La astucia de las costumbres nos ha educado
en el hábito de tomar los primeros días de cada año como un momento para
reformular objetivos y metas. No siempre se cumplen, porque no todos y en todo,
logramos templar la voluntad necesaria para alcanzarlos. Pero el solo hecho de pensarnos hacie el futuro y
de proponernos nuevos empeños es
recomendable hasta para la propia salud.
No hay carcel más infernal que dejarse encerrar por la desesperanza. No
hay peor exilio espiritual que perder la fé en los demás, en primer lugar porque
revela una quiebra de la confianza en si mismo. Afortunadamente son millones
los venezolanos que han decidido persistir en sus luchas por una sociedad
mejor. Ellos están abriendo caminos hacia un país de todos. Son los
indoblegables.
Pero esta disposición hacia la responsabilidad cívica en el terreno de
los cambios institucionales, no es la misma cuando se mira hacia otros ámbitos,
como el social. Allí aparecen demasiadas razones para la incertidumbre, para la
preocupación y para la angustia. Incluso la gente que recibió dinero y
beneficios del gobierno en los meses finales del 2013, intuye que no volverán a
tener ese chance. En la expectativa colectiva se configura un tiempo de
nubarrones, dificultades y graves riesgos.
Las crisis comprueban las enormes dificultades para adaptarse a
situaciones que cotidianamente deterioran el futuro. Y esta acumulación de
involuciones es lo que todos, al margen de su inclinación política, estamos presenciando con el temor de que su
aceleración nos conduzaca a quien sabe donde. Pero extrañamente esta desazón,
coexiste con una energía subterránea que sostiene el buen humor de la gente y
la disposición a resistir el temporal con buena cara
Hay un tono de estoicismo, no de resignación o sumisión, en una mayoría
golpeada por la crisis y sobrepasada por la creciente agresividad. La paciencia
no siempre es conformidad. La calma puede ser apenas la costra de un hervidero
de exigencias, de afirmación de reivindicaciones y de protestas frente a
quienes ejercer el poder no para materializar soluciones sino para imponer sus
esquemas ideológicos o resolverse por medios mal habidos.
El esclavo Epicteto, cuyo poder de comprensión lo convirtió en un sabio
filosofo de Roma, afirmaba que “siempre y en todo momento debemos hacer lo que
de nosotros depende, permaneciendo firmes y tranquilos respecto a lo demás”.
Una guía para examinar qué, dénde y cómo podemos actuar para fortalecer el
encuentro entre los venezolanos y para crear una nueva zona de coincidencia que
nos permita defender juntos los intereses que nos sean comunes.
Hay algunos temas en cuyo desenlace podemos influír, opinando y
actuando. Entre ellos:
1. Acompañar pertinentemente toda inconformidad social.
El centro de una política pacífica y democrática no puede reducirse a su
expresión electoral, especialmente en un año no electoral.
2. Ser protagonistas
activos de la convivencia y el entendimiento que permita estudiar, trabajar y
vivir mejor.
3. Acercarnos a los sectores populares para construir una relación
de confianza, especialmente con quienes apoyan el proyecto oficialista.
4.
Presionar por una amplia discusión sobre el contenido, la estrategia, el
discurso y el liderazgo para proponernos un nuevo modo de hacer política.
@garciasim
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