martes, 3 de diciembre de 2013

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, LA FICHA DE LOS CASTRO

He leído posiciones que afirman que Maduro ha destruido la herencia que le dejó, el que le aparece constantemente. También he conocido reacciones airadas de lectores, que rechazan que se hable de una herencia, al referirnos al desastre en que nos sumió, el que se fue para siempre.
Son estas posiciones encontradas, la que hoy motivan mis reflexiones. En primer lugar sé que un heredero puede recibir los activos y los pasivos de su deudo. Lo que es lo mismo que se heredan los beneficios y las deudas. Lo bueno y lo malo.
Así va con la genética también, ya que los hijos heredan hasta la propensión a sufrir algunas enfermedades.
Pues sí, lo que el país esta viviendo y cada venezolano sufre, es la herencia del difunto. La obra de destrucción del sistema productivo del país, el estado de corrupción generalizado, la delincuencia desatada y dueña de la ciudad, el saqueo ordenado de manera oficial, la obra que realizó, el que quieren convertir en héroe póstumo.
El que Maduro acompañó durante los 14 años de este régimen, no fue más que un resentido que entregó a los hermanos Castro la soberanía nacional.
Que tengamos un sistema judicial sometido a un proyecto partidista, un árbitro electoral al servicio del gobierno, un Poder Legislativo apoyando la corrupción gubernamental y unas Fuerzas Armadas observando impávidas en silencio, forman parte de lo que el “jefe de Maduro” decidió para este país colonizado.
Esa es la mitad de su legado, la otra parte la componen: las empresas básicas arruinadas, la destrucción de la producción agrícola y pecuaria con su consecuencia directa: la escasez. La expropiación de empresas privadas y la eliminación del empleo respectivo, las universidades doblegadas y la libertad de prensa confiscada.
Completado con la entrega de parte de nuestro territorio, de las facilidades brindadas a guerrilleros, extremistas de “todo pelo” y a los traficantes de droga. Con la carrera diplomática destruida, las refinerías cayéndose a pedazos, el abandono de las fuentes productoras de energía eléctrica, los guisos millonarios en empresas fantasmas de maletín, los millones de dólares regalados a su banda de aduladores internacionales, la desaparición de la inversión nacional e internacional.
Y tantas cosas más que dan nauseas recordar. ¡Esa es la herencia que necesitamos rechazar!, figura jurídica que también existe.
No estamos obligados a aceptar la herencia maldita, la que acabó con la harina, el pollo, la leche, la luz y que lleva la “tontería” de 200.000 muertos, sin autores conocidos.
En Venezuela se viene gestando un clamor desde el interior del propio pueblo, comienza a escucharse el ruido que produce, la gente está cansada, sin paciencia. Es necesaria una respuesta.
Los venezolanos juntos, civiles y militares, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, tendrán que actuar para salvar y reconstruir al país, antes de que sea demasiado tarde.
Los que rechazamos la herencia, sentimos la urgencia ante el enemigo oculto que ya nos tiene invadidos, la reacción debe ser contundente, definitiva, para sacarnos de la vergüenza que nos humilla y que ha hecho de nuestra Patria el hazmerreír internacional.
La ficha que los Castro colocaron en el gobierno, es tan solo el brazo ejecutor de su política, el que se “formó” allá, que trabaja por y para ellos.
Carece de valores nacionales, necesita más poder, para finalizar el trabajo que le dejaron. A su lado los PSUVISTAS, los enchufados, los “boliburgueses”, las fichas del partido colocadas en puestos oficiales y la masa tarifada transportada en buses rojos, prefieren presenciar la destrucción de Venezuela, antes que abandonar el poder, que les permite lucrarse y vivir con privilegios personales.
El “heredero” necesita escapar de cualquier control venezolano, para servir los intereses de su mentor. Están conscientes que el tiempo es corto antes de que se produzca la debacle total, tristemente lo que viene es peor. Pasada la euforia navideña, los saqueos de la poca mercancía que queda, los aguinaldos con moneda inorgánica y la parálisis social que se avecina, solo quedará la desolación, la escasez, las huelgas, las manifestaciones y la represión.
La fuerza bruta aparecerá para intentar doblegarnos como al pueblo cubano, victima desde hace 50 años de los “hermanitos”.
Los venezolanos sentimos que vamos en la dirección equivocada, sufrimos la inflación desbocada, padecemos la disparidad del dólar dentro de un país que todo lo importa y nos encontramos sometidos a la especulación generalizada.
Observamos la escases acelerada de productos básicos, consecuencia de la disminución de la producción, que produce el temor a los arrebatos gubernamentales. Un panorama que va demostrando la ausencia de ideas y que define la banda que gobierna.
Maduro promueve el conflicto, desde ese caos le es fácil crear un clima de confrontación que el siente puede ganar con las armas. Mientras tanto pierde la confianza de los venezolanos y la posibilidad de aplicar la verdadera solución.
El cambio de rumbo, indispensable para salir de esta situación y recuperar la normalidad, jamás será implementado por él y en el fondo todos lo sabemos. No forma parte de sus intruciones.
Al contrario Madura anuncia e implementa medidas que generan mayor control del Estado. Busca el caos, abusa del poder y actúa contra la oposición como cualquier régimen comunista, cercenando espacios de libertad, despreciando el estado de derecho, aunque con ello termine por hundir el país.
Lo que los Venezolanos enfrentamos es la última oportunidad de salvar la democracia, de conseguir el oxígeno necesario, para no sucumbir en manos de la traición nacional.
La salida de esta situación implica la participación de todos, implica coraje, entregarse para salvar lo que somos. Venezuela necesita un liderazgo nacionalista, positivo, que no se detenga ante el temor y a los riesgos que implica.
Un liderazgo rodeado de expertos, con soluciones prácticas, realizables y efectivas. Donde la gente sea convocada por sus capacidades y no con la tarjeta de afiliación, Un equipo que nos devuelva la esperanza de que “es posible”. Sin improvisados inexpertos.
La tormenta se anuncia en el horizonte, la ineficacia y la represión se dan la mano, la inestabilidad presagia momentos duros, de definición. Conscientes de que el ciclo de los iluminados se cierra, la salida tiene el presagio del dolor.
Quizás necesario para que nazca algo nuevo, probablemente una tragedia que sacuda la fibra intima de cada quien. El ejemplo lo tuvimos hace 2.000 años, enfrentar la “crucifixión” para conseguir la redención.
nelsoncastellano@hotmail.com

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