martes, 15 de octubre de 2013

EGILDO LUJÁN NAVA, FLECHAZOS AL POR MAYOR, FORMATO DEL FUTURO…

Nunca antes había sucedido el registro de la coincidencia histórica de la conmemoración del Día de la Raza, de la Resistencia Indígena, Encuentro de Dos Mundos o de la Integración de las Culturas, con un momento tan, pero tan complicado del país, como el que vive actualmente.

Y no, por supuesto, porque Venezuela no pudiera haber sido sacudida en algún instante de su devenir y desde sus entrañas, por la multiplicidad de escenarios adversos como aquellos en los que la Nación se mueve actualmente. Sino porque, ante tan semejante conflictividad, la respuesta de quienes están llamados a liderar la generación de respuestas para superar los problemas, debilitar sus causas desde las raíces, casi -¿o más?- de 30 millones de venezolanos, han debido someterse a la dolorosa experiencia de apreciar que ese grupo, después de 14 años de entrenamiento y de casi seis meses de dedicación al exigente oficio de gobernar, sencillamente, siguen ocupándose es de “tirar flechas”.

Hasta finales del 2012, es verdad, la creencia colectiva con respecto a esa particular manera de ejercer la responsabilidad de conducir al país, era la de que errores, deficiencias, equívocos e inauguración del 10 ó 20% de cualquier obra pública, no era tal. Es decir, nada era producto de las casualidades, sino de acciones concebidas y administradas con base en minuciosos y bien definidos planes, diseñados en sofisticados laboratorios de envidiable concepción ideológica, y gerenciados por la más exquisita élite intelectual de los integrantes del rimbombante Frente Francisco de Miranda y el Polo Patriótico.

Sin embargo, con el transcurrir de los días, el agravamiento de los problemas de todo orden y que ha ido sembrando indignación en cada estrato social venezolano, lo que ya define otra convicción en el sentir de la acogotada población ubicada en cualquiera de las regiones del país, es que lo que está sucediendo es que “sin billete, esta supuesta gerencia pública no funciona”.

Es decir, todo aquello que se convirtió en la vitrina de un proyecto político nacional e internacional, inspirado en la necesaria redención popular, a partir de la puesta en marcha de un nuevo modelo económico apuntalado por el crecimiento dominante del Estado e insuflado por su capacidad propagandística para mercadear cambio, revolución y amor patrio, sencillamente, ha perdido su capacidad de maniobra y de convicción, porque es víctima de la peor escasez: del dinero providencial proveniente de los negocios petroleros.

Con dinero en abundancia y de libre uso, por la disfuncionalidad de instituciones encargadas - según “la mejor Constitución del mundo”- de impedir que eso sucediera, le gestión pública pudo flotar sobre su propia disfuncionalidad y “tapar un hueco con otro hueco”. Pero con un negocio petrolero dando tumbos, incapaz de recomponerse con base en la ventaja de su centenaria trayectoria productiva, y obligado a financiar cuanto gasto dominical fue engendrado 14 años atrás y casi 200 días después, la fiesta popular ha cambiado de melodías.

Lo que no deja de sorprender, por supuesto, es que en el medio de semejante “atajaperros”, y cuando en abril próximo pasado se promovió la celebración de cuanta reunión de diálogo era necesaria, entre técnicos de los casi cuarenta ministerios con  individualidades del sector productivo, con miras a darle “otro rostro” a la economía nacional, se suscita una alharaca multigrupal partidista, dirigida a demandar la aprobación parlamentaria de “poderes especiales” para, supuestamente, combatir la corrupción y facilitar el proceso revolucionario.

Los sondeos profesionales de las últimas semanas registran que casi el 60% de los venezolanos no cree en esa exacerbada campaña anticorrupción. Y en cuanto al llamado proceso revolucionario, lo extraño es que se le relacione con otro hecho no menos curioso: por obra y gracia de las circunstancias, al sembrador de confianza y promotor de los más de 1.200 encuentros de abril, es decir, al Ministro de Finanzas y matemático Nelson Merentes, se le sustituyó en la Vicepresidencia Económica de la Nación por el Ministro de Petróleo y Minería, ingeniero Rafael Ramírez.

Sólo que con dicho reemplazo, además de que se sepultan expectativas positivas y esperanzas de que, finalmente, se había abierto una brecha para el entendimiento, se reposiciona la impresión de que todo lo que está sucediendo alrededor de tales “movimientos” ministeriales, no pasa de ser otra demostración de que el Gobierno está huérfano de capacidad técnica para sacar al país del atolladero en el que lo metió. Por lo que la alternativa más funcional que le queda a la mano, es moverse sobre anuncios efectistas, supuestos cambios que no son tales, y un gatopardianismo de múltiples patas para llegar con rostro recién maquillado y sobrecargado de presunta bonanza, al venidero proceso electoral del 8D.

¿Por qué?. ¿Para qué?. Supuestamente, porque en el seno del grupo que gobierna hay “un reacomodo de posiciones políticas”, y semejante paso no se identifica –ni tolera- que las decisiones en materia económica, por ejemplo, no se correspondan con fines distintos a lo que significa “apuntalar la revolución”.

Es decir, lo que cuenta e importa es la hoy maltrecha y presunta revolución, indistintamente de que eso se traduzca en que la inflación pueda cerrar en el 2013 sobre el 50%, el déficit fiscal por encima del 15% del Producto Interno Bruto, los niveles de escasez rebasen el 21% (a decir del propio Banco Central de Venezuela) y la desordenada conducta cambiaria criolla, sencillamente, siga comportándose como el río 0rinoco en temporada de lluvias prolongadas. Al margen, desde luego, del misterio que envuelven las estadísticas oficiales relacionadas con el desempleo y el número de víctimas, por la acción de la violencia en todo el país, y las crisis que registran los sistemas de salud y de educación.

El nuevo Vicepresidente Económico ha debutado aclarando lo que el Presidente quiso decir, cuando se refirió a la reactivación del Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad) y el monto que se “subastará” semanalmente, en adición a lo que hace la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), punto de partida de esa especie de nuevo virus nacional conocido como el “cadivismo”, que vino al mundo hace ya diez años, por decisión unilateral de los mismos que hoy tratan de desacreditarlo o descalificarlo.¿Y a partir de allí, qué?.

El mal amado y reconocido Fondo Monetario Internacional ha dicho que los crecientes “desequilibrios” en la economía de Venezuela hacen que la situación actual “no sea sostenible”, a no ser que “se hagan correcciones”. Pero tales procedimientos, desde luego, no se traducen en que hay que seguir “tirando flechazos al por mayor”, sino asumir que a Venezuela y a los venezolanos no se les puede condenar eternamente al infortunio económico, social y moral por capricho. Y que gobernar, definitivamente, no equivale a seguir usando a esa manoseada y maltratada alabanza a la Patria, ni tampoco a la Nación como un botín territorial para el goce del poder, la distribución de espacios de mando, mientras se está de espaldas al reclamo colectivo de querer vivir cada día mejor.

egildolujan@gmail.com

Enviado a nuestros correos por
 Edecio Brito Escobar 

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.