía y diálogo, la segunda es pugnaz a rabiar. Por eso, en medio de la estolidez, Maduro es
su propio enemigo.
En San Cristóbal y otras ciudades del
Táchira, donde la ausencia de alimentos y otros productos se siente con mayor
intensidad, el gobierno ha llegado a interrumpir los servicios de internet y
teléfonos. En Mérida ha cortado la electricidad en momentos álgidos de las
manifestaciones estudiantiles, para generar confusión y desconcierto, pero los
venezolanos están decididos a continuar la reclamación de sus derechos
individuales y colectivos. Los embates
de paramilitares y de la Guardia Nacional son permanentes.
La censura y autocensura de los medios de
comunicación nacionales y regionales, sobre todo en la radio y la televisión,
son críticas. Los corresponsales extranjeros continúan en el desempeño de sus
funciones, a pesar de que algunos han sido amenazados. En ese ambiente sin libertades, las redes
sociales pasaron a ser el medio de comunicación esencial. El porcentaje y la
frecuencia de usuarios de esos instrumentos en Venezuela, están entre los más
elevados de América Latina y del mundo.
En las redes, sin embargo, ha salido a relucir el lado riesgoso que
causa confusión, porque hay quienes las utilizan para lanzar rumores, verdades
a medias y falsedades descaradas. Un
ejemplo de irresponsabilidad delirante es el de una actriz que colocó en
Facebook la foto trucada de un “joven” que practicaba sexo oral con un supuesto
Guardia Nacional, acompañada de la leyenda “a estos vejámenes son sometidos
nuestros estudiantes”…. El montaje -que da lugar a preguntarse si esos ardides
son válidos como herramienta de confrontación-, circuló de manera profusa
porque muchos incautos lo repitieron.
De la misma manera, en el gobierno hay
equipos dedicados a bloquear y a congestionar páginas web y, a través de
Facebook, Instagram y Twitter, tratan de distorsionar la realidad. Con Youtube
-fuente de divulgación de videos en los cuales se demuestra la violencia
oficial- el gobierno venezolano no ha podido hacer nada hasta ahora. A pesar
del control de los ciudadanos y del régimen de terror, los ciudadanos están en
las calles y todo indica que van a continuar, porque están hartos de mentiras y
manipulaciones de los resortes del Estado y, sobre todo, porque el hambre ya es
irresistible.
¿Qué puede y qué va a pasar ahora? Es difícil predecirlo, pero hay signos de que
el gobierno en su desesperación incurre en costosos errores. En el mundo actual, cuando imágenes pavorosas
vuelan por todos los rincones y nada las puede impedir, las violaciones de los
derechos humanos son un tema sensible y Nicolás Maduro y Diosdado Cabello no
lograrán quitarse la etiqueta de dictadores, pero, al mismo tiempo, las
falencias de la dirigencia opositora son grandes y actúan como un freno en la
búsqueda de una pronta y eficiente solución. Algo que también parece obvio es
que si las masas ponen fin a sus protestas, se repetirán los episodios de
engaños y el hambre se agudizará todavía más, con lo cual la dictadura se atornillará
por tiempo indefinido. ¿Qué nos deparará
el futuro? Nadie tiene la bola de
cristal.
@opinionricardo
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