lunes, 19 de noviembre de 2012

CARLOS BLANCO, "PARA ABORDAR LA CRISIS DE 2013 HAY QUE UNIR SIN EXCLUSIONES A MODERADOS Y RADICALES", TIEMPO DE PALABRA

PENAS Y GLORIAS
Si no se estuviese en esa difícil búsqueda de Dios por los rincones se podría mirar lo evidente. Hoy puede ser instructivo aprender de Chávez y de la izquierda bochinchera que está en el poder porque tiene experiencias que interesan a la oposición democrática. Está tan a la vista, tan obvio, que no se puede entender que estén allí.
Una de las pericias que Chávez puede mostrar y que en su tiempo exteriorizó desde una perspectiva histórica democrática Rómulo Betancourt, es la necesidad de un proyecto de poder. Es decir, no se apunta a una diana fija sino a un objetivo móvil: el poder. Para el logro de este propósito, Chávez conspiró, dio un golpe de estado, cortejó la abstención, participó en unas elecciones limpias, y finalmente encontró el camino: atrapar el poder, legitimarse a través de elecciones sucesivas y profanadas, y quedarse allí hasta que el cuerpo aguante. Su proyecto era y es mantenerse en el poder, mientras el de Betancourt era instaurar la democracia. En ambos casos el método no sustituyó al objetivo; participar en elecciones se convirtió en un instrumento para alcanzar el objetivo y no el objetivo mismo.
La izquierda bochinchera que hoy controla el Estado en un proyecto de corte militarista jamás se le arrugó el entrecejo cuando apelaba "a todas las formas de lucha", lo cual era el eufemismo para decir que podía alzarse en armas y simultáneamente pedir desde el Congreso Nacional que cesara la ofensiva de las Fuerzas Armadas contra "los campesinos", es decir, contra la guerrilla. Es de recordar la primera candidatura de José Vicente Rangel cuando éste lanzó la idea de que la izquierda se proponía llegar al poder "incluso por la vía electoral".
En la oposición democrática actual no se plantea montar un frente guerrillero o el golpe de estado. Entre otras razones porque la mayor parte de los que saben de ambas cosas están en el gobierno. Sin embargo, resulta un contrasentido que se limite a la concurrencia a elecciones avasalladas por las manifestaciones de fraude permanente y oficial.
¿POR QUÉ LA PESADUMBRE?
A precios de hoy no se puede asegurar que el abatimiento que todavía existe en las filas democráticas sea exclusivamente motivado por la derrota infligida por Chávez el 7-O. Cada vez más surge la idea de que esa sensación de congoja emerge más por la forma en la cual los principales dirigentes de la campaña procesaron el desastre, lo cual no sólo tiene que ver con la ausencia de explicaciones sobre una derrota que era "una victoria segura", sino al desarme político, intelectual y espiritual que siguió; la perplejidad que quedó como lamentable subproducto. Esa especie de nada rellenada a duras penas con el llamado a votar el 16 -D, al cual se debe concurrir.
Ha surgido como un tema central el de las condiciones electorales. Está claro ahora lo que estaba claro antes pero que en forma recalcitrante los jefes se negaban a considerar en su dramática dimensión: si no se combaten estas prácticas concebidas por el gobierno y ejecutadas con rigurosa sumisión por el Consejo Nacional Electoral, no hay posibilidad alguna de resolver el problema del poder en Venezuela por vía electoral y democrática. Nadie pide un poder electoral que le garantice a la oposición el reemplazo de Chávez sino que le garantice que esa posibilidad existe, lo cual es esencial para que la democracia impere y funcione. La derrota política de Chávez en este terreno es crucial.
Para el 16-D el tema se ha planteado, sólo que muy tarde y en forma débil. Era posible hacerlo sin que eso estimulara la abstención porque, como se sabe, la que pueda ocurrir el mes próximo depende tanto de la naturaleza de la elección como del resultado del 7-O. En ningún caso de las críticas al organismo electoral.
Si no se lucha por cambiar la composición del CNE para generar un árbitro imparcial es muy difícil que eventuales nuevas elecciones motiven a los votantes. No es seguro que se logre el objetivo pero si no se lucha por lograrlo ni siquiera se sabrá hasta dónde es posible.
¡LA HISTORIA, COMPAÑERO, LA HISTORIA!
Otra de las cuestiones en las que ha habido maestría por parte de los líderes, incluido Chávez, aunque pese reconocerlo, es que saben usar -y tienen una visión de- la historia. Para muchos y con razón es una versión interesada, distorsionada y generalmente utilitaria, pero encuentran en los aconteceres del pasado los códigos genéticos y las claves de las sociedades que se proponen transformar.
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto, Gustavo Machado, desde distintas perspectivas, pensaron Venezuela. Chávez también. Mediante este proceso generaron una narrativa que a cada clase o sector social les dio un lugar y un futuro; allí encontraron símbolos y respuestas a los enigmas venezolanos. Obsérvese a Chávez que se atraganta con las palabras porvenir, proyecto, plan, novedad y otras que apuntan hacia allá lejos; pero no se le enfrió el guarapo a la hora de recurrir a "los viejos", esos sabios de la política de la izquierda venezolana que antes de 1998 estaban representados por Luis Miquilena, J. V. Rangel, Douglas Bravo, o por personalidades de otros veneros como Ernesto Mayz Vallenilla y Jorge Olavarría. Sí, fue un grupo de muchachos alzados pero que no renunciaron a la búsqueda histórica y la usaron hasta sus ascos.
Resulta que "los nuevos" de ahora, en ese esforzado proceso de descubrimiento del agua tibia, en forma arrogante han renunciado a la búsqueda histórica, y mire que es difícil ver Venezuela a través del cristal de Chacao. Entender la significación histórica del chavismo requiere abrevar en la historia del país, porque así como el germen de esta tragedia yace en un proceso que arranca desde hace siglos, también la lucha por la República liberal democrática encuentra en esos mismos siglos su origen y fuerza.
Pero la historia no es sólo una adecuada interpretación de hechos sino la recurrencia a la memoria existente de eso que el país ha sido y es. En los intelectuales, los partidos, los gremios, la gente de la cultura; sí, también en los poetas y pintores, está la clave de una salida democrática que ojalá sea sin sangre, pero muy difícilmente sin sudor y sin lágrimas, de las que ha habido en abundancia, por cierto.
FRENTE NACIONAL.
Para abordar los temas del porvenir y las luchas que planteará la inevitable y colosal crisis de 2013 hay que unir sin exclusiones a los "moderados" y los "radicales", los "viejos" y los "nuevos", partidos y ONGs en un Frente que debata, que acuerde grandes líneas y que movilice al país hacia los desafíos que vienen.
2013 será un año en la que las leyes implacables de la economía le pasarán la cuenta al Comandante y si a esta situación se une la lucha por el poder en el chavismo, las luchas sociales se incrementarán. ¿Quién dirigirá el desenvolvimiento de esa crisis?
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog

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