Para
cuando Brecht se dedicó a sus obras propagandistas, ya había comenzado a
formular sus teorías sobre la dramaturgia “no aristotélica”, que dificultó –en
vez de ayudar- la apreciación de su trabajo. Esas teorías se hicieron
contradictorias en varios períodos de su vida, y cambiaron más
considerablemente en el exilio. La idea que adquirió el término de
“distanciamiento”, sin embargo, retiene un sentido constante. Brecht la
consideraba sólo “hacer extraño”: “una imagen de distanciamiento es la que
permite al objeto ser reconocido pero al mismo tiempo lo hace parecer extraño.”
Es el impacto de reconocimiento que el arte siempre ha realizado, pero Brecht
agrega que una vez que el mundo se ha presentado como extraño, debe también
provocar en el espectador el deseo de alterarlo. Su teatro “épico” se vuelve
así un implemento del comunismo.
En
distanciamiento en este sentido no es un corolario de la visión marxista; la
teoría no ha progresado en los países comunistas. En realidad, la teoría surgió
de los productores que dominaban la escena en la juventud de Brecht: Reinhardt
y Piscator, quienes enfatizaban la participación de la audiencia en los eventos
escénicos. Reinhardt, de Viene, era
reconocido por atmósferas misteriosas y encantadas que evocaba, con diapositivas-puentes
entre audiencia y actores. Piscator, en Berlin, lograba efectos similares (que
Brecht utilizó y asoció con sus producciones): usaba películas y proyectaba
fotografías. El propósito de Piscator
era hacer de la representación en el teatro una demostración de
solidaridad de la clase trabajadora; las audiencias eran organizaciones
proletarias, con actores proletarios, que se unían en una realización de causa
común. Piscator sustituía lo emocional y la unidad imaginaria –derivada del
arte- por una unidad real en el mundo fuera del teatro. Los trabajadores
tendían a satisfacerse con un efecto puramente teatral, y no se lograba gran
impulso por la unidad laboral en el mundo real.
De
esta concepción del teatro y contra el teatro “burgués”, los principios de
Brecht surgieron, un tanto arbitrariamente. Arbitrariamente porque el teatro
puede igualmente operar en forma de ritual, fortaleciendo y sosteniendo la fe,
así como en forma de debate: ambas posibilidades sin agotar las funciones del
teatro, y tienen sus peculiares excelencias, como luego lo llegó a considerar
Brecht. En el pasado –creía él- había prevalecido una visión que llamaba
aristotélica: donde el espectador era purgado de temor y piedad, haciéndose un
miembro inofensivo de la sociedad cuyos sentimientos se utilizaban para
presenciar eventos puramente teatrales. (Esa no es la única interpretación
posible de las teorías de Aristóteles.) En el futuro, debía ser creado un
teatro no aristotélico o “épico”, y sus cualidades se expusieron sobre-esquematizadas
por Brecht en 1831:
Forma
Dramática del Teatro y Forma Epica del Teatro
Activo /
Narrativo
Involucra
al espectador en la acción del escenario
hace del espectador / un observador, pero
Consume
su capacidad para actuar / despierta su capacidad para actuar
Le
permite tener sentimientos / exige decisiones de él
Experiencia /
visión del mundo
Espectador
atraído hacia algo / es confrontado por algo
Sugerencia /
argumento
Se
preservan los sentimientos / sentimientos llevados a hacerse realizaciones
El
espectador está adentro, experimenta con los personajes / el
espectador confronta y estudia lo que ve
Se
asume que el hombre es conocido / el hombre es objeto de investigación
El
hombre es inalterable / el hombre es alterable y alterador
Suspenso
en espera de desenlace / suspenso en el proceso
Una
escena existe para otra / cada escena en sí misma
Crecimiento /
montaje
Progreso
lineal / en curvas
Inevitabilidad
evolucionaria / el hombre como proceso
Pensamiento
determina ser / ser social determina pensamiento
Sentimiento /
razón
Como
observó Brecht, estos no son opuestos absolutos, sino cuestión de énfasis. Sin
embargo, justificaba una visión en sus obras propagandistas, desconcertar toda
emoción, cosa que corrigió explícitamente en su etapa posterior. Otra vez: no
es posible ver cuán completamente puede el distanciamiento darle ímpetu a la
acción: sólo estando “involucrado” de alguna manera puede el espectador ganar
la fuerza emocional necesaria para hacer que su reacción sea más que el
ejercitar de un silogismo. Algunos de los ítems de Brecht son oscuros: no es
posible saber lo que quiere decir con que en la forma “dramática” el hombre es
asumido como conocido. Tampoco el hombre es generalmente supuesto como
inalterable: los dramaturgos han retratado una amplia variedad de desarrollos
de personajes que llegan hasta la sabiduría superlativa. Lo que Brecht tenía en
mente, sin embargo, es el trágico resultado de tantas obras: esto, que él
consideraba un fatalismo, se negaba a aceptar: el hombre debe ser mostrado
capaz de evitar la tragedia.
Para
lograr que las audiencias adoptaran las actitudes indicadas, Brecht a menudo
requería una muy fuerte iluminación del escenario, para evitarle al espectador
el ensueño o el sentimiento de la oscuridad; hizo las luces visibles en escena;
la acción era comentada o anunciada con proyecciones; uso de máscaras... Brecht
se apartaba de las emociones, como de la belleza, considerándolas como
indulgencias que no se podían permitir mientras existiera el sufrimiento en
otra parte; sólo el pensamiento racional serviría para cambiar la situación
humana que él veía.
Y
el estilo de actuar requería también de un cambio radical. Brecht requería de
los actores mantener la misma distancia de los personajes que interpretaban,
que no lo hicieran como la audiencia esperaba que adoptaran: “El tiene que
mostrar meramente al personaje, o mejor, no meramente experimentarlo, pero esto
no quiere decir que cuando tiene que interpretar a gente apasionada él mismo
debe permanecer frío. Es sólo que sus sentimientos no deben ser profundamente
los mismos a aquellos del persona, de manera tal que los sentimientos no se
vuelvan fundamentalmente los de su personaje. La audiencia aquí debe tener
libertad completa.” Así, la función básica del actor es “mostrar”, justo como
una persona en conversación puede romperla para demostrar en pantomima una
parte de la historia, como quien aparta el cigarrillo un momento para actuar la
escena que describe. Eran numerosos los métodos para inculcar esta actitud:
traducir los parlamentos a tercera persona (precediendo las frases con “él
dijo”) o describir las acciones en tiempo pasado al interpretarlas...
La
aplicación de las técnicas de producción y actuación de Brecht no deben ocultar
el hecho de que el efecto de “distanciamiento” está escrito en la estructura y
en el lenguaje de las obras mismas; un dispositivo frecuente es la repetición o
duplicación de personajes y eventos; así la audiencia podía pensar, en vez de
dejarse llevar por la acción. Brecht
abandona frecuentemente las complejidades de exposición en sus obras. Los
personajes no sostienen la ilusión de que no están conscientes de la presencia
de la audiencia y de sus relaciones al insinuar cuidadosamente que deben
preservar la apariencia de ingredientes naturales de su conversación. Y en la
mayoría de las obras es interrumpida por canciones que resumen, comentan o
predicen la acción. Brecht afirmaba que el distanciamiento no es un asunto de
técnicas especiales, sino el traer a la consciencia un procedimiento normal de
la vida rutinaria.
“El
distanciamiento ocurre cuando la cosa debe ser entendida, la cosa a la cual
debe atraerse la atención cambia de una cosa ordinaria, conocida,
inmediatamente presente, hacia una cosa particular, impactante, inesperada. En
cierto sentido lo autoevidente se hace incomprensible, aunque esto sólo sucede
para hacer que todo sea más comprensible.” Casi cada dispositivo lingüístico
utilizado por Brecht contiene efectos de distanciamiento. Lo esencial debe
tener algún contraste: la mente del espectador debe deambular en lo opuesto de
lo que es dicho o representado, o se dan dos versiones de un evento simultáneamente,
o una comparación es implicada. El resultado es siempre que la atención se
atrae a otras posibilidades, mientras se afirma que sólo una y particular
posibilidad ha cobrado forma.
Al
principio, en sus obras propagandistas tempranas, el propósito de Brecht era
primordialmente político. En sus obras de la madurez permite más alcance a este
efecto y a la vez el mensaje político se hace mucho menos incisivo. En un
escrito de 1948, Brecht recuerda sus escritos tempranos para rechazarlos:
“tratemos al teatro como un lugar de entretenimiento, como la verdadera
estética debería, y averigüemos qué tipo de entretenimiento nos agrada”. El
teatro no debía ser moralizador ni didáctico; debería meramente desprenderse de
los modelos clásicos que servían a otras épocas, y producir entretenimiento
adaptado a nuestra propia época. “La sociedad puede derivar disfrute hasta de
lo asocial, en tanto despliegue vitalidad y grandeza... Hasta un río que se
suelta libre y catastróficamente puede ser disfrutado en toda su gloria por la
sociedad si la sociedad los puede dominar: porque entonces pertenece a la
sociedad. No es una cuestión de retratar éxitos o fracasos, continúa Brecht,
todos los intentos de refaccionar a la sociedad nos dan “un sentimiento de
triunfo y confianza y nos proveen de placer ante las posibilidades de cambio en
todas las cosas.” Como dice Galileo en la obra de Brecht: “Es mi opinión que el
mundo es un lugar muy noble y admirable, en vista de todos los diferentes
cambios y generaciones que ocurren constantemente en él.”
La
teoría posterior de Brecht, aunque seguía incluyendo un propósito político,
integra una actitud estética sin intentar reconciliar una con otra. De las dos
tendencias, a la estética se le da un énfasis mucho mayor, y no sorprende que
en las obras posteriores la solución comunista sea meramente ostentada. Pero la
estética de Brecht revela su punto más débil en su completa irrelevancia para
la tragedia, en la insistencia de que las tragedias del pasado –como las
presentadas por Shakespeare y Sófocles- son evitables. Está bien hablar de
catástrofes siendo disfrutados por la sociedad en toda su gloria, mientras
permanezcan como catástrofes potenciales bajo el control de la sociedad. Pero
la historia humana está llena de catástrofes, individuales y nacionales, que no
pueden ser controladas, y la tragedia las ha confrontado implacablemente,
tomando de lo peor y resistiéndolo sin pesimismo ni resignación. Brecht no
tiene lugar para este tipo de drama. En teoría al menos, sus hombres y mujeres
son mal guiados sufrientes del pasado, de quienes puede sacarse una lección, o
exultantes personajes que se regodean en las contradicciones del momento
presente. Brecht no tiene palabra que ofrecer para los millones que han visto
en años recientes la amenaza del desastre final e inevitable, desastre que
–cuando llegó- podía ser sólo encontrado en el espíritu y la fe. Sólo en una
obra, al menos, logró los efectos trágicos que sobrepasan las inconsistencias
de su teoría.
Alberto
Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com
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