El
país está descompuesto. El asesinato que nos aflige sólo encuentra parangón en
las declaraciones que ocasiona. El hecho en sí y las reacciones ante él nos
muestran a un país descompuesto. El país está descompuesto y no se trata sólo
de la evidente ruptura del pacto social que una Constitución invocada por todos
los sectores no remedia porque se convirtió no más que en un librillo a mostrar
en público.
El
país está descompuesto porque sus élites dirigentes, en todos los órdenes están
agotadas y no desaprovechan ocasión para demostrarlo. Podría argumentarse sobre
la mediocridad evidente de los políticos, pero ello lleva de inmediato a
considerar los dirigentes en todas las áreas de la vida nacional, desde la
Iglesia hasta los gremios o las universidades.
El
país está descompuesto por una razón que no logramos dilucidar: o se quedó sin
inteligencia o la que existe sólo la usa para refocilarse en el tedio. Sin una
respuesta de la inteligencia será imposible reconstruir a este país, pero la
inteligencia o se marchó con la joven generación que se fue o el país no le
interesa mientras conserve su pequeño feudo personal al margen posible de
intemperies.
Hay
que cambiar a las élites dirigentes, no sin olvidar al momento de decirlo que
no se puede hacer sin trauma. Al preguntarse si hay con quien sustituirlas se
puede entrar en el territorio de la duda, en un país con especial desprecio por
las ideas y con muy malas costumbres de pasividad, a no ser la del uso de las
redes sociales para la realización de inútiles terapias de grupo.
El
país está descompuesto. Es posible recomponerlo, pero para ello se requiere
sobre todo voluntad, y lo que se encuentra es una población encerrada en la
pequeñez del día a día, en el llantén y en el reclamo dirigido a todos y a
todo, cuando debería entender que debería dirigirlos a sí misma.
El
país está descompuesto. La transformación del país no pasa por retrocesos o
restauraciones. Pasa por el futuro, uno que imaginado pueda permitirnos cambiar
el presente porque el presente se cambia desde el futuro y porque existen las
realidades para ser sustituidas por otras realidades.
El
país está descompuesto. No hay dirigentes. El cuerpo social los produce desde
su seno y este está descompuesto, amén de no entender de su necesario
empoderamiento de ciudadanía y determinación y de la necesidad de
horizontalizar las decisiones.
El
país está descompuesto. Hay que recomponerlo y no hablamos de esfuerzos
morales. Hablamos de una eficaz acción política.
El
encuentro en palacio no fue más que una movida de piezas sobre el tablero del
ajedrez. Uno encontró la manera de retractarse de su desconocimiento del
presidente y otro una fórmula para diluir el impacto, aunque tuviese que
admitir que hay gobiernos de otros signos y que la situación escapa a sus
fracasados planes de seguridad, entre otras razones por la exclusión de competencias
y por los esfuerzos constantes de minimizarlos.
El
país requiere una sustitución de las élites. Encontramos federaciones de
profesionales con los mismos directivos de mucho tiempo atrás o partidos
políticos donde no se realizan elecciones internas o voceros que ya nos hartan
con sus reapariciones sobre algún hecho puntual en procura de reposicionarse.
El país está anquilosado. El país está dirigido, en todos los órdenes, por lo
que podríamos denominar “la misma gente”. El gobierno mismo, a pesar de las
incorporaciones realizadas por Maduro, sigue en los puntos claves con los
mismos determinando los puntos álgidos de la economía y el petróleo como si de
una herencia irrenunciable se tratase.
El
país está descompuesto y anquilosado. Los mismos “opinadores” influyendo a la
misma catarsis colectiva, las mismas líneas editoriales, los mismos
entrevistados. Este país se ha convertido en una “mismidad”. Este país requiere
un sacudón traumático, una transición de la “mismidad” hacia el pensamiento activo
con consecuencias organizadas y caminos de futuro trazados.
Este
país no se mueve por el anquilosamiento de sus figurones públicos. Este país
vive en un charco porque sus voceros son “más de lo mismo”. El cuerpo social
asiste plácido a la “mismidad”.
tlopezmelendez@cantv.net
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