El 7 de octubre elegiremos un nuevo presidente. Y también el próximo expresidente
El próximo expresidente de nuestro país
estuvo en Vargas. En ese estado prisionero de la injusticia dijo lo mismo que
lleva 20 años repitiendo y desde 1999 prometiendo: un estado próspero al cual
la gente se desmoñe por ir y vivir. Como aderezo de la farsa, prometió un
complejo hotelero turístico (ya contratado con los cubanos, para variar) en esa
metáfora de degradación urbana, ambiental y humana que es la zona donde alguna
vez operaron los hoteles Macuto Sheraton y Meliá Caribe. Encima, prometió un
ferrocarril para la ruta Caracas-La Guaira, la puesta en marcha del teleférico,
un nuevo acueducto, aumentar el calado del puerto y crear una empresa
socialista para manejar un megaproyecto turístico del cual no aportó detalle.
El próximo presidente de Venezuela estuvo
en Caicara del Orinoco. En un calor que revienta termómetros, esa zona
impresiona por la majestuosidad del río y por la pobreza que oprime a la gente.
A esos venezolanos el candidato habla con la sinceridad del que no practica el
engaño: "no tengo planteado eliminar las misiones, sino darles rango
legal...". Antes de su arribo a la zona, el Gobierno empapeló el paisaje
con afiches del otro candidato. A ello sólo cabía una respuesta: "Con
afiches no le van a ganar a la esperanza, no le van a ganar al progreso".
En Táchira, el candidato-presidente llegó
bufando cual fiera que presiente derrota. Le serrucharon la candidatura a la
gobernación a uno de sus hijos políticos: Tareck El Aissami. Como le dio la
gana escupió insultos a los dirigentes del chavismo. Los revolcó de una manera
tan irrespetuosa e indigna que hasta pena sentí por ellos.
En Ciudad Bolívar, el próximo presidente
habla a los jóvenes. Sus palabras fluyen caudalosas: "... esta revolución
no sacó a los jóvenes del camino de la violencia... Sus hijos y nietos vivirán
en un país tranquilo... El 7 de octubre ganará el progreso y el futuro".
Dos hombres. Dos metáforas. Uno gastado,
agotado, con un discurso que denigra y desangra el país y desactiva las
posibilidades. El otro con la pasión contagiosa y la esperanza que busca
compartirse y que permiten dibujar un futuro deslastrado de carencias y
mentiras y con el progreso tatuado en el porvenir, porque Venezuela tiene más
futuro que pasado. El 7 de octubre elegiremos un nuevo presidente. Y también el
próximo expresidente.
smorillobelloso@gmail.com
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