Cómo va a esperar consideraciones y alguna
piedad quien tan groseramente se jacta de tener derechos sobre Venezuela y de
tratar a este como lo ha hecho con la pobre Cuba, arruinada y reducida a una posición
mendicante
Ante el silencio alcahueta de los jefes de
Estado presentes en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños y de la Unión Europea, realizada esta semana en Santiago de Chile, el
dictador cubano Raúl Castro amenazó a la oposición venezolana y la insultó
calificándola de golpista. Ni una sola voz se alzó para reprochar, aunque fuera
tímidamente, el atropello perpetrado por un individuo que se encontraba allí
sin haber sido elegido por la voluntad popular; y que, muy lejos de eso, es
presidente de Cuba por vía hereditaria, tras la dimisión de quien ha estado en
el poder por más de medio siglo.
Ni uno solo de los presentes recordó que
Chávez, cuyo régimen estaba defendiendo Castro de supuestas "amenazas de
los sectores violentos", irrumpió en la escena pública al encabezar un
golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, cuya integridad física contemplaba
violentar la felonía. De seguro alguno de esos mandatarios o sus organizaciones
políticas recibieron en algún momento el apoyo del presidente Pérez, de Acción
Democrática y de la democracia venezolana; y, con toda certeza, estos factores
constituyeron un respaldo para las democracias adscritas a Celac y UE, al
tiempo que un firme repudio a los gobiernos de facto y toda forma de
totalitarismo que asolaron muchos de esos países en su momento. Todo eso se ha
borrado de la memoria de quienes hicieron la claque de Raúl Castro en Santiago.
Y, hasta donde se sabe, ni un solo chileno susurró una reivindicación para
Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela cuando se trazó "la autopista
del sur", una vía virtual, construida con solidaridad e inmensa
generosidad para recibir a los perseguidos por las dictaduras militares del
cono sur.
Desde luego, no hubo allí, tampoco, un
venezolano que se le plantara a Raúl Castro y le exigiera respeto para la
fuerza opositora democrática, que, contra todas las triquiñuelas, obtuvo más de
seis millones de votos en octubre pasado. Los venezolanos que adversan a Chávez
no tuvieron, en ese escenario internacional, un equivalente de José Luis
Rodríguez Zapatero, quien puso en su lugar a Chávez, en la XVII Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada también en Santiago de Chile, en
noviembre de 2007, cuando el golpista del 92 lo interrumpió para insultar a al
ex presidente del Gobierno español José María Aznar, desde luego, en ausencia
de este (no se sabe que Chávez haya injuriado a alguien en su cara). Rodríguez
Zapatero lo paró en seco recordándole que Aznar "había sido elegido por
españoles" para quienes exigía respeto. Dado que Chávez siguió
vociferando, el rey Juan Carlos lo conminó a la moderación con la famosa frase:
"¿Por qué no te callas?".
Es evidente que Raúl Castro, aferrado con
uñas y dientes a la limosna que le mata el hambre, aprovechó la tribuna para
desplegar un desesperado intento de intimidar a la oposición venezolana. Es un
acto de gran torpeza del hermanito segundón, no solo porque deja muy claro que
el personaje de Chávez es una creación de Cuba, de donde provenía no solo el
guión de su proceder sino, incluso, el discurso letra por letra. Prueba de ello
es que, al encontrarse inhabilitado por la enfermedad para hablar, los Castro
lo hacen en su lugar con idéntica entonación y fraseo, un libreto tallado en piedra
desde que Chávez era un simple arañero, que no soñaba con llegar al poder izado
sobre esa ola de resquemor hacia la democracia, que cada cierto tiempo segrega
autócratas.
Lo más grave es que la afrenta supone una
declaración de guerra a los demócratas venezolanos, víctimas de las constantes
agresiones de Chávez, quien tiene el respaldo de la mitad del país. A Raúl
Castro solo lo endosa la voracidad por el petróleo venezolano. Cómo va a
esperar consideraciones y alguna piedad quien tan groseramente se jacta de
tener derechos sobre Venezuela y de tratar a este como lo ha hecho con la pobre
Cuba, arruinada y reducida a una posición mendicante.
Los Castro se han cansado de atentar contra
los gobiernos de todos los países representados en Celac-UE: les han plantado
guerrilleros, mecanismos de inteligencia, traficantes de drogas, marfil,
piedras preciosas, armas... y ahí estaban aplaudiendo a uno de los más
conspicuos violadores de derechos humanos.
Con esta bofetada a la soberanía de
Venezuela, Raúl Castro ha ido demasiado lejos. Ya lo veremos lamer el zapato de
aquel que ayer vilipendió y mañana será su acreedor.
socorromilagros@gmail.com
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