Después de
desaparecido el Presidente Chávez, el equipo de gobierno que rige el destino del país se ha mostrado incapaz para
resolver los graves problemas que afectan a todos los sectores de nuestra
población, particularmente a los más débiles y desamparados del mal llamado
“pueblo” --puesto que pueblo es el
conjunto de todos los ciudadanos de una Nación-- quienes son, sin dudas, los más afectados por
los múltiples efectos negativos de la situación que estamos viviendo.
Más allá de la grave
crisis económica que afecta severamente a todos los venezolanos, atribuible,
seguramente, no a mala voluntad por parte de quienes nos gobiernan sino a su
incapacidad y desconocimiento de lo que debe ser un acertado manejo y
conducción de la economía de un país, pero que ha desajustado y boqueado todas
las actividades y servicios que dependen de financiamientos adecuados a las
necesidades de la población, más allá de ello, prácticamente todos los sectores
productivos y operativos de la vida de esta Nación, sin que el equipo
gubernamental logre encontrar salidas acertadas para resolver los graves
problemas que enfrentamos: desde la
producción hasta la seguridad ciudadana; desde la educación universitaria,
secundaria y elemental hasta el trabajo de los empleados sean del gobierno o de
las empresas privadas establecidas aún en el país; desde las farmacias que
proveen medicinas a todos los venezolanos, hasta la circulación por ciudades y
carreteras, pues en las primeras reina totalmente el desorden y la anarquía,
mientras en las segundas, aparte de la inseguridad total, predomina el pésimo
estado de las vías de comunicación. Desde la falta continua de electricidad en
casi todo el país, hasta los repetidos incendios en los depósitos petrolero de
la antes “gallina de los huevos de oro” que fue PDVSA.
¿A dónde vamos,
entonces?
¿A una guerra civil
como la que destrozó esta Patria en el siglo XIX?
¿A repetir aquí el
caso de Egipto, que ya cambió de gobierno para cederlo al sector militar? ¿O al
triste caso de España en los años 30 del siglo pasado? ¿O al no menos triste de
Chile bajo el gobierno de Pinochet?
¿A profundizar la anarquía?
Por supuesto, no
estoy de acuerdo con nada de todo eso. A mi manera de ver, se impone el
diálogo, como lo dijo en Río el Papa Francisco. ¿Está trancado el dominó? ¿Es
posible dialogar en este ambiente? Abundan radicales de lado y lado que harían fracasar
todo diálogo. Pero, aun así, hay que tratar, por todos los medios posibles, el
que se logré dialogar.
Después de todo,
debemos ponernos en manos del Señor que todo lo puede.
ppaulbello@gmail.com
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