La felonía la cometieron los hiper-ricos predadores
que inventaron a Leopoldo. A éste, por cierto, no le queda sino obedecerles,
como ha hecho hasta ahora. Tampoco hay que cargarle la mano a Capriles,
inconsciente producto de laboratorio que no ha aprendido a hilar dos ideas
juntas.
Acordados con Chávez, los hiper-ricos que inventaron y
manejan a Leopoldo López le forzaron a renunciar en un contubernio que divide
anímicamente a la Oposición. Cosa de negocios. Lo que alarma es que la clase
media no vea una maniobra tan evidente y siga cenando a como si nada mientras
al crucero opositor donde navega se le ha abierto un boquete más grande que el
del barco italiano.
López y Capriles no son culpables de nada, porque no
urdieron nada y hacen lo que les manden. Los tejedores son los grupos económicos
que los inventaron y los manejan en función de sus negocios, y Venezuela que se
joda.
Los
lugares comunes a veces son verdad, como ese de que la libertad depende de la
actitud política de su clase media. No de los altos niveles financieros o
empresariales, explicablemente dispuestos a tranzar con cualquier régimen que
les signifique beneficios. No de los pobres, a quienes poca energía queda
después del cotidiano esfuerzo de supervivencia. La clase media es la que mueve
las sociedades, no sólo porque allí está el pensamiento y la experticia, sino
porque es la única realmente ingenua, adonde no ha llegado el cinismo triste de
los pobres ni el cinismo sin poesía de los ricos.
Conscientes de que los pueblos se moverán hacia donde se mueva su clase
media, los aspirantes a tiranos tratan de reducirla para así reducir el
potencial de pensamiento y rebeldía de la sociedad, mientras los muy ricos, cómplices seriales y desleales
de los gobernantes que van pasando, se encargan de embrutecerla con fútbol y
cerveza –cada venezolano trasiega 75 litros de cerveza promedio al año, apenas
un litro menos que el campeón, que es el checo –en cuyo caso se explica, porque
su cerveza es óptima-, y bastante más que el alemán a quien suponíamos campeón pero
que, con ese tamañote, apenas puede beber 67 litros.
El
establecimiento en Venezuela de un régimen salvaje fue posible por el deterioro
moral de su clase media, dentro de lo cual el deterioro del estamento político
apenas fue un caso particular –los políticos, los profesionales y los militares
son clase media típicos. Ese deterioro fue uno de los tantos subproductos
dañinos del auge dinerario de los años setenta, accidente geológico en el cual
arranca la tragedia venezolana. El dinero inmerecido destruyó el marco moral de
la democracia y deformó hasta el gusto de la clase media responsable,
trabajadora y estudiosa, desarrollada después de la muerte de Gómez bajo una
sucesión de buenos gobiernos –incluido el de Pérez Jiménez.
Además de
potenciarnos la cursilería, la abundancia dineraria creó una sensación
colectiva de invulnerabilidad. No podía pasarnos nada realmente malo, nos
parecía, luego no había que preocuparse ni ocuparse. Con ese desgano, la clase
media votó por Chávez así como para castigar a los políticos. Después ha
comprobado que las personas y los pueblos estamos condenados a pagar
puntualmente nuestros errores.
Aquellos
años en que el chavismo se volvió inminente fue una de esas etapas en las
cuales he estado en malos términos con la clase media. Todas las mañanas en El
Nuevo País, varias veces al día en comentarios por Radio Rumbos, todas las
noches en Televén, todos los viernes en Zeta y continuamente dentro de Acción
Democrática, les hacía desagradables advertencias sobre un personaje a quien
conocía bien y por tanto sabía que se hacía pasar por nacionalista, se creía
secretamente comunista y era sin saberlo fascista, confusión que en los pueblos
mal conformados se produce con horrible frecuencia.
A la clase
media le disgustó que le hablara mal de su ídolo del momento. Me convertí en un sujeto extraño a quien se
miraba con una especie de temeroso horror, como si fueran contagiosas la
claridad mental que heredé de un padre anormalmente inteligente y el rigor
moral inducido en la infancia por mi madre, una aristócrata de provincia -que
son las aristócratas de verdad, las del estilo sobrio y la conducta recta.
En medio
de aquel asco, una noche cercana a las trágicas elecciones de 1998, le dije a
la teleaudiencia que no quería verla más, que se pudriera, ella que votaría por
Chávez. Bien merecido se lo tenía. Pero caí en el Senado y seguí en la cúpula
de Acción Democrática, donde me tocó ver el asqueroso espectáculo del miedo
–comparto con monstruos como George S. Patton el criterio de que a los cobardes
siquiera hay que abofetearlos, y a comunistas y fascistas no puedes darles una
oportunidad chiquitica así, porque te echan la gran vaina, según consta en la
Historia. Hasta escribí uno de mis poemas secretos en el cual me confesaba,
para mí solo, “viejo general de un ejército derrotado”. Al ejército de la gente
decente, me refería.
Hasta
que llegó la apoteosis de abril, con aquel gentío a paso inexorable hacia
Miraflores. ¡Mi clase media, carajo! Y Chávez mandó a disparar –no se lo
podremos cobrar en tribunales de aquí abajo, lo hará Dios. Una clase media
sacrificada, con líderes magníficos, Carlos Ortega y Enrique Mendoza, ahora
traicionados. Ortega vive un exilio de olvido y el caso de Mendoza es
dramático. El sifrino a quien encumbró en Miranda no cumplió su promesa y el
otro del mismo corte se le acaba de voltear después de aprovecharlo. Esta
derecha neonata, como las putas y los toros, no tiene palabra.
Y ya voy
a pelearme otra vez con la clase media, esa que no quiere que yo le diga lo que
le va a pasar, y yo se lo digo, y ella no me hace caso, y le pasa lo que le
dije, y no sé hasta cuándo vamos a estar en esto, ella y yo, como amantes que
se detestan pero no se dejan. No es que me moleste que no entienda, que
aprehender es privilegio de pocos. Lo que me exaspera es su manera cobarde de
no entender, de no pensar porque le asusta, de seguir mirando la política con
criterio de concurso de belleza, de entusiasmarse como una colegiala frente al
cantante que mueve las caderas, que no ha aprendido nada, o sea que le volverá
a pasar, una y otra vez, hasta que se vuelva toda ella proletaria.
Lo
primero en alarmar es que la clase media no cale la inmoralidad del pacto
López-Capriles. El pacto de la Oposición ya existía en la MUD, y era el de
conducirse con hidalguía, sin conversaciones secretas, en diáfana
transparencia, sin que nadie se sintiera amenazado, dispuestos todos a apoyar
con todos los hierros al que sacara más votos en las primarias. Lo importante
para el país democrático no era que el candidato de oposición fuera Capriles o
Pablo Pérez, sino que todos estuviéramos detrás del ganador para derrotar al
candidato del chavismo. ¿Cómo no horrorizarse cuando, por órdenes de sus bien
identificados financiadores, colaboradores conspicuos del régimen, López inmola
su propia carrera en un pacto que Capriles no necesitaba pero Chávez sí, porque
envenena las relaciones entre los factores de Oposición?
Las
buenas señoras que se indignan porque les muestro lo que ocurre se dejan
arrastrar por definiciones obsoletas, como la de copeyano o anti-copeyano y
adeco o anti-adeco. Es criminal que se esté pensando ahora en que uno es adeco
(Pérez) y el otro era copeyano (Capriles). Esas definiciones ya no existen. Las
borró el deslave social de 1998. Aquí lo que hay son unos fascio-castristas en
el poder y unos demócratas pataleando abajo, con unos traficantes del poder
viendo cómo le vuelven a poner la mano a la botija que manejaron bajo adecos y
copeyanos.
El pacto necesario contra el
fascio-castrismo ya existía en la MUD. Otro pacto, ¿contra quién sería? Una de
las señoras elegantes de las que me replican, lópez-caprilista off course, me
lo reveló en su agrio reproche: “Eres muy adeco”. Ah… Entonces el pacto era
contra los adecos… Pero, ¿no es con la maquinaria adeca con lo que se cuenta
para movilizar la gente a votar contra Chávez? ¿Y no es Acción Democrática el
eje de la alianza socialdemócrata que si no es mayoría en la Oposición –cosa
irrelevante- por lo menos es la otra mitad? Entonces, ¿es o no es el
contubernio López-Capriles un pacto de la mitad derechista contra la otra mitad
de la Oposición? Ahora, ¿cómo convencemos a los social-demócratas de que se
fajen por Capriles si Capriles gana las primarias? Esto lo sabía perfectamente
el amigo mío que se cambió la chaqueta después del 2002 y que ha urdido este
pacto, y por eso mismo lo hizo, porque el Gobierno y él sabían el daño que
estaba haciendo. Ya me dijeron cómo le pagará el Gobierno.
Todos sabemos que estas primarias de febrero no son
las verdaderas elecciones, porque al enemigo lo enfrentaremos será en octubre y
para esa fecha no debe haber contendores resentidos, no debemos tener facturas
que cobrarnos. El pacto, típico de la peor vieja política, nos somete a una
permanente desconfianza que nos acompañará a lo largo de la campaña.
Eso no hay manera de disimularlo y no dejará de
existir porque no se lo mencione. Esto era lo que los conspiradores esperaban,
que uno callara bajo el chantaje de que hablar le hará daño a la Oposición,
como si el daño estuviera en denunciarlo y no en hacerlo como ellos lo
hicieron.
Me pregunto cómo será el próximo debate entre los
aspirantes, mirándose todos de reojo y odiando cuatro de ellos a los dos
irresponsables sin sentido de la Historia, trampositos felices porque se
robaron la segunda, pavoneándose de una trastada infantil que compromete el
resultado final, incompetentes para manejar un proceso que requiere madurez y
conocimientos de los cuales ellos carecen. Sólo por un desconocimiento de la
alta política o una deficiencia intelectual básica pueden excusarse de la
sospecha que les muestra, y cada día los mostrará más, como colaboradores,
consciente o inconscientes, de la gran estrategia del régimen.
La clase media tiene el deber de analizar estas cosas
no a través del lente frívolo que le llevó a entusiasmarse con Irene Sáez y a
votar por Chávez, mucho menos por su memoria de la vieja política entre adecos
y copeyanos. Esto hay que verlo con rayos X para llegar al punto donde
verdaderamente se deciden los hechos políticos, que no es en la superficie
televisada. Aquí la fuerza de los partidos es escasa y precaria. Su capacidad
era casi nula hasta que Aveledo hizo el milagro del entendimiento. Eran dedos
frágiles que unidos en la MUD se convirtieron en dedos poderosos. Buscan la
recuperación de la democracia. Pero quienes están pendientes de la botija son
los grandes grupos económicos que fueron los únicos usufructuarios de la
democracia y también quienes la traicionaron, y aspiran a retornar sea con un
presidentico manejado por ellos o con un chavismo agradecido. Por el momento le
han proporcionado al Gobierno esta división del espíritu opositor. Luego harán
que los dos ligaditos actúen de la manera conveniente a la estrategia electoral
oficialista, como acaban de hacerlo.
Nadie quiere decirlo, pero a la Oposición la han
partido en dos toletes, sin que importe cuál de ellos es más grande. Estamos
divididos y envenenados. El desertor de abril ha cumplido su tarea y espera la
paga. Eso puede ser normal dentro de la felonía de los inmensamente ricos que
están acordados con Chávez por debajo de la mesa, pero no debería ser aceptable
en la moral de la clase media, que a estas alturas debería haber aprendido lo
bastante como para ver una maniobra tan transparente, y condenarla como una
increíble falta de palabra.
He comentado el pecado sin nombrar al pecador, lo cual
no quiere decir que me comprometa a no hacerlo. Por cierto, el felón no ha sido
Salas Römer, como se ha dicho. La felonía la cometieron los hiper-ricos
predadores que inventaron a Leopoldo. A éste, por cierto, no le queda sino
obedecerles, como ha hecho hasta ahora. Tampoco hay que cargarle la mano a
Capriles, inconsciente producto de laboratorio que no ha aprendido a hilar dos
ideas juntas. Los grandes muñidores de la tragedia nacional son otros, hijos
monstruosos de AD y Copei tranzados con Chávez. Son los villanos naturales de
la tragedia nacional y se portan como lo que son. Lo que me duele y me alarma
es que la clase media siga tapada de la cabeza. ¿Qué no ve como al crucero de
la Oposición nos le han abierto un boquete más grande que el del barco
italiano?
Rafael Poleo
Pendulo en Zeta
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