martes, 15 de octubre de 2013

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, CONSPIRANDO DESDE EL PODER, PIDO LA PALABRA

El miedo que padece el régimen de verse desplazado, lo obliga a lucubrar posibles salidas que aseguren su estabilidad.

CONSPIRANDO DESDE EL PODER

Conspirar constituye el camino fáctico cuyo recorrido abarca desde la concepción de un delito hasta su real ejecución. Sin embargo en el entretanto de dicho camino, se fraguan acciones que buscan garantizar la consumación del delito lo cual deviene, indudablemente, en  hechos cómplices cargados de la mayor bellaquería posible. 

Pudiera decirse que el poder está generalmente asediado de conspiraciones políticas. Unas, organizadas por personajes comprometidos con decisiones de gobierno. Otras, por quienes intentan revolver alguna situación con fines ocultos para lo cual se hace necesario encubrirla bajo cualquier forma que disimule su intención y contenido. Algunas veces, suelen utilizarse excusas disfrazadas de argumentos jurídicos. Aunque otras veces, el emplasto de “revolución” funge como el más conveniente por cuanto detrás de tan ostentosa etiqueta caben posibilidades para armar las trampas necesarias que requiere el propósito en curso.

En política, conspirar puede pasar por un hecho normal. Quizás, fue lo que llevó a Honoré de Balzac, novelista francés, a manifestar que “todo poder es una conspiración permanente”. No obstante, hay quienes la categorizan como problema  por cuanto tras de si se esconden razones derivadas de intereses contrapuestos incapaces de conciliar encuentros que lleven a satisfacciones mutuas. Posiblemente, ello incita a pensar que la política es una constante conspiración. Sobre todo, si es vista como una situación cargada de la fuerza necesaria para desatar problemas de gruesas magnitud. De ahí que el análisis que esta disertación pretende, se enfoca a considerar la conspiración como una suerte de trasgresión planteada en un medio políticamente efervescente y en potencial conflicto. Como el venezolano, por ejemplo.

A juicio del presente razonamiento, más que cualquier otra apreciación que la involucre como asunto de vida, la conspiración en un sentido exacto sucede de arriba hacia abajo o entre facciones desaforadas por detentar el poder. O avivada por quienes lucrándose del poder político, se aprovechan de propuestas insubstanciales para actuar en confabulación con corrompidos factores políticos. Y es precisamente, uno de los problemas que define al régimen venezolano toda vez que las mentiras pululan como práctica de gobierno en su intención por embrollar al país en términos de propósitos elaborados al mejor estilo castro-comunistoide.

Indudablemente que este régimen se ha movilizado de conspiración en conspiración. Algunas contra lo que configura su propia esencia. Otras, contra el sistema democrático cuando intenta oprimirlo y malograrlo. Mientras tanto, distrae su tiempo aplastando cualquier manifestación libre que pueda poner al descubierto los destrozos que incita a manera de silenciar toda protesta que revele las contradicciones instituidas con la venia gubernamental.

El miedo que padece el régimen de verse desplazado, lo obliga a lucubrar posibles salidas que aseguren su estabilidad. En consecuencia, recurre a conspiraciones que si bien no buscan su derrocamiento, si lo hacen en función de acomodar piezas útiles y necesarias a la manipulación de sus oscuros intereses. Para lograrlo, debe valerse de artilugios jurídicos que permitan contrarrestar preceptos constitucionales que aseguren importantes prerrogativas frente al modo de administrar los recursos nacionales. Por eso inventan excusas como la supuesta ley habilitante que sólo es una expresión del abuso socialista extendido a trocha y mocha con el auxilio de poderes cómplices. De manera que todo esto no es más que una visual de la “revolucionaria” necesidad de seguir conspirando desde el poder.

VENTANA DE PAPEL

¿UN RECINTO QUE SE RESPETA?

¿Que la Asamblea Nacional es “un recinto que se respeta”?, no es del todo cierto. Pero eso fue lo que dijo el presidente Nicolás Maduro al término de su ampuloso discurso este martes ante la Asamblea Nacional, en cadena nacional de radio y televisión. Sin embargo, después de un rápido análisis que no implicó mayor contundencia, puede dudarse de tan pomposa frase. En principio, aquello no tuvo la altura de un discurso de quien se ufana diciendo que es presidente de todos los venezolanos. Cualquier observación, lleva a poner en tela de juicio tal afirmación. Todo pareció un discurso “de mercado”. Nada se correspondió con la suntuosidad y el protocolo que sigue un momento caracterizado por la presencia de un Jefe de Estado en una sesión extraordinaria del Parlamento Nacional. Fue tan especial, que las avenidas adyacentes al Capitolio fueron cerradas por los círculos de seguridad del presidente de la República. Además, la asistencia del Gabinete Ejecutivo en pleno y de afectos al oficialismo que coparon el graderío que dispone el salón del Hemiciclo, apuntaba a darle el realce que el acto presumía. Aún así, todo resultó ser un rupestre acto populista. Los concurrentes seguidores del oficialismo, vociferaban al ritmo del calor que le imprimía el orador según el sentido que buscaba darle a cada oración. El griterío era lugar común entre los partidarios del régimen. Interrupciones por parte de estos, iban y venían. Tanto que Maduro perdía a menudo el hilo de la lectura del discurso. Otras veces rompía la formalidad del acto para proferir alguna insulto o vejamen contra dirigentes de la oposición democrática. Incluso, para alguna payasada. Hacer gala del ornamento que porta un presidente en momentos exclusivos como el pretendido para solicitar poderes habilitantes por un año, fue frustrante pues todo terminó siendo un acto de circo marginal. Y si por respeto se tiene que es “la consideración sobre la excelencia de alguna persona o cosa, que conduce a no faltar a ella, a no confrontarla”, entonces ese día no hubo respeto a la institucionalidad de la Asamblea Nacional. Lo que el país político vio por televisión o escuchó por las emisoras este martes, fue un remedo de aquellos conflictos que encarnizaron diputados y gobernantes venezolanos en el siglo XIX por razones de mero egoísmo político. No hubo respeto alguno a nada ni a nadie. Estos gobernantes siguen desconociendo que los seres humanos deben respetarse porque, como explicaba Immanuel Kant, quien mayor influencia ha ejercido sobre el concepto de respeto, “ son un fin en si mismos y al ser así, poseen un valor intrínseco y absoluto”. Así que cabe preguntarse, ¿dónde quedó eso que la Asamblea Nacional es ¿“un recinto que se respeta”?

¿Y QUÉ HAY POR MÉRIDA?

Lo que a continuación se redacta, no busca juzgar anteladamente la realización de la Feria Internacional del Turismo 2013, FITVEN. Hacerlo sería una manifestación de crasa incomprensión ante las razones capaces de animar cambios favorables animados por la capacidad de reconocer el valor de una decisión que tiende a garantizar el desarrollo social y económico de una colectividad con conciencia de su saber y haber histórico y cultural. Es decir, de sus potencialidades creadoras. Sin embargo la situación que viene viviendo la ciudad de Mérida como resultado de la puesta en marcha de la octava edición de este evento de rango internacional, aviva la posibilidad de elevar un reclamo que, aunque no está dirigido al núcleo de tan interesante propuesta, si apunta a expresar la contrariedad que se desprende del hecho de ver cómo han remozado la imagen de la ciudad de cara a la FITVEN. Este costoso esfuerzo logrado a través de actividades de limpieza de calles y avenidas, así como de exaltarlo mediante alegorías merideñas hermosamente pintadas en paredes estratégicas y pendones, lo cual naturalmente debe agradecerse, se ha fundamentado en la idea populista de justificar la realización de dicha Feria Turística. Lejos de esto, la ciudad se ha visto permanentemente atropellada por el embalaje de actividades de calle que sólo han dejado basura, horribles pintas y repulsivas vallas que no han conmovido -en lo más mínimo- gobierno regional alguno, Menos, para demostrar que sus ofertas electorales se compadecen de una Mérida que, por turística, debería relucir en limpieza, orden y funcionalidad. Sus servicios públicos, continúan siendo apaleados por presupuestos “deficitarios” que no compaginan el sentido civilista de cuanto compromete su ordenamiento, con el sentido político que acompasa toda actividad proselitista promovida desde el gobierno regional o central sólo para asegurar la conservación del poder por el poder. Entre tanto, Mérida ha venido viéndose desarreglada en toda su expresión. Ahora que se lleva adelante esta iniciativa de la FITVEN, es que viene a verse algo de preocupación por la ciudad. Para que esos días luzcan de maravilla. Pero entonces, ¿y el resto del tiempo?. Es decir, ¿y qué hay por Mérida?

“Cuando de conspirar se trata, los gestos descubren al conspirador pues no hay conspiración que se exima de posturas que delata el pensamiento inquisitivo. Es difícil conciliar mente y manos a la hora de urdir alguna conspiración en contra de lo que uno mismo contribuyó a construir” AJMonagas

antoniomonagas@gmail.com

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