viernes, 13 de septiembre de 2013

FERNANDO MIRES, EL PERDON COMO COARTADA, MODA POLITICA EN CHILE

Si el tema no tuviera un trasfondo trágico podría decirse que se trata esa, la de pedir perdón, de una nueva moda de la política chilena. Estoy hablando, para que me entiendan, del perdón por la responsabilidad que cada uno siente por los luctuosos acontecimientos que posibilitaron y rodearon al golpe de 1973.
Hay en efecto peticiones de perdón de los de izquierda, de los de derecha y hasta de quienes ya no son ni lo uno ni lo otro, pero de algún modo, todavía después de cuarenta años, se sienten culpables. Lo nuevo del hecho es que esta vez se trata de la petición de un perdón político, es decir, de un perdón no igual al perdón religioso o al perdón civil o al perdón personal, niveles en los cuales practicamos el arte de la “perdonación” (palabra deliberadamente inventada).
Quiero decir: No se trata del perdón de Dios. Ni del perdón civil ante la trasgresión a una ley. Ni del solicitado de persona a persona, pues la política no es práctica personal sino colectiva. ¿De cuál perdón estamos hablando?
O lo que es lo mismo: ¿Es la política el lugar más adecuado para solicitar perdón? ¿O será que cuando pedimos perdón en la política estamos pidiendo perdón por algo que no tiene nada que ver ni con la idea del perdón ni con la idea de la política?
La idea del perdón es religiosa y por lo mismo moral. Tiene su origen en el sentimiento de culpa pues no puede haber perdón sin culpa. La culpa viene del hecho de haber transgredido una ley, religiosa o moral. Pero a la vez, ya lo dijo Paulo de Tarso, la ley crea a la culpa. Antes de la ley—obvio— no podemos ser culpables de nada. Luego, la culpa viene de un no acatamiento a la ley, o de sus sucedáneos: la regla o norma, sea oral o escrita.
La contravención a la ley religiosa recibe el nombre de pecado. En el espacio civil se conoce como delito. En el espacio personal se conoce como “falta” (infidelidad, traición). Por lo mismo, no todo delito es pecado ni todo pecado es delito, ni todo pecado o delito es una falta personal y viceversa. De ahí que es muy importante aclarar si es que los que se sienten culpables en la política lo sienten con respecto a un pecado, con respecto a un delito, o con respecto a faltas cometidas a determinadas personas. (por ejemplo, si alguien denuncia a un amigo personal por haber cometido un crimen, cumple ante la Ley, quizás ante Dios, pero falta a la amistad)
Si los políticos se sienten culpables con respecto a un pecado, es decir, frente a Dios o frente a la ley religiosa, el lugar adecuado para pedir perdón debería ser una iglesia. Si lo sienten con respecto a un delito, el lugar adecuado debería ser un tribunal de justicia. Y si lo sienten a título personal, el lugar adecuado debería ser un espacio de conversación —una habitación, una cafetería— con las personas afectadas. ¿Y en la política? Ahí está el problema. ¿Cuál es el lugar para pedir perdón en la política?
O mejor: ¿A quién pedimos perdón cuando pedimos perdón en la política? ¿A la historia, a la nación, a la sociedad, a la moral pública? En todos esos casos se trata de entidades muy abstractas las que al ser tan abstractas no están en condiciones de otorgar perdón a nadie. De modo que cuando un político pide perdón en la política lo pide a quien no puede perdonar. Es decir, se trata de una petición de perdón a nadie. Y en ese caso la petición de perdón, al no haber posibilidad de perdón, se transforma en una coartada, a saber: pedir perdón para no pedir perdón.
La política, dicho en breve, no es el lugar del perdón. Quién pide perdón político o perdón en la política actúa fuera de lugar. ¿Y si un político se siente culpable y quiere pedir de todas maneras perdón? Pues, que vaya a los lugares del perdón y pida ahí perdón por sus pecados, delitos o faltas.
El perdón solo se puede pedir a quien está en condiciones de otorgarlo o de negarlo. Eso significa, el destinatario no puede ser jamás un objeto. Ha de ser siempre un sujeto, esto es, alguien quien al perdonar o no perdonar se convierte en un sujeto del perdón. En síntesis, el perdón solo puede ser solicitado de modo real, nunca de modo simbólico.
¿O es que nadie en la política —o en la historia, como dicen los dementes— te absolverá? Por supuesto, la absolución también existe en la política cuando existe de verdad arrepentimiento. Pero hay que dejar claro que ese arrepentimiento solo puede ser mostrado en la política no con peticiones públicas de perdón. La razón: la política es antes que nada un lugar de acción.
Dicho así: La naturaleza de la política es la acción política. La meditación y el pensamiento solo adquieren sentido en la política cuando se traducen en acciones políticas. Por lo tanto, pedir perdón en la política sin acciones que precedan o que continúen a esa petición es un acto banal o inútil. Reitero: una coartada.
¿De que nos sirve la petición de perdón de un político chileno si continúa afiliado a un partido cuya mayoría considera que el golpe de Estado de 1973 fue una acción legítima? ¿Quién puede creer en el perdón solicitado por un político de izquierda si continúa siendo miembro de un partido que calla frente a las crímenes que cometen dictadores de “izquierda”?
El perdón en la política tiene otro nombre: se llama rectificación. Rectificar es, además, una propiedad del pensar. Un político que actúe sin pensar es una desgracia en la política, tanto como uno que piensa sin actuar.
Solicitar perdón en la política sin haber rectificado políticamente es un acto imperdonable, tan imperdonable como el creyente que pide perdón a Dios sin haberse arrepentido de los actos que lo llevan a pedir perdón. A la inversa, si ha habido rectificación en la política, no será necesario pedir perdón a nadie.
No sé quienes son peores: los que incapaces de rectificar no necesitan pedir perdón pues la culpa siempre será de los “otros” y jamás de los “nos-otros”, o quienes piden perdón como un mero sustituto de una rectificación que nunca han realizado.

fernando.mires@uni-oldenburg.de
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ALBERTO JORDAN HERNANDEZ, ¿PARA QUE DERECHOS HUMANOS?, CON VOZ PROPIA

El autoritario militarista y corrupto régimen que orientado por la dictadura Castro-Comunismo de Cuba nos desgobierna, desde el martes 10, pregona  que ya no tiene “obligación de responder por violaciones que cometa contra sus ciudadanos”, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH).  Ese día formalizó retiro de este Tribunal.

Tal decisión infractora  de la Carta Magna, fue en rechazo a sentencia que declaró al Estado culpable de violación del derecho a integridad física, y por tratos inhumanos durante la detención en 2004 de Raúl Díaz Peña, acusado de terrorista por el régimen. Previamente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), había determinado esas agresiones.

Cuando anunció su auto exclusión, la CorteIDH había dictado 17 sentencias (9 entre 2006 y 2011). Entre ellas figura la de sucesivos asesinatos de diez miembros de la familia Barrios, por la Policía en la población de Guanayán, del Sur de Aragua. La impunidad protege a los criminales que andan libres y quienes quedan de la humilde familia siguen corriendo riesgo.

Según El Nacional, se establecieron indemnizaciones por $ 9.771.998,95 en beneficio de 268 víctimas.

También el máximo Tribunal ha dictado medidas cautelares que el régimen ha desacatado. Reseña del periodista Edgar López  en el citado diario, informa que por incumplimiento de últimas medidas a favor de  reclusos de centros penitenciarios, hasta  junio 2013, un total de 911 presos han muerto y 1.872 heridos.

Pendientes están la audiencia oral y pública del caso Marcel Granier, de la clausurada Radio Caracas Tv; y fallo del constitucionalista Allan Brewer Carías, acusado de conspirador.

En el “proceso revolucionario”  unas cien denuncias son atendidas por CIDH, que tiene a Venezuela en lista negra y ha dictado 30 medidas cautelares, algunas parcialmente acatadas.

A inicios de este mes recibió respectivas demandas interpuestas por abogado Adolfo Márquez López, contra sumisosTribunal Supremo de Justicia y Consejo Electoral, a los cuales se imputa violación del debido proceso, el primero; y proclamación del deslegitimado Nicolás Maduro, sin exigirle partida que pruebe que es venezolano por nacimiento y sin otra nacionalidad, el otro.

Examen Periódico Universal de la ONU hizo 148 recomendaciones, entre las aceptadas destacan la disposición a ratificar pactos internacionales.

Al mes del aviso de  abandono de Corte IDH, el régimen aceptó integrar  y dice que presidirá el Consejo de Derechos Humanos de ONU, institución para la cual el retiro puede tener impacto muy negativo en situación de derechos fundamentales.

Pero invocando al difunto comandante rechaza reconsiderar aislamiento de la que junto con CIDH califica  de "brazo del imperio para agredir".

         "¿Pa' qué? No vale la pena, es una mafia lo que hay ahí".

No obstante la deplorable posición adoptada,  cierto es que legalmente la Corte-IDH, sigue procesando casos interpuestos contra el Estado, sin que este pueda evadir responsabilidad.
NOTA AL MARGEN: hacer mutis sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro, es consolidar el mando del Castrismo Cubano en nuestro país.


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LENIN VALERO, SEAMOS SERIOS

Al no serlo, nos exponemos a que nos irrespeten y hasta que se burlen de nosotros. Y si uno carga sobre sus hombros una investidura de poder, la responsabilidad por nuestra conducta, es mucho mayor, porque no sólo actuamos en nombre nuestro, sino también en nombre de quienes representamos. El gobernante tiene que ser serio en su conducta, responsable en sus actos, hombre de palabra, creíble y, no montar farsas para aparentar o engañar, porque nos convertimos en una pieza cómica, en unos babiecos o en el hazmerreír de todo el mundo. ¡Ya basta de tanta estupidez!


Nosotros debemos entender que lo que dice o expresa el jefe del estado, es lo que dice el país. Los compromisos y las proclamas que él asume, los asumimos todos, porque él nos representa a todos. Esa es la verdad. Si él le dice al mundo que lo están intentando asesinar y lo dice reiteradamente, nosotros tenemos que explicarle al mundo lo que al Presidente le está sucediendo. Nosotros vemos que la prensa internacional no se ocupa de eso y que sus homólogos, los presidentes más cercanos a él, tampoco expresan nada y por nuestra parte, nosotros murmuramos, guardamos silencio o no creemos nada. Lo último es lo peor que puede pasarle al Presidente. Cuando a uno nadie le cree es la peor muerte, es la muerte por vergüenza o por pena.

También es conveniente explicarle al mundo cómo es el sabotaje en nuestras empresas eléctrica, petrolera y hasta en la empresa agrícola, según lo manifiestan los ministros y el propio Presidente. El actual gobierno lleva meses esgrimiendo sus argumentos, pero del otro lado le manifiestan que esa es una forma de eludir su incompetencia y su incapacidad para manejar las industrias básicas del país. Uno en realidad lo que siente es que el sabotaje lleva detrás una conspiración, una insurrección y en general una inestabilidad política. Si nuestra conducta es seria, debemos, tanto gobierno como gobernados, rechazar de plano el hecho de que las fallas continuas de electricidad son producto de un sabotaje, de un sabotaje continuo, porque entonces le estamos diciendo al mundo que  entre nosotros no hay quien mande ni quien se sienta mandado, no hay gobierno ni gobernados. Estamos develando que aquí hay una anarquía, que todo el mundo hace lo que le da la gana. Y eso no lo puede permitir un país serio como siempre lo hemos sido nosotros.

Al igual que serios, seamos sinceros. Tenemos graves problemas. Estamos atrapados por la inflación, la escasez y la inseguridad, y hay algo dentro del gobierno que no vemos, pero lo sentimos: no hay una sola cadena de mando. Para lo primero debemos sincerarnos, no hay producción nacional, es necesario tomar medidas urgentes en materia petrolera, monetaria y financiera. Ojalá y el Presidente pueda hacerlo. En materia de inseguridad se ha dicho lo que hay que hacer, pero no se ha hecho, no se quiere hacer o no aceptan la orden de hacerlo. Y en la cadena de mando, es conveniente más que mandar, gobernar. Hay que enseriar la política de gobierno, no al estilo de la bota militar, sino al compás del diálogo, la armonía y el entendimiento con los factores más importantes de la vida política del país. Debemos entender que gobierno y gobernados tenemos una responsabilidad compartida. Si exigimos seriedad, debemos también ser serios. Ahora, quien no tome la función de gobierno con seriedad, se le hace muy difícil gobernar.

                                                     Lenin Valero
                                                     leninvalero2@gmail.com

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TAMARA SUJU, IRRESPONSABLES

Hace casi 12  años, aquel 11 de septiembre del 2001, el mundo entero se conmocionaba por los terribles atentados perpetrados en contra del pueblo norteamericano por el grupo yihadista Al Qaeda .  Las dos torres del Word Trade Center en Nueva York y el Pentágono en el estado de Virginia fueron sus objetivos, muriendo cerca de 3 mil personas, y mas de 6 mil resultaron heridas.  Por semanas los países conscientes de lo que sucedía y de sus implicaciones, contuvieron la respiración; el mundo había cambiado. 

El gobierno de Estados Unidos, cuyo Presidente para aquel entonces era George Bush hijo, no hacia más que llamar a la calma a la población. Los mensajes eran de prudencia y solidaridad, lo importante era atender el caos, con orden y entereza.  Así procede un Presidente democrático, y sus organismos de socorro y seguridad. El enemigo no era el pueblo norteamericano, ni los opositores demócratas a quien el Presidente Bush jamás se le hubiera ocurrido acusar de tales hechos, porque en los países con democracias sólidas, donde conviven todos los pensamientos y corrientes políticas sin ser llamados apátridas y golpistas, el enemigo es otro y en esos momentos era la excepcional emergencia que enfrentaba la nación entera , la angustia, el miedo y la zozobra creada por tan abominables hechos. 

El pasado martes 4 se apagó el país por unas horas.  Circulan distintas versiones, y la oficial es  que la falla se generó en la torre número 6, línea 765, específicamente en la malla de agarre, la cual se soltó del “sistema de enganche”. Nadie se sorprende, porque los expertos se han dedicado a recordar la ausencia de mantenimiento e inversión que ha traído como consecuencia el terrible deterioro del sistema eléctrico nacional, incluyendo las represas. 

 Pero esto lo determinarán las investigaciones ordenadas por el gobierno.   Lo grave de este día, lo absolutamente grave, fue la reacción de Nicolás y de algunos de los personajes del gobierno.  Ni siquiera se había restituido el servicio, cuando ya estaban culpando a la "derecha apátrida" de un supuesto "golpe eléctrico" que pasa a formar filas junto a los planes de desestabilización y magnicidio denunciados por ellos. 

La gente salía de sus oficinas y de las bocas del Metro y caminaba en las calles entre rumores, angustia y susto, causados por la inseguridad imperante y por ese discurso incendiario, irresponsable y lleno de odio que dirigía al país quien hoy ostenta el poder.  La "sensación" según escuché después a una señora de Petare que contaba la hazaña de como llegó a su casa en la radio, fue la misma que se vivió el día que Nicolás anunciaba la muerte de Chávez, donde luego de las tensiones creadas en torno al tema y lo que pasaría tras su fallecimiento, la gente tuvo mucho miedo de que se desataran los odios en las calles.  

El gobierno nacional, en las cabezas de sus representantes - funcionarios públicos que le deben respeto a todos los venezolanos - no pierden la ocasión para lanzar llamas por la boca, pretendiendo distraer y atizar aún más la polarizacion de una población que está harta de no tener ni un instante de paz en su vida cotidiana.  Es en momentos de emergencia nacional como la del día martes, que se conoce a los verdaderos estadistas, aquellos preparados para eventualidades graves y desconocidas,y que  asumen su rol y piensan primero en el bienestar de la población, de toda la población; en como organizar la adecuada asistencia, y que llaman a la calma y a la solidaridad. La gente no es corta de mente, se da cuenta de quien es quien.

La irresponsabilidad con la que actuó Nicolás y algunos de sus ministros y otros miembros del ejecutivo - aunque no todos, hay que decirlo - es muy preocupante.  Hasta ahora han corrido con la suerte de poder contar con el sentido de supervivencia y el olfato del venezolano; el humor con el que nos tomamos las cosas ha ayudado a que no se desaten reacciones que pudieran ser incontrolables para cualquier gobierno. Pero si a usted lo pellizcan todos los días, y le dicen una y otra vez que el vecino es el culpable de que a usted no le alcancen los reales para comer, que la inseguridad lo tenga en vilo y además, que es el culpable del apagón que le echó a perder su neverita, es posible que en algún momento terminará  tumbándole la puerta y enfrentándose, por decir lo menos.

 Un gobernante serio no juega con fuego.  Nuestros gobiernos, sin embargo, tienen la mala costumbre de endiosarse en el poder y de subestimar la inteligencia de la gente. El gobierno parece que no tiene olfato para oler el tufo que está levantando, ni tiene el talento comunicacional del difunto Presidente.  El domingo pasado escribí sobre la importancia de atajar la violencia social, y quien debe dar el ejemplo y empezar a controlar su verbo son Nicolás y su combo de incondicionales.  Debo también decir que en la calle ya no les creen. Ni que se vistan de obispos y repitan mil veces que todo lo malo que sucede es saboteo. 

 La burla y la rabia esta en la boca, en las conversaciones del pueblo, y a Nicolás le mienten cuando le hablan los ya conocidos "encuestadores" de que su popularidad esta creciendo y que a la gente le gusta como se está  desempeñando.  ¡Mentira! La gente lo que está es harta de tanta idiotez y de que quienes ostentan el poder no se ocupen de hacer su trabajo y se la pasen inventando como distraen a la gente. Un verdulero me dijo el jueves pasado: "se la pasan de show en show y el país que se j...". Escucha al pueblo, Nicolás.

Tamara Suju 
tamarasuju96@gmail.com

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