Siempre
me he preguntado ¿cuál será el estado de la salud mental de muchos venezolanos?
Mientras que en otras ciudades del mundo ese estudio se ha hecho, sin miedo
alguno, en Venezuela, creo que son pocas las personas que se han atrevido a
realizarlo.
Pero
pienso, no necesitar, en parte ese estudio para concluir, desde esta columna y
por mi profesión de psicóloga, que estamos en medio de una sociedad llena de
odios, resentimientos y envidias, que atemoriza.
No
es más que ver a una persona sobresalir, para caerle encima. Y lo que no
sepamos de ella lo inventamos. Estamos viviendo en una comunidad llena de
exclusión y prejuicios. Pero lo más absurdo es que los comportamientos, que
como sociedad deberíamos condenar, con lo que se conoce como reproche social,
no lo hacemos. Hemos trocado los valores a tal grado, que ya estamos en fase
terminal.
Por
ejemplo, ya en los colegios y liceos no es como antes, cuando padres exigían a
sus hijos, ser amigo del estudiante más aplicado. No, hoy, hay que ser es amigo
del hijo del 'duro', del 'chico o chica' de moda. Del famoso, en alusión a
quien aparece, súbitamente, en una subasta ganadera, y recoge a todo mundo.
Antes
las mamás, como lo dijo a inicios de 1983 Soad Louis, y casi la crucifican, que
a las niñas las preparaban era para ser candidatas a reinados de belleza y
después para casarse con el mejor 'partido' de la ciudad; hoy, las alistan es
para ser las novias, mujeres o amantes del nuevo 'rico politiquero' de la
ciudad.
Pero
vayamos más allá de lo familiar. Hoy, son muchos los comerciantes, que en
público, condenan la corrupción, pero en privado, son los que le llevan las
nuevas ideas de 'contratación' a los gobernantes de turno y a los políticos,
para tumbarse los dineros del Estado.
Yo,
estoy convencida, que son muchos 'privados' los que corrompen a los servidores
públicos. La cultura de la ilegalidad, así nos duela reconocerlo, nos avasalló.
Y el periodismo tristemente parece que no ha escapado a todo este tsunami. Hoy,
si un periodista no publica, por lo general sin citar la fuente, lo que dice un
comerciante de otro, el comunicador es un torcido e 'hijuetantas' cosas.
Aquí,
en este punto, tomo partido. No es mentira, los periodistas son muchas veces
utilizados. Y la mayoría de las veces no se dan cuenta. Me estoy refiriendo a
los periodistas honestos, que son la mayoría, solo que los bandidos hacen más
bulla. Creo que ha llegado el momento, en este oficio, que los periodistas se
comporten como los criminalistas, que se preguntan siempre a quién beneficia
tal crimen o delito. En el caso de un periodista, a quién beneficia tal
información o acusación.
Pero
sigamos con los 'privados'. Cuando estos logran su objetivo, con una
información que un periodista publica, lo más probable es que la fuente no se
cite, es anónima o pide el anonimato, éstos mismos 'privados' salen a
cuestionar al periodista, para desviar cualquier sospecha en contra de ellos.
Cuando el periodista los busca nuevamente, para hacer seguimiento a la noticia
o para precisar datos, se niegan a verlo y lo desconocen.
Esta
hipocresía es poca cosa, comparada con el odio, resentimiento y envidia que
segregan. Y lo que es peor, le exigen al periodista que herede los odios y
resentimientos que ellos tienen. Y como el periodista no lo haga, llaman al
director del medio para indisponerlo. Pero si el comunicador no tiene jefe,
entonces lo lapidan a punta de lengua.
Pongo
un ejemplo, en mi caso no como periodista porque no lo soy, sino como colaboradora de los medios en sus
páginas de opinión, no tengo porque odiar. No, yo no tengo porque heredar
resentimientos, envidias y odios ajenos, pero aun así, me mandan cientos de
correos con insultos por lo que escribo en mis columnas de opinión lo que
sucede en el país.
Yo
narro hechos, lo que observo, lo que veo, eso creo. Si las autoridades
investigan o no, ese no es mi problema, ni es mi rol como columnista denunciar.
Además, uno como colaboradora no puede
permitir que otros, nos escojan lo que escribimos. Perdonen la jactancia, pero
los articulistas y columnistas tenemos el derecho de escribir lo que nos dé la gana, mientras exista la libertad
de expresión.
Yo
quiero decirle, con todo respeto, consideración y afecto, a todos esos
militantes del partido de gobierno, que tienen como oficio alterno, tal vez es
el principal para algunos, deshollejar gente, que yo no soy articulista de
opinión de sus odios, rencores y envidias. Y jamás esperen que yo herede esos
viles sentimientos, que son un letal veneno para quien lo alberga.
Eso
sí, cuenten siempre conmigo, cuando se unan, no para condenar al prójimo, sino
para buscar cómo acabar con el desempleo rampante en Venezuela, cómo derrotar
la perversa iniquidad reinante en las ciudades y pueblos y la miserable pobreza
de todo nuestro país.
Aquí
todo mundo está de cacería. Pero no por convicción o con el ánimo de atacar la
corrupción o la ilegalidad, sino con la intención de estar en”la jauría”. La
amistad es el más bello sentimiento del ser humano. La complicidad, es una
perversa definición de lealtad. Y hay que tener bien clara esta diferencia en
la vida. Aprendamos señores a respetar la disidencia.
britozenair@gmail.com
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