viernes, 12 de octubre de 2012

THAELMAN URGELLES, CÓMO TRANSFORMAR LA DERROTA EN VICTORIA

Transformar la derrota en victoria es una de las premisas de todo diseño estratégico. En la guerra, la política, los negocios y hasta en la vida personal existen maneras de convertir los fracasos en triunfos. De igual modo existen ejemplos históricos de lo contrario: ejércitos, líderes, movimientos políticos y empresas que al administrar con desacierto sus triunfos terminan al cabo derrotados.
Los teóricos de la estrategia han elaborado principios y reglas para transformar las derrotas en victorias. Las 4 más importantes son: aprender de la derrota –sus causas, los errores que nos condujeron a ella y los aciertos del adversario para vencernos-; conocer a nuestro adversario –cuál es su posición, cuáles sus fortalezas y debilidades-; descubrir nuevas oportunidades de batalla en las que podamos vencer; y muy especialmente, no atribuir nuestras derrotas a terceros o a causas fortuitas como la suerte, las trampas del adversario, etc. 
La culpa de tus derrotas o victorias siempre será tuya. Dicho en venezolano actual: “deja el llanto y échale bolas y ovarios a la próxima batalla”.
La Unidad Democrática venezolana tiene ante sí una oportunidad dorada para convertir su reciente derrota en un triunfo que equipare las cargas en la extensa contienda que libra con Hugo Chávez Frías y su revolución personalista. Apenas a 9 semanas de esta crucial batalla perdida tenemos por delante un nuevo enfrentamiento, el cual estará desagregado en 24 refriegas regionales, cuyos protagonistas serán distintos que Henrique Capriles y Hugo Chávez, quienes sin embargo gravitarán con fuerza sobre todos los espacios de esa batalla fragmentada y diversa.
El adversario tiene sólidas fortalezas: está altamente moralizado por el reciente triunfo de su líder, lo favorece la inercia gananciosa que suelen generar las victorias y posee ingentes recursos del Estado para emplearlos en cada campaña regional. Sus debilidades provienen casi todas de esas fortalezas: tuvo que emplearse muy a fondo para obtener una ventaja de apenas 5 puntos por encima de la línea de triunfo. Los inmensos recursos del Estado utilizados con el mayor ventajismo y falta de escrúpulos, la amenaza y coacción de sus potenciales electores, el indiscutido ascendiente de su máximo líder sobre una franja considerable del electorado, la movilización intensiva y extensiva de sus recursos humanos hasta el último instante de la confrontación y una significativa dosis de trampas puntuales y específicas, apenas le sirvieron para obtener una mayoría nada holgada frente al candidato debutante que los enfrentó con recursos escasos y toda la desventaja mediática e institucional.
De nuestro lado, tenemos dos serias debilidades y amenazas: un electorado fuertemente golpeado por el resultado electoral, una franja de ellos sometida a las dudas y presiones que generan los irresponsables cantos de fraude de algunos sectores del propio campo opositor y la misma escasez de recursos que sufrimos en la campaña presidencial. Si superamos con prontitud las dos primeras y acometemos la precariedad material con imaginación, entusiasmo y entrega ciudadana, no tengo dudas que todo lo demás son fortalezas.
Pese a las ventajas que tuvo el adversario en la contienda nacional, obtuvimos resultados parejos en no menos de 10 estados, en los cuales tenemos estupendos candidatos a gobernador legitimados en elecciones primarias, quienes podrían llevar el barco exitosamente a puerto, esta vez sin la presencia personal de Chávez en las naves contrarias. El adversario no tiene candidatos lanzados en la mayoría de esos estados, en algunos de ellos son opciones muy cuestionadas por su propia militancia y aquellos mandatarios incumbentes gozan de serio desprestigio por su incompetencia y corrupción.
Y sobre todo, porque tendremos al frente de nuestra flota a un Almirante que goza en estos momentos de la admiración de propios y extraños, no sólo en Venezuela sino en todo el mundo: Henrique Capriles Radonski, quien como líder de la Unidad Democrática y Progresista estará a disposición de todos los candidatos regionales para entregarles el testigo en cada una de sus circunscripciones. ¿Podrá Chávez ejecutar esa misión, más allá de las vallas y los afiches? No parece probable.
En este escenario, si superamos de inmediato el desaliento y los fantasmas de fraude, no es descabellado aspirar a triunfos seguros en por lo menos 6 estados: Táchira, Miranda, Mérida, Lara, Zulia y Nueva Esparta; bastante probables en otros 4: Carabobo, Anzoátegui, Monagas y Bolívar; y perfectamente peleables en otros tres: Aragua, Sucre y Yaracuy (pese a la pronunciada desventaja reciente). Serían entre 6 y 13 gobernaciones. No estaría mal para ser logrado dos meses después de una derrota que hace dos noches pareció devastadora.
Si somos capaces de superar el natural desconcierto y frustración producidos por la derrota y los cuentos de camino de supuesto fraude; y si los partidos conservan la generosidad y cohesión que han mantenido hasta ahora, sería la perfecta conversión de la derrota en victoria, algo que han anhelado todos los estrategas y conductores políticos y militares de todo tiempo.
¿Seremos capaces de alcanzarlo? Tengo fe en que sí. Depende de cada uno de nosotros.
@TUrgelles

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