No creemos que en Venezuela una gran mayoría esté dispuesta a ver su futuro regido
por el anciano dictador cubano. Maniobras, amenazas, desestabilizaciones habrá
muchas pero si sabemos por donde vienen las líneas podremos desmontarlas y
conducir al país por el sendero del progreso y de la libertad.
Tal
y como están las cosas por estos lares es cada día más evidente que sin Chávez
al Comandante Fidel no le interesa ni mucho menos le conviene que haya
elecciones en Venezuela.
Sus amenazas no son en vano, ya vemos que parte del
plan lo devela Maduro al invitar a los miembros de UNASUR a retirarse de la
Corte y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Esta acción
parece ser el primer paso hacia el retiro de la OEA y así impedir que esa
organización pueda asistir como observadora en los próximos comicios. ¿Cuantos
países además de los más obsecuentes del Alba lo harán?
Francamente creemos que
ninguno, sin embargo, el objetivo es crear perturbaciones y quién sabe si dejar
en el aire la sospecha de que pueden encenderse en la región algunos focos
revolucionarios. No se puede olvidar la tesis de los varios Vietnam, que por
anacrónica que ello resulte hoy en día es evidente que no todos los jugadores
de este perverso juego viven en el siglo XXI. Para muchos actores estamos
todavía en los años sesenta.
Unas
elecciones en Venezuela sin Chávez o con un Chávez disminuido son un riesgo que
Fidel no pareciera dispuesto a correr. Venezuela y Ecuador son parte de una
tenaza fundamental para por fin consolidar uno de los sueños de la Habana. Que
esta jugada progrese es harina de otro costal. Ni Colombia ni Brasil y tampoco
Perú pueden ser indiferentes a esta maniobra que no tiene asidero en el siglo
XXI. Con todos sus defectos e imperfecciones la democracia es un elemento
esencial en el progreso de América Latina.
Tampoco
creemos que en Venezuela una gran mayoría esté dispuesta a ver su futuro regido
por el anciano dictador cubano .Maniobras, amenazas, desestabilizaciones habrá
muchas pero si sabemos por donde vienen las líneas podremos desmontarlas y
conducir al país por el sendero del progreso y de la libertad. Eso si nunca se
pueden desestimar la capacidad de maniobra y la falta de escrúpulos de aquellos
que pretenden hacernos vivir en un pasado oprobioso.
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