lunes, 3 de septiembre de 2012

MIGUEL BAHACHILLE M, ¿Y QUIERE SEIS AÑOS MÁS?

Hace 14 años la mayoría de los venezolanos compró el mensaje reformista del entonces candidato, hoy Presidente, porque se convenció de que no era factible cambiar nada la situación social de aquel presente que consideraba desapacible, por decir lo menos. 
El pueblo, consciente o no, denigró de la democracia tradicional como forma de Estado porque pensó que las instituciones políticas, partidos y Congreso, no eran capaces de solucionar los problemas sociales acumulados para la época. 
El espasmo mayoritario de entonces revela que no éramos tan castos pues echamos mano de ancestrales obsesiones para apoyar al hombre duro como huida para buscar nuestro propio futuro. El país eligió un militar venido de un violento golpe de Estado contra el orden constitucional presidido por un demócrata. En ese momento forjamos una tácita confesión de evasión pues delegamos nuestros compromisos en un improvisado de signo violento.
El lapso de 14 años, casi 3 períodos de los anteriores, son más que suficientes para evidenciar no solo el fracaso sino la destrucción de la obra realizada en los denigrados 40 años de democracia. Autopistas como Caracas-La Guaira, Mariscal de Ayacucho, Regional del Centro, Lara-Zulia, Francisco Fajardo, carreteras y accesos troncales, están arruinadas por la ineficacia e indolencia de burócratas que malgastan su tiempo halagando al jefe y promocionando la hermosura de revolución. El colapso del puente de Cúpira patentiza la marca destructiva del régimen. 
Ese enlace formaba parte de la vía ejecutada hace 50 años hacia oriente para reducir la travesía anterior de 12 horas que iba hasta los llanos y subía nuevamente a Barcelona. ¡Vaya revolución!
Nada conmueve al oficialismo ya que está muy ocupado rebuscando culpables de su rotundo fracaso: el imperio, la derecha, la oligarquía o cualquier otra gansada. El régimen no puede formular metas de desarrollo valiéndose de la tecnología porque deniega de ella. Por ejemplo los hospitales públicos, regidos hasta hace poco por profesionales formados mediante sistemáticas del primer mundo, han sido castigados presupuestariamente mientras se privilegian rincones de atención primaria dirigidos por prácticos cubanos de dudosa formación profesional. Entretanto los enfermos de cáncer deben esperar hasta tres meses para iniciar tratamientos de radioterapia. La misma indolencia se registra en el área de educación y servicios públicos en general.
Al candidato oficialista se le está haciendo difícil conducirse con éxito en esta campaña electoral. Sigue actuando como si la progresiva destrucción del país aún fuese tolerable. Ante una subestructura devastada sigue ofreciendo día a día las mismas promesas e inventando argumentos tontos de por qué no ha podido hacer más. Catorce años de mentiras son más que suficientes para que el pueblo asimile buena parte de este gigantesco fraude gubernativo sin precedentes en la historia de Venezuela.
Pero la destrucción no solo concierne a la infraestructura; el malestar proviene básicamente de un principio superior: la reducción de nuestra vida afectiva. El régimen, a través de un radicalismo aupado por resentimientos, ha roto los caminos que antes hacían posible un equilibrio entre instinto y razón; entre pasión y coherencia. El Presidente siempre se niega a pensar en términos de contextos. Se inclina por la unilateralidad de la tendencia autocrática y la permanente confrontación. Familias enteras han padecido el drama político inducido por el odio. Su frase preferida "soy un soldado" implica que es un señor de la guerra; es decir, que actúa mediante preceptos que no pueden ser debatidos por pautas democráticas tal como ocurrió con la imposición a la brava de Ameliach para la gobernación del Estado Carabobo.
En momentos difíciles lo relevante no son los síntomas especiales de cada quien sino los colectivos. Al país no le queda más alternativa que optar por la salida republicana representada por Capriles pues el caos de hoy no podrá ser corregido mañana si continuamos bajo la égida de una persona estructuralmente autocrática. Lastimosamente en la actual Venezuela no existen 2 tendencias democráticas que pudieren confrontarse cívicamente. Existe una sola encarnada por Capriles. Lo otro es más de lo mismo.
miguelbm@movistar.net.ve
@MiguelBM29

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