El hispanoamericanismo liberal debe ser criba de valores y también, en las partes enfermas, escalpelo y cauterio.
En ciertos sectores sociales y en particular
en varios medios informativos, se
escucha o lee con frecuencia el término hispano o latino. El uso del primero es
relativamente reciente, porque se afirma que surgió en los años 20 del siglo
pasado, para identificar a las personas que hablan español y cuya cultura se
origina en el país ibérico.
Sin dudas es Estados Unidos el país donde más
se usan esos términos como parte fundamental de un esfuerzo de un sector de la
sociedad que legítimamente pretende
identificar una minoría que procede de diferentes países y que a
pesar de las razonables diferencias
regionales, tienen mas factores en
común, particularmente el idioma, que elementos que sean contrarios a una
identidad común.
No obstante, no se puede pasar por alto que
en los tiempos de las grandes inmigraciones europeas, los sociólogos
estadounidenses de la época no identificaban a los irlandeses, italianos y
alemanes, unos pocos ejemplos, como europeos, quizás la excepción fueron los
judíos, porque aunque procedían de diferentes países, tenían el denominador común de una religión.
Tal vez el que no se produjera una
identificación a esos grupos migratorios radicó, entre otros factores, en que los grandes núcleos de esas
poblaciones se asentaban en áreas muy especificas y que el limitado desarrollo
de las comunicaciones y del transporte dificultaban la identificación de
intereses comunes, situación que la globalización, las redes sociales y la
profundización del estado de derecho han
facilitado, posibilitando el fortalecimiento de la influencia hispana.
A diferencia de otras emigraciones, los
hispanos se han diseminado por todos el país y aunque algunas nacionalidades
que integran la precaria definición tienen mas inclinación a asentarse en una
región que otra, su presencia es nacional y su influencia de igual condición,
lo que tal vez ha motivado una especie de hispano centrismo en algunas personalidades,
organizaciones no gubernamentales y hasta en entidades comerciales,
particularmente medios de comunicación, que se han sumado al coro quizás por
algo de altruismo, pero también como una práctica de mercado de la que esperan
beneficios.
Pero la prudencia cuando se promueve una
causa es conveniente, porque se disminuyen los pretextos de los potenciales o
reales enemigos que la puedan afrontar.
Los que promueven la hispanidad, religiosos,
políticos o comunicadores sociales
deberían ser mas cuidadosos al exponer sus puntos de vistas, ya que en
ocasiones sus críticas a este país son tan absolutas e incluyentes que algunos
podrían ver un toque de racismo en ellas.
Es importante, trascendente, defender las raíces de la nación de que la se
procede pero sin caer en chauvinismo, sin asumir la concepción de que tenemos
privilegios por el simple hecho de formar parte de una cultura o una etnia y
esa es lamentablemente la opinión que generan algunos promotores de la hispanidad, al extremo que dan la impresión
de que están convencidos que sus iguales han bendecido a este país con su
presencia.
Los problemas de un ciudadano en cualquier
país, ya sea por nacimiento o adquirida la ciudadanía, son comunes: Trabajo,
educación, vivienda, salud y el respeto a sus derechos por parte de las
autoridades, pero ningún grupo o sector, debe disfrutar de privilegios que
vayan en detrimento de una parte de la sociedad.
Los hispanos y en consecuencia la
hispanidad han ido adquiriendo en este
país una particular importancia, entre otros factores porque su creciente
presencia les convierte en objetivo de cualquier político y porque según
aumenta su número, aun cuando no pueda participar en las elecciones, son un
mercado de consumo que ninguna empresa de servicios o producción puede
atreverse a descuidar.
Pero esa creciente influencia también puede
ser objetivo de demagogos presentes en la política, los medios o la academia,
que pueden transformar la hispanidad en un etnocentrismo que afecte los
progresos alcanzados y que nos segregue de la comunidad nacional.
Es chocante escuchar una noticia en la que el
presentador menciona las bajas ocasionadas por un ataque terrorista y señala, “murieron tres soldados, entre
ellos un hispano”, otra que refiere, “cuatro hispanos fueron heridos en Coconut
Grove” o a una presentadora que durante un programa de variedades le pregunta a
su colega si entre los seleccionados masculinos en un certamen, había algún
hispano.
Ser huésped y más cuando no se ha sido
invitado, implica respetar las reglas del dueño de la casa. Hay que estar
dispuesto a formar parte del país que hemos elegido, lo que no implica perder
la identidad propia.
Llegar a un lugar al que se arriba por propia
decisión y demonizarlo, es absurdo e injusto, y todavía lo es más cuando se tiene la posibilidad de
retornar a la casa propia.
http://www.filosofia.org/hem/dep/sol/9271213.htm
El
Sol
Madrid,
martes 13 de diciembre de 1927
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Pedro
Corzo
EL
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