En la
Venezuela que ha de venir estamos obligados a "tender puentes", tantos
los literales como los metafóricos. Y es que a la par de una infraestructura
destartalada en la que -se dice fácil- el Oriente queda si no incomunicado,
lejísimo, Mérida y los llanos pendiendo de un hilo, la autopista hacia
Occidente bajo las amenazas de un colapso en la Cabrera, la ruta hacia Vargas
trancada durante doce horas e igualmente bajo la "espada de Damocles"
de una geografía inestable que en cualquier momento nos juega una mala pasada,
eso sin contar con los infinitos huecos, fallas de borde y afines en las vías
de casi todo el país; también nos encontramos con una especie de "odio
visceral" en el que la palabra "diálogo" pareciera execrada por
muchos de los que han detentado el poder en estos catorce años. Hay un "colapso"
en la capacidad de ponernos de acuerdo. Esos puentes necesarios para una
"convivencia sana" y, en el caso de las instancias de poder para
lograr el objetivo de ser útiles a la colectividad, lamentablemente no existen.
Lo sucedido la
semana pasada con la caída del puente de Cúpira, es una muestra de lo uno y de
lo otro. La falta de mantenimiento de las instancias nacionales (advertida por
el gobierno regional) hizo que ante el peso excesivo de una gandola la
infraestructura "cediera" (como tituló un diario oficialista). Y si
esta desidia quedó al desnudo, con el hecho también lo fue la poca disposición
al diálogo de los voceros del régimen. Allí, delante de las cámaras quedó
marcada la intolerancia, la poca cortesía por no decir la patanería de los
altos funcionarios, quienes en primera instancia impidieron la ayuda que
querían prestar sus pares del gobierno de Miranda, comenzando por la propia
gobernadora encargada a quien el Vice ni siquiera se dignó a mirar la cara
cuando se intentó establecer la requerida "coordinación" de acciones
para solventar esa crisis que prácticamente ha dejado separado el Oriente del
país. Y es que ese "darle la espalda al otro" cuando se está montado
en la cúspide del poder es lo que nos tiene muy mal como sociedad. Lo peor que
nos está dejando este gobierno va mucho más allá de lo destartalada que está la
infraestructura, lo que más preocupa es cómo se han roto los puentes del
diálogo a punta de insultos, vejaciones y un verbo demoledor que ha arrasado
con la convivencia y sembrado la violencia como forma de vida.
A partir del 7
de octubre, Dios mediante, la principal tarea de Capriles será restablecer el
diálogo y tender esos puentes que nos garanticen la convivencia. El país todo
lo está deseando. Salvo los radicales de uno y otro signo (que son la minoría)
la aspiración mayor de todos es la PAZ.
mariaisabelparraga@gmail.com
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