Al relato político que ha dado forma y
consistencia a la vida pública en el país le ha llegado su hora. Sin duda, en
las elecciones del 7 de Octubre se despejarán incógnitas vitales que suponen
este y los próximos comicios. Parece apropiado, entonces, dada esta
circunstancia, formular algunas interrogantes.
¿Sobre cuál cuestión
trascendente se pronunciarán los ciudadanos ese día?
¿Qué implica la reelección
del presidente candidato o la elección de Henrique Capriles?
¿Qué es lo que se
encuentra en juego?
¿Están conscientes los electores de las consecuencias
políticas que derivarían de esta elección?
Desde luego, estas preguntas
ameritarían respuestas contundentes. Desafortunadamente la lógica electoral ha
impedido proporcionarlas en forma sencilla y masiva. O, dicho en otros
términos, sus urgencias sepultaron las aristas doctrinarias implícitas en este
proceso político.
La entronización de lo Uno y la muerte de la
diversidad democrática. Esta podría ser una de las consecuencias a la que
tendríamos que enfrentar de ganar la elección el comandante presidente. Su
triunfo, paradójicamente, no tan sólo podría implicar la deslegitimación del
discurso democrático, sino también la de sus rituales y los fundamentos sobre
los cuales ancla su realidad. La profundización de este proyecto socialista
podría expresarse a través de un discurso unívoco que atesoraría el poder y
“que reuniría bajo las coordenadas de la mismidad, el sino de nuestras palabras
y la visión del mundo” En otras palabras, el nuevo Monagas del siglo XXI.
En el otro extremo, el triunfo electoral y
político de la oposición. En este escenario deberíamos esperar el inicio de un
proceso conducente a derrumbar los relatos que tradicionalmente han
esquematizado nuestra vida pública. Abrir compuertas al azar de la experiencia;
a “una tirada de dados” que rompa con las tradicionales coordenadas de la
certeza y provoque la descomposición del rostro de las viejas verdades
democráticas. Por ejemplo, los semblantes del centralismo y provincialismo.
Prácticas que se han constituido en talanqueras que obstaculizan e impiden la
profundización de nuestras instituciones democráticas. En consecuencia, la
apuesta de esta tirada de dados debería ser la construcción de un nuevo relato político
que reivindique la fórmula de la democracia autonómica o de las comunidades
autonómicas. Sólo así podríamos proporcionar un nuevo rostro a nuestra
devaluada democracia.
Esperemos que Henrique Capriles, sus aliados,
la MUD y los ciudadanos asuman, a partir de su triunfo electoral, esta apuesta
por la organización autonómica de la república. Dejémoslo claro, la jugada no
debe obedecer a razones de pretérito, sino a razones de futuro. La voluntad de
cambio democrático existe y es deber del liderazgo ejercerla para construir un
nuevo ordenamiento autonómico.
Los dados han sido lanzados. Proyectan su
elipse y el 7 de octubre su resultado descansará sobre el tapete político del
país. Son dos las opciones a ser develadas el día después: la que restaura el
pasado o la que apuesta al futuro.
autonomiaspoliticas@gmail.com
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