viernes, 17 de enero de 2014

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, EL GOBIERNO CAMBIA O LO CAMBIAN, ALDABONAZOS

 “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos” Eduardo Galeano

En las últimas campañas electorales se repitió hasta la saciedad. “Este gobierno no cambiará. Hay que cambiar al gobierno” Llegaron los días de las elecciones y, según la tendencia irreversible de doña Tiby, los electores ratificaron el gobierno. 
No hubo cambio de gobierno y todo marcha de mal en peor. La esperanza, que es la única que no se debe perder, renacía en algunos espíritus candorosos y recibía un golpe mortal en otras almas, creo, más sensatas. Van 15 años y el mar de la felicidad, que nos prometió el “Comandante eterno”, ahora con sus “hijos” como herederos del poder, cada día luce lejísimo. No hay revolución ni evolución, por el contrario, la involución es evidente. A paso de vencedores, pues.
El desabastecimiento llegó para quedarse. Las largas colas ya forman parte del paisaje cotidiano y lo peor los ciudadanos, pareciera que ya se acostumbraron. El fracaso económico del gobierno no tiene paragón. Salvaje devaluación, brutal inflación e inexplicable escasez. Nadie entiende como un país que disfruta de la más alta y prolongada bonanza petrolera de toda la historia, esté pasando por esta grave crisis, que ligada a los altos índices de violencia criminal, tienen al venezolano pasando más penurias que muchos países pobres, a los cuales el gobierno le regala petróleo y petrodólares, para que estabilicen sus economías. Paradójico, no.
En medio de esta espantosa e inocultable realidad, el gobierno no da señales de rectificación. Al contrario, presenta un Plan de la Patria, lo hace Ley de la República, con los votos de su exigua mayoría en la Asamblea Nacional, pretendiendo imponer una ideología fracasada y extraña a la idiosincrasia del venezolano. En la mente de los gobernantes de turno pareciera subyacer la idea de imponer a troche y moche, un peligroso apartheid.  En ese afán no ven el obscuro abismo al cual arrastran al país y que más temprano que tarde puede costar sangre, dolor y lágrimas. Hay que abrir los ojos.
No hay voluntad política para dar un giro de 180 grados, que permita el ansiado cambio que anhela la sociedad en su totalidad. La pavorosa crisis golpea a todos por igual, pero dónde es más despiadada es en los sectores populares. En ese escenario, la solución que encuentra Maduro es un discurso violento, lleno de odio y discriminador. Gobiernan los hijos de Chávez, dice con soberbia y prepotencia. Indicativo de que pretende imponer un obvio apartheid. El que no sea hijo de Chávez, puede ser muy competente, preparado y dispuesto a servir a la patria, pero nunca podrá acceder al alto gobierno. No es hijo de Chávez y punto.
La gente en la calle pregunta ¿Hasta cuándo será esta pesadilla? Uno no tiene respuesta exacta, pero es inevitable responder, atendiendo los sabios dictados del refranero popular: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista” y lo que salta a la vista es que “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe” Lo cierto del caso es que, el estado de crispación, terror y angustia del venezolano no puede ser permanente. El gobierno cambia o lo cambian.  No escuchan crecer la hierba, Luís Herrera dixit.
@Cheotigre
sjose307@gmail.com

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1 comentario:

  1. ¿Por qué invitan a hacer comentarios si no los admiten? O es que el comentario tiene que ser: amén, amén amén...?

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