Políticos,
analistas y aficionados, tenemos la
tendencia a descalificar a quienes disienten de nuestra manera de pensar. Así,
a quien predique que solo existe la vía
electoral para salir del régimen lo
marcamos como colaboracionista del mismo. A quien no esté de acuerdo con esperar hasta las
elecciones del 2018 lo acusamos de pretender defenestrar a la MUD y
principalmente a Capriles. Pareciera que nos encanta la lucha fratricida en
lugar de enfilar nuestras baterías hacia nuestro enemigo común que nos lleva a
pasos acelerados a la cubanización.
A
Capriles le debemos la recuperación de la oposición en términos cuantitativos.
Sin el esfuerzo que realizó en las últimas campañas electorales estaríamos reducidos a la mínima expresión.
Criticarlo porque no convocó a quienes siempre vamos a la calle a protestar por
el robo de la elección del 14 de abril
es no solo injusto, sino desconocer nuestra realidad política. Nadie ignora que quienes tradicionalmente marchamos
retrocedemos apenas algunos chacales de la guardia nacional nos lanzan unas
lacrimógenas y nos disparan unos perdigones. Igualmente, que no nos exponemos a los asesinos
paramilitares oficialistas que ya llevan varios asesinatos, entre ellos José
Manuel Vilas y Maritza Ron. Capriles y
muchos en la MUD piensan, con razones de
cierto peso, que no hemos logrado
enamorar a la mayoría que conquistó el difunto y que esa es la tarea para poder
conseguir una masa crítica que se imponga en las elecciones a pesar del
tramposo CNE.
¿Debemos
esperar el 2015 para intentar lograr una mayoría parlamentaria ante un CNE que
cambia los circuitos electorales para otorgarle a los rojos más diputados
aunque con mucho menos votos que la oposición? ¿Debemos necesariamente esperar
al 2018 para sustituir a Maduro, cuando esté más consolidado y haya logrado
imponer los consejos comunales, terminado de adoctrinar a nuestros jóvenes y a
la Fuerza Armada, además de cerrar los canales tradicionales de comunicación y
de destruir al sector privado? Aceptar la tesis de la ¨espera¨ puede ser
un suicidio tanto para algunos
políticos como para la sociedad en general.
La
calle es un clamor de muchos para expresar
insatisfacción y rechazo a los abusos, independientemente si es o no una
acción exitosa. Es la manera que tiene el ciudadano común de que no lo
consideren cómplice por permanecer pasivo.
Entendemos que solo con las acciones de calle no es suficiente para
salir de un totalitarismo siglo XXI que
todavía tiene muchos adeptos. Se requiere también elaborar mensajes que lleguen
a los estratos D y E de la población,
pero la calle es imprescindible para rechazar los atropellos del régimen
y promover su salida, dentro del marco constitucional no electoral. María
Corina, Leopoldo y Ledezma han
planteado un atajo constitucional y pacífico. El que la MUD o Capriles sean o no desplazados no
dependerá del trio mencionado, sino de
su conexión con el pueblo.
Los
estudiantes han sido muy valientes y nadie debe rasgarse las vestiduras porque
algunos, infiltrados o no, hayan lanzado
piedras. ¿En qué país las protestas de los jóvenes son juegos florales?
La violencia asesina procede de los paramilitares oficialistas mal llamados
¨colectivos¨.
Nadie
debe estar contra la MUD, ni contra los promotores de la ¨salida¨. Esta no será inmediata y debe ser
trabajada. Es una opción válida y necesaria, pero nada sencilla mientras no se
incorporen a la calle sectores populares. Mientras tanto, no nos desgastemos en
descalificaciones entre los demócratas.
El
enemigo es el régimen. Nuestra solidaridad con los familiares de los ciudadanos
asesinados, heridos y encarcelados, así como con Fernando Gerbasi, Carratú
Molina, Leopoldo López y su familia. ¡No más prisioneros políticos, ni
exiliados!
eddiearamirez@hotmail
@acgdelp
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