La
historia nos enseña cómo en momentos de fuertes cambios o de crisis sociales,
los rumores aumentan porque ante la incertidumbre y los huecos de información,
se inventan cosas para llenarlas. En otras palabras, ante la angustia surge la
distorsión. Ahora bien, así como los rumores pueden ser originados por
situaciones de incertidumbre y falta de información, también pueden constituirse
en herramientas intencionales de estrategia política, para provocar situaciones
que, de lo contrario, no ocurrirían.
Los
primeros estudios sistemáticos del fenómeno de los rumores se realizaron en
Estados Unidos, debido a la proliferación de éstos durante la Segunda Guerra
Mundial y los efectos negativos sobre la moral de las tropas. Revisando los
documentos de las bases de la propaganda política y de guerra de los nazis,
redactados por Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, se encontró cómo los
nacional-socialistas hicieron del rumor una estrategia de guerra para
desorientar al enemigo, engañar a las poblaciones que iban a invadir y crear
falsas expectativas de triunfo en sus propias tropas. Estos documentos
establecían que la propaganda debía afectar la acción del enemigo de dos
maneras fundamentales:
1.
Suprimiendo informaciones que pudieran ser útiles al adversario, y sustituirlas
por rumores e imprecisiones que le distrajeran de su objetivo.
2.
Difundiendo abiertamente rumores cuyo contenido o tono condujera al enemigo a
elaborar las conclusiones deseadas por los propios originadores del rumor.
Los
nazis hacían así un juego doble con la verdad, manipulándola y
escondiéndola a través de rumores y
falsos informes, pero siempre buscando obtener un beneficio político a su
causa.
Según
Jean-Noël Kapferer, autor de "Rumores, el medio de difusión más antiguo
del mundo", en el arsenal de instrumentos de la guerra política, el rumor
goza de varias ventajas. En primer lugar, evita mostrarse al descubierto. La
fuente permanece oculta, inaprehensible y misteriosa. Nadie es responsable,
pero todo el mundo está al corriente, porque sobran los portadores voluntarios
o involuntarios del mensaje. Además, el rumor no requiere pruebas. La opinión
pública se construye más a partir de impresiones que de hechos, por lo tanto, a
veces un rumor basta para generar creencias y actitudes. Finalmente, el rumor
no cuesta nada: es un arma política sin un costo directo.
Durante
las últimas semanas en nuestro país, hemos sido testigos de una extraña y
repentina aparición de rumores sobre la estabilidad del gobierno, sobre la
supuesta inminencia de su caída y sobre presuntos movimientos militares de todo
tipo. La gente cita pretendidas informaciones provenientes de las fuentes más
diversas –y, por supuesto– imposibles de
corroborar, que no sólo han hecho reaparecer el tristemente recordado consejo
de "compren comida, por si acaso", sino que han impregnado el
ambiente nacional de un asfixiante y nauseabundo hedor militarista.
Cualquiera
que tenga dos dedos de frente, o posea un mínimo conocimiento sobre cómo se
bate el cobre en la política venezolana,
se dará fácilmente cuenta que esta ola de rumores, dado su efecto sobre
la conducta de los venezolanos, sólo puede tener un origen, y está en las
elegantes oficinas de los asesores cubanos del débil gobierno del
madurocabellismo. ¿Por qué? Simplemente porque el rumor militarista alimenta la
abstención en las filas opositoras, justo cuando más lo necesita el gobierno, que
conoce muy bien las encuestas y la realidad de las calles, y sabe que si la
gente sale a votar el próximo 8 de diciembre, y canaliza a través de una
participación electoral masiva su legítima indignación ante el caos en que la
dupla Maduro-Cabello los ha obligado a vivir, al gobierno le espera una derrota
tan aplastante que estará abriendo las puertas para viabilizar una salida
democrática y constitucional a la crisis.
Frente a este peligro, y a semejanza de las estrategias goebbelianas, se
lanzan rumores que buscan paralizar a la gente, sacarla del estado organizativo
y llevarla a un estado psicológico pasivo-expectante, donde se refuerza el
pensamiento mágico de las soluciones fáciles y voluntaristas, y se retrotrae a
la población a estadios fantasiosos alejados de la realidad. Nadie va estar
pensando en organizarse ni en elecciones en ese estado. La apuesta del gobierno
apunta desesperadamente en esa dirección.
La oposición no tiene ninguna intención de abandonar la que ha sido la única estrategia exitosa de los últimos 15 años: apostar todo a la organización popular, la acumulación de espacios de poder y la insistencia en la vía electoral como instrumento de cambio social. Nada ni nadie la va a sacar de ese camino. Dejemos al gobierno solo con sus rumores, y no le hagamos el juego a quien sólo merece ser vencido como lo hacen las grandes naciones: en las urnas y a punta de pueblo
@angeloropeza182
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