viernes, 20 de diciembre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL INFIERNO SOCIALISTA

Benjamin R. Tucker (1854-1939) fue un anarquista norteamericano, editor de revistas, perseguido político, que escribió sobre el Estado Socialista; les resumo someramente sus ideas.
Tucker no entendía muy bien cómo el socialismo se había convertido en un movimiento tan grande, con tantos seguidores, especialmente obreros, sin que la mayoría de ellos, e incluso, algunos de sus líderes, realmente entendieran de qué se trataba.
El socialismo parte de la premisa de que el trabajo, por derivar del trabajador, le debe pertenecer, esto se deduce del principio que Adam Smith estableció en su obra, La Riqueza de las Naciones, en la que dice que el trabajo es la verdadera medida del precio. Smith no fue mucho más allá de esa consideración y se explayó en otros asuntos, como describir cómo se medía el precio y su función en el mercado.
Pero el socialismo fundó una nueva filosofía económica basada en que si el salario era producto del trabajo, y si el salario era la única fuente de ingresos de un trabajador, entonces el capital, que es simplemente salarios acumulados, no debería ser usado para la usura, es decir, que quienes necesitan de ese capital no deberían pagar tributos en la forma de intereses, renta o ganancia.
Los que se benefician de jugar con el capital, los banqueros, los terratenientes, accionistas, industriales, comerciantes, y le extraen ganancias, lo hacen porque la ley los privilegia o porque se les concede el monopolio para que sólo ellos se lucren de esos manejos.
Para un socialista, quien necesite de capital debería tomarlo prestado y bastaría devolverlo completo para terminar la transacción, sin pagar nada por él.
Pero para lograr esto se necesita que alguien o algo garantice un esquema de cosas que lo haga posible y es así como aparece la doctrina del Estado Socialista que dice: “Todos los asuntos del hombre deben ser manejados por el Estado, sin tomar en cuenta las decisiones individuales.”
Marx fundó este modo de administrar la sociedad con el fin de abolir los monopolios clasistas y de centralizar los intereses comerciales e individuales, para tener control sobre todos los entes productivos y de distribución en un vasto monopolio, ahora en manos del Estado.
El gobierno debía convertirse en banquero, terrateniente, comerciante, industrial, transportista… y en esas actividades no acepta competencia.
La Tierra, los implementos para la producción, sus instalaciones, todas las herramientas que hacen posible el proceso productivo serían tomados de los particulares y convertidos en propiedad pública.
El hombre sólo será dueño de su ropa y su comida, pero no de la máquina de coser ni del tractor que necesita para producirlas, ni siquiera de su casa; no hay propiedad privada, todo es proveído por el Estado.
Y aquí deberíamos diferenciar entre producto y capital, que son dos cosas diferentes; la nevera o el auto podrían ser posesiones del individuo, pero el capital pertenece a la sociedad, al colectivo, administrado por su órgano que es el Estado y utilizado con el fin de producir y distribuir productos a la población.
El Estado se convertiría en el único que puede fijar precios de acuerdo al trabajo involucrado en su manufactura, empleando para tal fin, en talleres, fábricas, campos u oficinas, a la gente.
El país sería transformado en una inmensa unidad burocrática, donde cada individuo es funcionario del Estado. A nadie hay que darle motivos para producir ganancias, y como a ninguna persona se le permite tener capital para ningún emprendimiento, se sigue que no pueden emplear a otro, ni siquiera a sí mismos, ya que cada persona es un asalariado del Estado, que es el único empleador.
El que no trabaje para el Estado o se muere de hambre o es llevado a la cárcel, toda libertad de negociar está prohibida, la competencia sería erradicada y el Estado, cosa curiosa, sería el único con derecho al monopolio.
En este contexto, la primera víctima de tal estado de cosas sería la libertad, la segunda, la responsabilidad individual, o sea, que un hombre pueda elegir entre alternativas, sin coacción y atenerse a las consecuencias buenas o malas. Lo que ha sucedido y sucede es que si todo está en manos del Estado, educación, salud, trabajo, riquezas, si la mayoría es quien dispone sobre la vida del colectivo, ocurre que la vida privada deja de existir, el Estado será finalmente quien decida con quién debes estar, cómo entretenerte, qué información recibir, y muy pronto estará involucrado en cómo debes procrear, con quién
y cuántos hijos tener… finalmente, una vez erradicada la familia nuclear tradicional, el Estado se encargará de criar y educar a los niños para que sirvan a los intereses que la mayoría designe.
De allí que para convertir al Estado en un objeto de culto lo que hay es un paso, el Estado sustituye a Dios y los gobernantes se convierten en sus sacerdotes.
Ese es el plan socialista, no hay otro; si usted cree, tomando sólo el pedacito que más le gusta de esta fantasía inhumana, y lo apoya o lo aplica, en menos de lo que usted espera, las otras cosas que no le gustan lo envolverán como si fuera una bola de nieve, porque una cosa lleva a la otra, puede que los socialistas cristianos lo vean por medio del cristal de Jesucristo, o que los nacionalsocialistas lo vean como simple ingeniería humana, o que los socialdemócratas lo sometan todo a votación (la mayoría siempre se impondrá y el Estado tendrá el control social)… a nosotros nos tocaron los chavistas, que ven todo como Fidel Castro lo veía, el paraíso agrario-petrolero, tropical, turístico de Cubazuela, donde todos somos milicianos y adorando al líder.
Lo que sí ha quedado muy claro con las experiencias socialistas en el mundo es que, una vez posicionadas como forma de gobierno, arruinan al país, promueven la pobreza colectiva, se convierten en un régimen policial y, una vez suprimido el derecho a la libre expresión y a estar debidamente informado, el aparato de propaganda del Estado se dedica a falsificar cifras, a mentir sobre el estado de cosas, a suprimir la verdad y la información que no les conviene se sepa, su objetivo es pintarle a los súbditos un país de mentiras, de promesas que nunca se cumplen y de enemigos y guerras imaginarias.
Me pregunto, ¿Están seguros los socialistas venezolanos de que esto es lo que realmente quieren?, porque si no se han dado cuenta, para allá vamos. 

– saulgodoy@gmail.com

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