I
Se
siente en las movilizaciones como la de ayer el rugido oceánico de esta
República del silencio.
Ahí.
Ayer. Desbordando la avenida y la mente como una metáfora colectiva sublime,
experimentamos nuestra soledad entre la multitud para descubrir inmediatamente
que no estamos tan solos.
Somos
demasiados. O casi todos. Como diría un inmenso francés existencialista en el
París bajo el yugo alemán: Jamás fuimos tan libres como bajo la ocupación.
Como el veneno nazi (o comunista cubano, en nuestro caso es igual) se desliza hasta nuestros pensamientos, cada pensamiento justo es una conquista. Como un aparato represivo todopoderoso, procura constreñirnos al silencio. Cada palabra se vuelve preciosa como una declaración de principios.
Como
nos persiguen, cada ademán tiene el peso de un compromiso.
Y,
como Sartre en 1944, no me refiero a la pléyade de jóvenes que en las
barricadas de la consciencia nacional están inmolándose ante la cínica y
asesina ráfaga roja, que son bañados en gasolina y amenazados con quemarlos
vivos sólo por existir, por estar ahí desafiantes, retando con su grito al
destino. Nos referimos a todos los venezolanos rebeldes que a todas horas del
día y de la noche durante estos últimos quince años han dicho No.
No.
No
pasarán sobre mi consciencia. Sobre mí. Haciéndose en su desamparo y desnudez
con angustia la maldita pregunta: “¿Resistiré si me torturan?”. ¿Resistiré
semejante responsabilidad ante el desmesurado riesgo de una sanción única y
enorme para todos: la prisión, la muerte?
Sí,
sentimos el veneno en el aire.
Esa
opresión disimulada entre la sangre, radiotelevisada en sucesivas y atosigantes
cadenas.
Sin
chance para escapar a ninguna parte mientras se cierran todos los drenajes
emocionales.
Y
sólo nos queda, nos dejan, esta soledad magnífica entre esta multitud energizante,
vehemente, es decir entre mis hermanos, mis vecinos y mis amigos, mi gente.
Armados sólo con nuestras personas, con nosotros mismos.
Así
que, en el fondo del desamparo más total, creo que estos Maduros y Cabellos y
hasta los hermanos Castro, le están devolviendo a uno de nuevo las ganas de
vivir.
Y
creo, amigo lector, que el reto bien vale la pena.
Pero,
bueno, salgamos de la calle del corazón, y como dice mi amigo, metámonos en el
intestino grueso de la política.
II
¿No
hay salida? ¿Un golpe? ¿O una represión tan sangrienta hasta que no quede
piedra sobre piedra hasta que esta aceleración nos desgaste? ¿O nos bañen a
todos de sangre o de cualquier cosa y nos quemen, o nos viole un maldito
energúmeno con el cañón de un fusil, como le está ocurriendo a cualquiera de
nuestros jóvenes desarmados?
Petkoff
habla de un tiempo de ratas.
Cierto.
El
edificio de la República está destruido. Devastado estructuralmente. Está roto.
Nos acecha el colapso económico. Como dice Naim, y lo sabemos todos dentro y
fuera de nuestro país, el Estado dejó de funcionar. Y con él la seguridad
personal y la vida.
Y
la violencia te come los párpados.
Por
lo que ya colocados ante las salidas posibles –y entendiendo que en este
momento de aceleración de la situación y su sorpresas las especulaciones copan
nuestro marco mental–, lo primero es parar, detener la violencia. Como lo acaba
de pedir Henrique Capriles, y la sensatez ciudadana.
Cortarla
de raíz, y a quien la ejerce. Aquí no hay un golpe ni una guerra civil, aunque el
Gobierno se deslengüe en desmostarlo inútilmente a través de su roma hegemonía
comunicacional.
Como
lo observa el mundo entero abismado: aquí no hay dos bandos matándose, aquí hay
un bando tiroteando al otro. Es el que tiene el poder de fuego, la organización
y las armas, las milicias, los paramilitares y el apoyo cubano.
Y
si el Gobierno cree que con su hegemonía y su “blackout informativo” nadie lo
ve y lo registra para la Historia en pleno siglo de la cosmovisión digital es
que, en verdad, quienes lo asesoran no sólo desconocen en su isla el convivir
democrático sino también la revolución
tecnológica, porque la represión ya está documentada.
Cortar
la violencia es el mandato. Y liberar a los estudiantes tan rápido como les sea
posible, y abrirse al diálogo político.
El
tiempo corre. Y si Maduro no logra solucionar el problema económico (lo sabe
él, lo saben quienes están a su alrededor, lo saben todos) el gobierno puede
venirse abajo junto con él.
Ah,
pero otra cosa…
III
¿Lo puede hacer? ¿De verdad es Maduro quien lo decidirá? Y que nos disculpe, pero el análisis pragmático de la situación debe tomar en cuenta la interrogante en boga de si no es él hoy otro Germán Suárez Flamerich, aquél a quien en 1950, luego de la muerte de Carlos Delgado Chalbaud, nombraron presidente los militares que habían derrocado a Gallegos. Hasta que lo sucedió Marcos Pérez Jiménez.
Como
comentaba Moisés Naím hace unos días, hoy nadie cree que Maduro sea un agente
que actúa por su criterio, sino que simplemente sigue instrucciones y que hay
muy pocas iniciativas que son tomadas por él.
Esto
uno se niega a creerlo.
Que
simplemente ejecute lo que otros en el gobierno y desde Cuba le indican, sería
muy grave. Porque entonces habría que prever que para que Maduro decidiera
incluir las voces de la oposición en la necesaria toma de decisiones para
solventar la terrible crisis que atravesamos, solamente podría hacerlo tras una
escisión interna, ya que estaría en este momento inmerso entre muchas facciones
en pugna.
Para
los más pragmáticos aquí lo que hay es un juego muy de la FAN. Estiman que aquí
las instituciones no juegan y que cuando la gente le quite su apoyo la
situación real quedará en manos del único árbitro. ¿Es esto cierto? ¿Está
tomado militarmente el Gobierno?
El esquema ruso acaba de fracasar en Ucrania. Ese en el que los “tecnólogos políticos” de Putin, para contrarrestar otra revolución de los colores o de terciopelo, recurrieron a la brutalidad y a montañas de dinero y organizaciones no gubernamentales organizadas por el Gobierno y a una manipulación de los medios de comunicación que al parecer se queda chiquita ante la de aquí. Y sin embargo y contra todo pronóstico, la oposición de Ucrania, con un coraje y un patriotismo a toda prueba, acaba de terminar de desmantelar el férreo régimen de Yanukóvich.
Como
dicen las agencias noticiosas, la “lógica revolucionaria” se impuso en un país
donde el poder cambia de manos a la velocidad del vértigo sin que sea aún
posible prever las consecuencias para el futuro del país y las repercusiones
sobre su entorno internacional.
Regresando
a Venezuela, donde la sensatez nos debería evitar este estropicio, de todos es
sabido que es aquí y en la actualidad donde se está jugando en muchos sentidos
la sobrevivencia del régimen cubano, cuya economía en bancarrota se mantiene a
flote gracias a Venezuela, y es denuncia a cielo abierto que el gobierno cubano
está participando de manera muy importante en la organización y entrenamiento
de la represión venezolana.
Y
en verdad, amigo Maduro, los casos de crueldad y salvajismo contra nuestros
jóvenes, denunciados en los últimos días, nos obligan a pensar que esto no es
propio de nosotros, poeta, de los venezolanos, y que pareciera más bien una
crueldad importada.
¿Decidirá
usted detener la violencia?
¿Pondrá
a los muchachos en libertad?
De
cualquier manera, el único líder de la oposición que queda, Capriles (al otro
usted lo tiene en las mazmorras), ante una multitudinaria concentración objeto
de otro brutal blackout informativo, acaba de aceptar su invitación para
hablar.
Así
que el balón está de su lado.
¿Se
decidirá a liberar a los muchachos? ¿O sigue obsesionado con otro 11 de Abril?
Recuerde
usted que alguna vez fue rebelde. Que en toda la historia venezolana, jamás los
estudiantes se han acobardado ante la represión.
Como
nos recuerda Camus, un rebelde es un hombre que dice no.
Y
ese ¡No! puede reventarle los oídos.
*
Cráteres
-
Sería catastrófico que el Gobierno se confunda y se funda en el acabamiento de
una crisis social y política que termine por engullirlo, y se olvide de la
gravedad de la crisis económica que es la que manda y campea a sus anchas.
-
Oído: “Los grupos armados políticos se constituyeron hace mucho tiempo y están
formados, algunos de ellos, por gente que al cesar los conflictos como ha
ocurrido cíclicamente, ociosos, sin tener como utilizar las armas, se afiliaron
a la delincuencia. Esto ha trastocado los antiguos valores del barrio. Bandas
de chamos de no más de 16 años de mirada nublada, oscura, de dolor, armados con
pistolas con cacerinas como “Cocosettes” y granadas de mano y un juego de
poder… Hay zonas que son un San Vicente del Caguán. Espacios de conflicto
armado a los que se les niega la posibilidad de desarrollo. Necesitamos
decirles a nuestros jóvenes que hay opciones diferentes”
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora
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