viernes, 2 de agosto de 2013

MERCEDES PULIDO, NADA NOS ASOMBRA

Como decía Hegel y lo retoma Gadamer en su obra “Verdad y Método”: La “mala infinitud” existe y nos rodea. La capacidad infinita de maldad es una realidad. Dos símbolos de la corrupción en un caso con más de 20 denuncias sin procesamiento y en otro la expulsión de su institución por malversación son los encargados de asumirse como los jueces de la moral ciudadana, sin el menor parpadeo.

¿Qué hay detrás de ello? La intencionalidad en la acción humana es una pregunta obligada. Es evidente que la historia reciente nos recuerda una mezcla peligrosa: Del vínculo entre la crisis económica social y la corrupción. Carlos Andrés Pérez la vivió y la sufrió. Por ello no es extraño que ante el marasmo económico y social actual se busque convertir la lucha contra la corrupción como el arma del Gobierno de la moralidad. Es una movida adelantada para embestir contra toda posibilidad de que la población afinque su desesperanza en el régimen que impera. Pero no por ello deja de ser evidencia de una capacidad infinita de maldad y de cinismo.

Empezamos por el cínico tratamiento de Franklin Brito y ahora el de Simonovis, los desmanes que se pretenden encubrir de la violencia oficial en la patria segura, la violación constitucional sin máscaras de la arremetida teatral y cínica contra el diputado Mardo, la constante amenaza a cualquier disidencia empezando por la compra masiva de los medios de comunicación que se refuerza con las declaraciones del Ejecutivo de seguir expropiando los medios de producción sabiendo que no hay ni producción ni inversión alternativa. Todo ello apunta a querer romper con cualquier artimaña el posible vínculo entre crisis y responsables de la misma.

Carlos Tablante y Marcos Tarre valientemente denuncian la organización del Estado Delincuencial, evidencia que podemos los demócratas tener siempre diferencias por la diversidad del pensamiento y la acción pero los artífices de cualquier delito tienen una lealtad a ultranza en la complicidad delincuencial, allí no hay límites sino hermandad en la capacidad infinita de maldad. Recientemente Consultores 21 señaló la desesperanza como una realidad creciente en nuestra vida cotidiana y visión de futuro inmediato. ¿Será esa atmósfera la que siendo utilizada como control de nuestras motivaciones, la que nos lleva a aceptar cínicamente la maldad y meternos todos en el bojote de la corrupción para sobrevivir? Las protestas diarias demuestran lo contrario pero, cómo articular ello con una muralla frente al miedo o la imposición de la fuerza. Si el cinismo reinante nos lleva a perder la capacidad de asombro, nos queda la resistencia para tumbar las máscaras de los mil rostros de la maldad. Tal vez, el diálogo desordenado pero expresivo, sea la vía para conocer la maldad y también para afrontarla con la propia construcción de la esperanza. Difícil es, pero no imposible.

mercedes.pulido@gmail.com



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