El castellano de Venezuela es hoy una lengua
muerta: la sociedad no tiene manera de decir basta. No hay, en el lenguaje o en
algún sistema abstracto (incluidas las leyes y las instituciones), forma
eficiente de detener esta degradación desenfrenada.
La conversación entre un coronel de las
fuerzas armadas cubanas y Mario Silva, sicario de Hugo Chávez, a quien éste
encargaba de perpetrar sus asesinatos morales, ha puesto a Venezuela frente a
una realidad que el país intentó por todos los medios desconocer: hemos sido
ocupados por una impotencia extranjera. Los hijos de los libertadores del siglo
XIX hemos sido colonizados por una islita hambreada, presa de una tiranía de
más de medio siglo, destino turístico sexual de Europa e incubadora de un
patético destino humano: la jinetera y su intrincada red de chulos.
Esta vergonzosa certeza se había mantenido
elusiva, pese a la presencia indisimulada de agentes del castrismo en todos los
estratos del poder, incluidos las fuerzas armadas, todos los ministerios, los
registros mercantiles, las oficinas de extranjería y, naturalmente, los dos
jefes del Estado que ha dado el chavismo cuya cautividad de La Habana es
evidente en el acento antillano con que hablan. Lo teníamos delante. Era
cotidiano, agobiante, abyecto e ignominioso. Y, sin embargo, se mantenía
subterráneo.
Ese diálogo de bandoleros que tuvimos que
tragar es la evidencia definitiva, la demostración concluyente que no podremos
soslayar, de la deshonra que nos tizna. A presenciarlo, con bombos y platillos,
nos invitó la oposición democrática, a través de los reiterados mensajes de
Henrique Capriles, quien voceaba en las redes sociales como quien empuña un
megáfono para publicitar, en las calles de una aldea, la inminente función de
circo. Con innecesario y pueril suspenso, la grabación fue anunciada como si se
tratara de un logro de la oposición, del país, de algún venezolano, de algo
positivo que por fin hubiera ocurrido. Muy lejos de eso, era el reventón de un
pozo séptico que en su estallido no sólo dejó pringado al presidente de la
Asamblea Nacional, cubierto de insultos y de imputaciones, al Ejército de
Venezuela, a muchos altos oficiales de la Fuerza Armada, al Consejo Nacional
Electoral, al partido de gobierno, a ciertos directivos de VTV, al Presidente
de la república impuesto por el CNE, a la primera dama… no sólo enterró a estos
en una montaña de vituperios, sino, lo más importante, es que aplastó al pueblo
venezolano al restregarle en la cara su subordinación a los Castro y su soldadesca.
Lo más prominente del monólogo de Silva es la
constatación, por boca del gran vocero del chavismo (después de Fidel Castro y
Hugo Chávez), de que en Venezuela no se mueve una hoja sin aprobación de los
Castro y sin que suponga un beneficio para su régimen. Los recursos de
Venezuela, sus instituciones, sus tradiciones democráticas, culturales y
espirituales, la dignidad de los venezolanos, lo más sagrado de la república,
todo es leña para la hoguera que mantiene tibios los cadáveres insepultos de
los Castro. Nuestro país es bodega para el saqueo cubano, con la connivencia,
naturalmente, de sus cómplices locales. El Presidente es un bobo que ellos
naricean. La industria petrolera es botín que ellos controlan.
No es la primera vez que la tiranía cubana
pone en riesgo sus intereses de ultramar por esa necesidad de jactarse del
dominio que ejercen sobre otros países. Mucho de eso ocurrió en la isla de
Granada, donde se cebaron como garrapatas e hicieron exhibición de su asalto
hasta extremos intolerables… O en el Chile de Allende, donde Fidel Castro no
sólo distribuyó sus comisionados sino que se instaló por tres semanas, recorrió
el país, se permitió manifestar su escepticismo frente a la vía pacífica de
Allende y, en el acto de despedida del Estadio Nacional, insultó a la oposición
chilena.
Por algún vericueto de su perversa
psicología, a los cubanos no les basta ejercer su hegemonía, necesitan aún
prendas de vejación. Ya las tienen. No nos han ahorrado afrentas. Tanto se han
llevado que también nos han dejado sin las palabras necesarias para consolar el
alma lacerada y dar inicio al relato que contribuya a suturar el país
malherido.
@MilagrosSocorro
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