viernes, 15 de noviembre de 2013

ENRIQUE PRIETO SILVA, MILITAR A SU ZAPATO

Referido al zapatero, con la jerga común precisamos la incomprensible incursión del militar profesional venezolano en tareas que le son vedadas en la muy mencionada distribución del trabajo, por efectos de la ley y de la necesidad sociopolítica vivida en nuestro país en los últimos años.
Nunca antes en la historia política de Venezuela se había presentado una situación tan crítica para sus Fuerzas Armadas, como la del presente. La actuación de muchos de sus miembros pone en tela de juicio su capacitación profesional para el desempeño de sus funciones, denotando claramente una desviación de su rol a un extremo incomprensible, que para muchos es de intolerancia, por lo que pretenden calificar a la Institución con el mismo baremo de sus integrantes, sin percatarse de su equívoca pretensión y del daño que le causan a la República, al atacar a una de sus Instituciones necesarias, como lo han demostrado, para la defensa de la territorialidad y de sus soberanía, ya bastante maltrecha por la subyugación de los otros entes del Poder Público nacional al Poder Ejecutivo, cuya distorsión se agravó con la equívoca ideología surgida del teniente coronel, difunto presidente, que por desgracia fue asumida por mediocres integrantes, que aprovecharon esta estúpida desviación para creerse dignificados, honrados y dotados de sabiduría, contagiando de ellas a sus familiares y al sumiso pueblo que creyó en la terca estupidez. Lo que ocurre hoy, transformado en locura política, es la demostración del sinsentido de la idea “revolucionaria” y lo vacío del llamado “proyecto o proceso”, con el que el difunto desgració la política nacional y parte de la latinoamericana.
No es difícil entender el problema, y nos permitimos llamar a la reflexión a tirios y troyanos, que quieren confundir y defender teorías militaristas y antimilitaristas, asimilando al gobierno actual como un gobierno militar; y más grave aún, que han propuesto eliminar las FAN, como si éstas tuvieran la culpa del desplome político y gubernamental, al que algunos de los promotores ayudaron, apoyaron y respaldaron hasta con el voto, cuando entró a la palestra el “personaje” que es mejor no nombrar.
Sin darse cuenta, proponen “vender el sofá” por su infidelidad y otros los enfrentan para defender a la Institución que no tiene culpa alguna de lo que ocurre y de lo que hacen algunos de sus miembros que no la representan, aunque porten muchos soles. ¡Señores, sindéresis!
Desde que el ser humano asumió el rol de portador de las armas del Estado, su misión específica es la de prepararse para su defensa. En los tiempos prehistóricos y en las primeras épocas históricas los ejércitos no existían como tales. Las fuerzas armadas consistían en grupos que se entraban en combate cada cierto tiempo con el propósito de defender o conseguir tierra para la caza o el pastoreo. La creación de asentamientos estables en el valle del Tigris-Éufrates y a lo largo del Nilo produjo el empleo paralelo de ciudadanos-soldados para protegerlos.
Hoy día, en casi la generalidad de los Estados existen los ejércitos o fuerzas armadas, constituidos por fuerzas militares organizadas, adiestradas, jerarquizadas, disciplinadas y equipadas para las acciones ofensiva y defensiva en ejecución de la guerra.
Mas modernamente, la teoría militar ha pretendido, que en tiempo de paz estas fuerzas militares pueden actuar en casos de emergencia o en el cumplimiento de tareas que ayuden a impulsar el desarrollo económico y social, fundamentalmente en apoyo de los órganos con competencia en las materias y solo en las actividades requeridas, o cuando su capacidad técnica o tecnológica supere la de los órganos civiles competentes.
Pero es de gravedad, que en algún momento, cuando el poder del Estado no es bien concebido, se conforma a un ente represivo que sirve al régimen de gobierno con el fin de mantenerlo, transformándose en un cuerpo que niega los derechos de los ciudadanos, como es el aberrante caso en que desde hace 15 años vienen transformando a nuestras Fuerzas Armadas.
Desde el siglo pasado el militar se profesionaliza, cuando al término de las dos conflagraciones mundiales fue eliminada la milicia como ejército mercenario, para dar entrada a un empleado profesional de las armas, que llega a estructurar en su conjunto lo que hoy llamamos fuerzas armadas nacionales.
Ellas se perfeccionan, en la medida que se introducen las investigaciones científicas en la producción de sistemas de armas, cada vez más sofisticados, el auge cibernético y la “guerra de las galaxias” o del espacio, haciendo de los sistemas de armas el motor de búsqueda para la investigación que dio paso a la internet, el celular y todo lo que hoy vemos y usamos como incrédulos, pero disfrutamos por vivir en esta generación de avanzada.
Muchos de los que hoy salen a la palestra, siguen manejándose con las teorías que aprendieron cuando incursionaron en la vida militar, y ni siquiera se percataron del inicio de la “aldea global” en la que hoy vivimos.
Sin dudas, todo este nuevo mundo, que pudiéramos llamar “cibernético, espacial y global”, ha dado cabida al empleo de estos investigadores en tareas comunes, que van adaptando al militar a un perfil profesionalizado siempre relacionado con el fin institucional de la defensa militar.
Siguiendo el patrón universal para la modernización de los “ejércitos”, en las décadas de los 70’ y 80’ pasadas, se introdujo el concepto de su participación en el “desarrollo nacional”, siguiendo las corrientes y doctrinas del desarrollo, que para esa época surgieron en el mundo, lo que se afianzó al comienzo de la década de los 90’ con el fin de la Guerra Fría.
Fue la época en que tomaron auge las teorías de la planificación administrativa en reemplazo de la planificación económica, base del socialismo soviético; y la teoría gerencial o de la dirección, tomadas por los líderes de las fuerzas armadas como forma de modernizarse, sin percatarse que estas doctrinas se originaron del “mundo militar”.
Así vimos como se crearon direcciones en paralelo con los estados mayores, sin percatarse que ambas figuras son iguales.
Hoy nos da risa y nos llena de vergüenza, ver como nuestro militares creen cumplir tareas de desarrollo “gerenciando” la venta de verduras y custodiando a entes que degradan la función fiscalizadora del Estado como INDEPABIS, donde se han degenerado las teorías económicas, promoviendo actos de pillaje con la visión de protección al consumidor en un supuesto acaparamiento y ganancia abusiva del comercio, sin reparar en las múltiples devaluaciones que inciden en la reposición de la mercancía.
Es cierto, que cuando se analiza la actividad científico-profesional del  militar, tenemos que reconocer que éste tiene que vincularse, prepararse, adaptarse y ejercer actividades distintas al uso de las armas, ya que las ciencias militares forzaron a los poderes públicos de los Estados que programan sus defensas, a investigar y desarrollar vías y medios que mejoren y profundicen el mayor poder militar, y al unirse éste al mismo proceso de desarrollo, surgieron inventos que simultáneamente se usaron en la civilidad, mejorando y agilizando los procesos productivos, tanto de bienes como de servicios, que lógicamente, eran buenos y necesarios para el efecto bélico, pero que inmediatamente, inclusive simultáneamente, pasaron a su uso en la vida cotidiana, incorporándose al desarrollo humano en las diferentes variables del quehacer, a la vez que se integra al valor más preciado del hombre del siglo xx, como lo ha sido la tecnología en los campos espaciales y cibernéticos, que ha sido la cumbre del desarrollo en los últimos 50 años.
Pensamos, que será poco el tiempo que tendremos que esperar para ver normalizada la situación política del país, de la que no escapa las Fuerzas Armadas, que sufren el desprestigio que le producen algunos o muchos de sus miembros, quienes han creído que tienen capacidad para cambiar al país siguiendo los pasos y adorando al difunto destructor de la patria. Todos los militares, cualquiera sea su situación, tenemos que percatarnos de que el mundo militar de hoy es otro, tenemos que dejar atrás el “rancho” de la “casta” y de la “familia o pueblo militar”, sabiendo que el fuero solo quedó para la justicia militar en actos de “naturaleza militar”. Esto que debe ser comprendido por todos los venezolanos, sin distingo de clase, sexo, capacitación o profesionalización. La expresión cívico-militar debe ser eliminada, ya que lo que existen son ciudadanos militares o preparados para la defensa. Los beneficios que se les han dado constitucional y legalmente a los militares, han sido para profesionalizarlos e igualarlos a los ciudadanos colegiados o sindicalizados. 
La justicia militar tiene justificación solo por la existencia del delito militar, que como ficción jurídica han desarrollado los Estados para proteger a sus defensores con las armas.
Ninguna actividad que cumplan los militares, distinta a la operativa militar, le da el privilegio del fuero militar.
eprieto@cantv.net

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