«Profunda, sostenida y alevosamente no he lastimado al Vulgo Ignorante: observándolo cómo, aun sin el pretexto de su indocta inteligencia, le obsede profesar culto a forajidos»
Ninguna persona
quiere vivir miserablemente, experimentar penurias económicas o físicas, estar
sometido a leyes oprobiosas que coarten [erosionen] sus inalienables derechos:
que son profusamente divulgados y conocidos hasta por los iletrados y que se
han admitido como naturales, inembargables e indiscutibles [de reconocimiento
universal] para los [fatohomos] quienes conformamos la Humanidad.
Nadie nace signado
para enfrentarse a miembros de su especie por motivaciones raciales, a causas
de doctrinas [políticas, religiosas] que impulsan el segregacionismo, la
exclusión de unos en beneficio de [mafias] cofradías de gobernantes y sus
inescrupulosos adhesos.
Nadie nace para
propiciar o aprobar el genocidio en sus numerosas facetas, la persecución u
hostigamiento contra quienes no inclinan su cerviz frente a la tiranía
institucionalizada de sediciosos resguardados por tropas de enfermos mentales a
la espera de una orden para matar. Nadie nace para ser un déspota o ser
sometido a un espécimen obviamente desnaturalizado como el tirano.
Los Derechos Humanos
no tienen límites, no son «secuestrables» o «bienes sujetos a confiscación»,
«interdictos», «tregua», «trueque» o «extradición». Son naturales, inmutables,
intransferibles e inmanentes al Ser Humano, a cualquier entidad pensante que
pueble el planeta, próximo o equidistante de nuestra realidad y tiempo.
Nadie puede arrogarse
una enteléquica, transcósmica, virtual y absurda «Ordenanza Divina» para
monitorear los pensamientos, creencias y
comportamientos de los ciudadanos apacibles que respetan los derechos
individuales Del Otro que igual anhela vivir en la paz.
Mucho menos quien
emplea intimidatoria y hostilmente las armas letales, los soldados y recursos
financieros [que determinada comunidad, tras fallida decisión, le hubiese
confiado para que resguardara la vida de todos los ciudadanos y mantuviese en
funcionamiento las instituciones del Estado].
La Moral Aprobatoria
no es presea de trifulcas, el trofeo que sólo tiene el derecho a exhibir quien
ha participado «exitosamente» en una riña con ventajosa alevosía provocada
contra indefensos.
Todo Ser Humano tiene
el derecho a pensar lo que le plazca, a procurarse un trabajo digno para
sobrevivir, a la satisfacción de sus necesidades básicas, a no ser perseguido,
encarcelado o asesinado por disentir. Todos merecemos ser [por nuestra
condición de humanos] médicamente auxiliados y tenemos el derecho a no ser
despedidos de nuestros trabajos por razones políticas.
Todos tenemos [tenemos,
tenemos, tenemos... ad infinitum, Derechos
Naturales, inmutables
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jimenezure@hotmail.com
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