La historia se empeña en repetirse y somos
nosotros los encargados de recordarla. Era una vez un país con riquezas y le
aplicaron un viernes negro y la economía se lastimó. Treinta años después
aplican un viernes rojo, después de otras devaluaciones, con un dólar engañoso
de 4,30 a otro oficial disparado a 6,30 que beneficia solo a sus autores.
Las conocidas y rechazadas cadenas nacionales
por radio y televisión son otro caso típico que traemos a colación. Hace pocos
días todos criticaron la cadena que se hizo para promover la imagen del mandatario nacional,
usando la gorra y los símbolos patrios desde 1999, mientras que el excandidato
de la oposición exige en 2013 que no se la expropien. La gorrita en cuestión ya
había sido usada por el presidente ausente en el año 2011. Todo ello hoy día ha
sido motivo de un gran debate nacional. Dame mi gorra, esta gorra es mía, toma
tu gorra y para de contar.
En el año 2010 se destapó la corrupción en
torno a 130 mil toneladas de comidas descompuestas halladas en contenedores, lo
que conmovió a todo el país porque tocaba la alimentación de los venezolanos en
lo que se llamó el Caso Pudreval. La historia desencadeno nuevos hallazgos en
distintos estados y por estos días se coloca en la palestra un informe de la
Contraloría General de la República, el cual demuestra que en las Aduanas de
Puerto Cabello y La Guaira se determinaron 65 contenedores con alimentos
dañados.
En honor a la verdad, no podemos dejar de
mencionar la incertidumbre que hay en torno a la enfermedad del presidente, su
ausencia larga y protagónica irremediablemente nos obliga a desembocar en un
trozo de historia que nos fue obsequiada y escrita por Rufino Blanco Fombona en
1907: “Acaba de pasar en tren expreso para Caracas el General Cipriano Castro,
enfermo desde hace ocho meses y que buscaba la salud, de meses para acá, en el
balneario de Macuto. En países como el nuestro donde por costumbre inveterada y
retardataria el Primer Magistrado tiene un poder más vasto del que (ya enorme)
señalan las instituciones, es, a veces, mayor freno para ambiciones en juego la
persona del Magistrado que el libro de la Ley; Patria. ¡Qué absurdo! Castro va
macilento, flaco, rojo el cerco de los ojos, caídos los párpados, haciendo
visible esfuerzo por mantenerse firme en el asiento a la contemplación de las
curiosas multitudes que se apiñan en los andenes y a lo largo de la vía para
verlo. Y en ese vagón de ferrocarril, junto con ese hombre extenuado y en
demacración va también, canijo y maltrecho, el destino de Venezuela. Esa
piltrafa humana ha sido adulada, poderosa, feliz. Dio guerra a pueblos de ambos
continentes; y una actitud suya o una opinión se tomaba en cuenta lo mismo en
Caracas que en Washington, y casi tanto en Amsterdam o en París como en Bogotá.
Porque dentro de esa lámpara, hoy despostillada, ardía una gran luz: la
voluntad. Esa luz amenazó varias veces con una extensa conflagración, ya que
dados los enclavijamientos de odios e intereses internacionales, en el mundo
que vivimos, un grano de arena puede bastar para detener el engranaje y la
complicada maquinaria de la política universal. Y ese hombre cuyo ceño
encapotado causó miedo, estupor o silencio, ese hombre que se vio siempre
adulado hasta en sus vicios, obedecido hasta en sus caprichos, celebrado hasta
en sus errores, ese hombre que se vio aplaudido, en el menor de sus gestos,
como un histrión; celebrado por el sicofantes en el menor de sus rescriptos,
como un Emperador de Bizancio; cantado por el Romancero del servilismo en la
menor de sus hazañas, como un Conquistador; ese hombre, ayer cifra de esperanza
para tantos y a quien adulones de alquiler, besaba las plantas, orgulloso de su
servilismo, ese hombre hoy es objeto de un solo deseo: el deseo de que muera.
En efecto, sólo es ya un estorbo. Sus enemigos desean que muera porque Cipriano
Castro fue duro con sus adversarios. Hay algo menos explicable: que sus amigos,
que sus tenientes, que sus aduladores de ayer, atisben por la cortina del lecho
la agonía del ídolo expirante”.
La farándula tampoco ha dejado de sorprender
cuando en el año 2011 el cantautor Hany Kauam obsequió una guitarra al presidente,
un rato estuvo “El Puma” José Luis Rodríguez apoyando al régimen y luego
levantó vuelo, perdón, emprendió la carrera hacia otros lados. Ya se conocía la
tendencia del desaparecido cómico “Joselo”. Por esas calles se comenta que
también Mimí Lazo, el Maestro José Antonio Abreu y su pupilo Dudamel y otros
más venezolanos y extranjeros, hasta llegar ahora, sin que sorprenda, la pelada
de rodilla que hizo Winston Vallenilla para llevarse nada menos que el premio
gordo ¡Familiaaaa!
Es de regular condición los saltos del dólar
y de talanquera que se producen entre
políticos, en estos y otros tiempos pasados. De tal manera que la historia
entretiene, ataca despiadadamente y nos ubica entre el espacio del pasado y el
presente. Ella solita se encarga de cachetearnos la memoria ¡Dios salve a la
historia!
susana.morffe@gmail.com
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