Hace
muuucho tiempo (no tiempo cronológico sino ideológico), mi amigo Ibsen Martínez
escribió un artículo llamado "Escoria, ¿alguien me llamó escoria?"
(El Universal 06-03-1999) en el que, aparte de ridiculizar a Henrique Salas
Römer, comentó que Francis Scott Fitzgerald dijo que si uno no ha nacido rico
le resulta casi imposible entender lo que significa serlo y comprender por qué
los ricos se portan como lo hacen. El autor de El gran Gatsby resumía la cosa
diciendo que los ricos siempre se creen mejores que nosotros, aunque algunos de
ellos hasta accedan a arrastrarse de vez en cuando por las calles sucias de
nuestro mundo.
Bueno,
han pasado catorce años de aquel artículo y el amigo Martínez parece haber
perdido la fe en el aserto de Fitzgerald. Por una de sus más recientes
creaciones periodístico-literarias, todo parece indicar que ha comenzado a
entender a los ricos, a pensar como ellos, aunque haya nacido –como lo dice
orgullosamente en su pieza de 1999– en el barrio Los Alpes, por los lados de El
Cementerio.
Ibsen
ha pintado las manifestaciones populares que acompañaron las exequias del
comandante Hugo Chávez, con la expresión "merienda de negros", que
–vaya ironía– le hubiese cuadrado mucho mejor al objeto de sus críticas de
entonces, el godo Salas, porque ese sí tiene los ojos azules.
Creo
que este episodio indica la profundidad del drama que atraviesa nuestra
oposición (es nuestra, no pretendan quitárnosla): por un lado, la dirección
política y la vocería la llevan unos ricos y unas ricas que –no logran
ocultarlo ni con los consejos de diez asesores– se creen mejores que la gente
común, aunque últimamente anden en plan de dirigentes sociales; y por el otro
lado, el sustento ideológico de ese movimiento de ricachones corre por cuenta
de unos intelectuales que nacieron pobres y algunos hasta fueron de izquierda,
pero es obvio que se cansaron de ser pueblo.
Sobre
los ricos y las ricas que han tomado el timón opositor me basta con citar a
Fitzgerald, citado a su vez (en 1999, aclaremos) por el autor de la telenovela
hiperrealista Por estas calles: "son blandos donde el resto de nosotros
somos duros; y cínicos donde somos crédulos". ¿Puede haber una mejor
definición de lo que hemos visto en esta última y sui géneris campaña
presidencial?
Se
supone que corresponde a los intelectuales opositores curtidos de pueblo tratar
de suplir las carencias de los millonarios metidos a políticos en aspectos
clave para llegar al poder democráticamente, como lo son el contacto con el
pueblo y la sensibilidad social. Pero –al menos si se juzga por el caso de
Ibsen– ha ocurrido un proceso contrario: de tanto colearse en
"degustaciones de blanquitos", estos personajes han terminado
poniéndose blandos donde antes eran duros y cínicos allí mismo donde lo son los
ricos (pero sin la plata).
clodoher@yahoo.com
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