Nunca
antes había sucedido el registro de la coincidencia histórica de la
conmemoración del Día de la Raza, de la Resistencia Indígena, Encuentro de Dos
Mundos o de la Integración de las Culturas, con un momento tan, pero tan
complicado del país, como el que vive actualmente.
Y
no, por supuesto, porque Venezuela no pudiera haber sido sacudida en algún
instante de su devenir y desde sus entrañas, por la multiplicidad de escenarios
adversos como aquellos en los que la Nación se mueve actualmente. Sino porque,
ante tan semejante conflictividad, la respuesta de quienes están llamados a
liderar la generación de respuestas para superar los problemas, debilitar sus
causas desde las raíces, casi -¿o más?- de 30 millones de venezolanos, han
debido someterse a la dolorosa experiencia de apreciar que ese grupo, después
de 14 años de entrenamiento y de casi seis meses de dedicación al exigente
oficio de gobernar, sencillamente, siguen ocupándose es de “tirar flechas”.
Hasta
finales del 2012, es verdad, la creencia colectiva con respecto a esa
particular manera de ejercer la responsabilidad de conducir al país, era la de
que errores, deficiencias, equívocos e inauguración del 10 ó 20% de cualquier
obra pública, no era tal. Es decir, nada era producto de las casualidades, sino
de acciones concebidas y administradas con base en minuciosos y bien definidos
planes, diseñados en sofisticados laboratorios de envidiable concepción
ideológica, y gerenciados por la más exquisita élite intelectual de los
integrantes del rimbombante Frente Francisco de Miranda y el Polo Patriótico.
Sin
embargo, con el transcurrir de los días, el agravamiento de los problemas de
todo orden y que ha ido sembrando indignación en cada estrato social
venezolano, lo que ya define otra convicción en el sentir de la acogotada
población ubicada en cualquiera de las regiones del país, es que lo que está
sucediendo es que “sin billete, esta supuesta gerencia pública no funciona”.
Es
decir, todo aquello que se convirtió en la vitrina de un proyecto político nacional
e internacional, inspirado en la necesaria redención popular, a partir de la
puesta en marcha de un nuevo modelo económico apuntalado por el crecimiento
dominante del Estado e insuflado por su capacidad propagandística para
mercadear cambio, revolución y amor patrio, sencillamente, ha perdido su
capacidad de maniobra y de convicción, porque es víctima de la peor escasez:
del dinero providencial proveniente de los negocios petroleros.
Con
dinero en abundancia y de libre uso, por la disfuncionalidad de instituciones
encargadas - según “la mejor Constitución del mundo”- de impedir que eso
sucediera, le gestión pública pudo flotar sobre su propia disfuncionalidad y
“tapar un hueco con otro hueco”. Pero con un negocio petrolero dando tumbos,
incapaz de recomponerse con base en la ventaja de su centenaria trayectoria
productiva, y obligado a financiar cuanto gasto dominical fue engendrado 14
años atrás y casi 200 días después, la fiesta popular ha cambiado de melodías.
Lo
que no deja de sorprender, por supuesto, es que en el medio de semejante
“atajaperros”, y cuando en abril próximo pasado se promovió la celebración de
cuanta reunión de diálogo era necesaria, entre técnicos de los casi cuarenta
ministerios con individualidades del
sector productivo, con miras a darle “otro rostro” a la economía nacional, se
suscita una alharaca multigrupal partidista, dirigida a demandar la aprobación
parlamentaria de “poderes especiales” para, supuestamente, combatir la
corrupción y facilitar el proceso revolucionario.
Los
sondeos profesionales de las últimas semanas registran que casi el 60% de los
venezolanos no cree en esa exacerbada campaña anticorrupción. Y en cuanto al
llamado proceso revolucionario, lo extraño es que se le relacione con otro
hecho no menos curioso: por obra y gracia de las circunstancias, al sembrador
de confianza y promotor de los más de 1.200 encuentros de abril, es decir, al
Ministro de Finanzas y matemático Nelson Merentes, se le sustituyó en la
Vicepresidencia Económica de la Nación por el Ministro de Petróleo y Minería,
ingeniero Rafael Ramírez.
Sólo
que con dicho reemplazo, además de que se sepultan expectativas positivas y
esperanzas de que, finalmente, se había abierto una brecha para el
entendimiento, se reposiciona la impresión de que todo lo que está sucediendo
alrededor de tales “movimientos” ministeriales, no pasa de ser otra
demostración de que el Gobierno está huérfano de capacidad técnica para sacar
al país del atolladero en el que lo metió. Por lo que la alternativa más
funcional que le queda a la mano, es moverse sobre anuncios efectistas,
supuestos cambios que no son tales, y un gatopardianismo de múltiples patas
para llegar con rostro recién maquillado y sobrecargado de presunta bonanza, al
venidero proceso electoral del 8D.
¿Por
qué?. ¿Para qué?. Supuestamente, porque en el seno del grupo que gobierna hay
“un reacomodo de posiciones políticas”, y semejante paso no se identifica –ni
tolera- que las decisiones en materia económica, por ejemplo, no se
correspondan con fines distintos a lo que significa “apuntalar la revolución”.
Es
decir, lo que cuenta e importa es la hoy maltrecha y presunta revolución,
indistintamente de que eso se traduzca en que la inflación pueda cerrar en el
2013 sobre el 50%, el déficit fiscal por encima del 15% del Producto Interno
Bruto, los niveles de escasez rebasen el 21% (a decir del propio Banco Central
de Venezuela) y la desordenada conducta cambiaria criolla, sencillamente, siga
comportándose como el río 0rinoco en temporada de lluvias prolongadas. Al
margen, desde luego, del misterio que envuelven las estadísticas oficiales
relacionadas con el desempleo y el número de víctimas, por la acción de la
violencia en todo el país, y las crisis que registran los sistemas de salud y
de educación.
El
nuevo Vicepresidente Económico ha debutado aclarando lo que el Presidente quiso
decir, cuando se refirió a la reactivación del Sistema Complementario de
Administración de Divisas (Sicad) y el monto que se “subastará” semanalmente,
en adición a lo que hace la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi),
punto de partida de esa especie de nuevo virus nacional conocido como el
“cadivismo”, que vino al mundo hace ya diez años, por decisión unilateral de
los mismos que hoy tratan de desacreditarlo o descalificarlo.¿Y a partir de
allí, qué?.
El
mal amado y reconocido Fondo Monetario Internacional ha dicho que los
crecientes “desequilibrios” en la economía de Venezuela hacen que la situación
actual “no sea sostenible”, a no ser que “se hagan correcciones”. Pero tales
procedimientos, desde luego, no se traducen en que hay que seguir “tirando
flechazos al por mayor”, sino asumir que a Venezuela y a los venezolanos no se
les puede condenar eternamente al infortunio económico, social y moral por
capricho. Y que gobernar, definitivamente, no equivale a seguir usando a esa
manoseada y maltratada alabanza a la Patria, ni tampoco a la Nación como un
botín territorial para el goce del poder, la distribución de espacios de mando,
mientras se está de espaldas al reclamo colectivo de querer vivir cada día mejor.
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