viernes, 15 de noviembre de 2013

RICARDO ESCALANTE, NADA HALAGÜEÑO EN COLOMBIA

En Colombia las cosas parecen encaminarse al otorgamiento de privilegios a las Farc para que obtengan curules parlamentarias y otros cargos, en detrimento de quienes por años han participado en política con las cartas sobre la mesa y de innumerables familias afectadas por la violencia.  Por eso hay que leer con lupa lo que la letra menuda esconde en los pomposos anuncios hechos en La Habana.
Como observador de la política colombiana que he sido durante mucho tiempo, veo con inquietud ciertas señales de lo que en el fondo solo tiene dos propósitos: Uno, pavimentar el camino para la reelección del presidente Juan Manuel Santos y, dos, hacer concesiones a traficantes del horror y el delito, que nunca lograrían posiciones de elección popular en igualdad de condiciones.
En los anuncios y declaraciones de las partes y, sobre todo, en un artículo publicado por el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle, se habla del respeto a garantías democráticas en la lucha de los partidos y, al mismo tiempo, se dejan colar detallitos que pudieran terminar siendo malsanos.  Uno de ellos son las circunscripciones electorales especiales, frente a las cuales algunos cándidos han reaccionado con emoción.
Al mismo tiempo, en la oposición hay quienes lucen confundidos y disparan en forma alocada, sin dar en el blanco porque no lo ven claro, y, por supuesto menos aun pueden dejar en pelota a quienes pretenden esconder en ropaje de seda sus ametralladoras, drogas, secuestros y asesinatos.  Es algo así como el cuento del lobo y la Caperucita Roja.
Lo que se fragua en la capital cubana debería ser visto con suspicacia por los colombianos, porque la jugada del presidente Santos pudiera conducir al desmoronamiento del sistema democrático, que en ese país ha sobrevivido a pesar de tantas décadas de violencia protagonizada por eso que Humberto de la Calle define como “la irrupción de movimientos sociales”. Lo que importa al gobierno es la ambición reeleccionista.  Ejemplos del oportunismo político abundan, entre los cuales resalta el de los venezolanos, que estamos como estamos precisamente por interminables harakiris políticos. 
Rafael Caldera y otros muchos creyeron que cosechar ventajas del golpe de Hugo Chávez era saludable –y, en efecto, para ellos lo fue-, pero las consecuencias para la República fueron terribles. 
La venezolana es una dolorosa experiencia, dañina incluso para los vecinos colombianos, y demuestra que lo que es bueno para los líderes no necesariamente lo es para los pueblos.
El artículo del negociador del gobierno de Santos es tremendamente importante porque representa la confesión de que en La Habana se cocina el otorgamiento privilegiado de curules parlamentarias a las Farc, con financiamiento estatal a su campaña, facilidades para el uso de medios de comunicación y el reconocimiento de ventajas en territorios que los delincuentes han considerado suyos.
Y aunque los acuerdos de La Habana sean sometidos a referéndum, la narcoguerrilla se saldrá con las suyas. La campaña que ya se ha iniciado (con tendencia favorable a lo que ocurre en La Habana) se impondrá porque la oposición está paralítica, limitada por las severas limitaciones de su discurso. ¡Pésimo futuro!

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