El
sábado pasado participé en la Primera Protesta Ciudadana en contra de la
Inseguridad, organizada por el Comité de Víctimas de la Violencia
(http://tinyurl.com/m6onbou). Se trató de una caminata silente y fúnebre, desde
la urbanización Santa Paula hasta la entrada del cementerio La Guairita, donde
se colocaron ofrendas florales en memoria de los miles de ciudadanos que han
sido víctimas del hampa en Venezuela.
Las
palabras de apertura estuvieron a cargo del humorista Laureano Márquez, quien
fue secuestrado el año pasado. Luego un sacerdote católico y a un pastor
protestante, ofrecieron hermosas
palabras de consuelo y esperanza a los allí presentes, todos afectados
directa o indirectamente por la acción maligna de la delincuencia.
Tres
aspectos me llamaron la atención de esta protesta. Primero, los organizadores
pidieron a los dirigentes políticos, tanto del gobierno como de la oposición,
que se abstuvieran de asistir, para no partidizar el tema. Segundo, fue una
actividad realmente unificadora, porque todos los venezolanos han sufrido los
embates del hampa, independientemente de su ideología. Y tercero, el mensaje de
los organizadores fue muy preciso y acertado: los cuerpos de seguridad del
Estado deben dedicarse única y exclusivamente a combatir la delincuencia, y
jamás deben ser usados para reprimir a la disidencia.
Pero
lo que verdaderamente me impactó de esta protesta fue su intensidad emotiva.
Los presentes tomaron la palabra para dar sus testimonios. Una señora relató
cómo su marido fue asesinado, luego de treinta años de feliz matrimonio. Una
joven explicó como quedó afectado de por vida uno de sus amigos, luego de haber
sido impactado por una bala en la cabeza. Una madre recordó como su hija había
sido asesinada en la carretera, usando el mismo esquema aplicado contra Mónica
Spear. Y así sucesivamente.
Una
vez llegados al Cementerio La Guairita, Clarisa Weil, vocera del Comité de
Víctimas de la Violencia, se dirigió a los presentes y explicó que aunque esta
protesta buscaba honrar a los muertos, se realizaba principalmente por los
vivos, para que la criminalidad no siguiera diezmándolos. “Nosotros somos como
la pequeña piedra que usó David” –dijo– “derrotaremos al Goliat de la
delincuencia, al Goliat de la injusticia, y recuperaremos a la Venezuela
hospitalaria que siempre hemos sido”. Seguidamente los organizadores entonaron
una bella canción dedicada a Venezuela.
El
momento fue tan conmovedor que muchos no pudieron reprimir el llanto,
incluyéndome. Seguramente los periodistas que allí estaban sientieron la misma
inexplicable emoción que yo sentí, y por eso la protesta fue objeto de la
principal foto de primera plana en los periódicos de mayor circulación
nacional. No pienso perderme la próxima actividad organizada por este grupo de
valientes venezolanos.
@LuisSemprumH
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