El
plan de paz que diseñó en 1987 puso fin a una guerra civil que se había cobrado
más de cien mil víctimas en Centroamérica, y lo hizo peleando contra la
oposición simultánea de los Estados Unidos y de la Unión Soviética: no es
exagerado decir que se enfrentó a la Guerra Fría y salió ganando. Ha viajado
por medio mundo enterándose de los procesos de paz que se han dado en otros
conflictos, de Sudáfrica a Irlanda, y ha liderado las políticas de desarme más
exitosas que se han visto en nuestro continente.
Por todo eso, era lícito
esperar que su presencia esta semana en Colombia atrajera la atención de los
que tienen algo que decir acerca del proceso de La Habana. Arias vino invitado
por Ulibro, la Feria del Libro de Bucaramanga, y allí, en el auditorio nuevo de
la Universidad Autónoma, este hombre que se ha ganado a pulso el derecho de
hablar de paz hizo un discurso lleno de ideas y propuestas y consejos. Pero los
posibles beneficiarios de su experiencia, las personas que ahora mismo negocian
nuestro futuro o tienen voz o voto sobre lo que pasa en La Habana, no estaban
allí. Y les habría venido bien oír lo que dijo.
O
quizá soy injusto: quizá esos beneficiarios siguieron atentamente las
conferencias por streaming. Si es así, habrán escuchado a Óscar Arias decir que
el proceso de paz, en su opinión, habría debido comenzar con el cese de
hostilidades: “Acordar un alto al fuego, a los secuestros, a los asaltos, a los
atentados, hubiera sido una demostración elemental de buena fe de las dos
partes en conflicto y también una de las mejores maneras de aumentar las
probabilidades de que se sintieran comprometidas a llevar la negociación hasta
el final. Para que un proceso de negociación tenga éxito, todos deben sentir
que tienen participación en el resultado y que tienen mucho que perder en caso
de desistir”. Habrán escuchado a Óscar Arias decir que, al contrario de las
opiniones que han manifestado varios de nuestros congresistas y negociadores,
el tiempo no es ilimitado: “Muchas veces he dicho que la paz no es fruto de la
impaciencia. Pero mucho menos es fruto del perfeccionismo y la postergación.
Las partes deben sentir que tienen tiempo para decidir, pero que ese tiempo no
es ilimitado. El conflicto centroamericano nos enseñó la importancia de
aprovechar el moméntum. La atención del mundo es breve, los recursos son
escasos y otras prioridades compiten siempre con la búsqueda de la paz”.
La
guerra que Arias logró terminar es, con mucho, la más parecida a la que nos
agobia, y sólo por eso son atendibles (yo diría: invaluables) sus lecciones, su
experiencia y su sensatez.
“Se requiere humildad y flexibilidad”, dijo Arias
hablando de los procesos de paz. “Se requiere hidalguía y sentido de
responsabilidad histórica.
Lo que nos enseñan procesos como el de Irlanda del
Norte, como el de Sudáfrica, como el de Centroamérica, es que la paz no es la
obra de héroes ni titanes, sino de hombres y mujeres imperfectos, luchando en
tiempos difíciles por un resultado incierto”.
Eso
dijo Arias. Y yo me digo: ojalá alguien, en Cuba o en Colombia, haya tomado
nota.
http://www.elespectador.com/opinion/lecciones-de-paz-oidos-ausentes-columna-443365
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