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Moronismo: Cualidad de morón. Estupidez, vesania.
Aquel día, como tantos otros en la vida de un
médico de hospital público, iniciamos muy de mañana el consagrado ritual de la
revista médica, donde con colegas, estudiantes y enfermeras, formamos corro
alrededor de la cama del enfermo, dedicando nuestros mejores esfuerzos a
comprenderles y ayudarles en el duro, muy duro trance de la recuperación de la
salud perdida en medio de muy adversas condiciones. La mayoría de las veces,
puedo asegurarles, por causas que dejadas a su evolución natural les llevarán a
la muerte. Allí formamos e informamos, y
también nos dejamos enseñar por los más jóvenes y nos contagiamos con sus incontaminados
deseos de ser médicos. No nos conforma comentar sobre la enfermedad como mera
abstracción, como un morbo injertado en un animal cualquiera, sino que también
nos ocupamos del enfermo y su circunstancia, de las causas personales y
sociales de su desgracia. Luego discutimos cómo tratarle racional y
eficazmente, palabras hoy día por cierto, extrañas a nuestro diario quehacer
por el miserable medio donde nos toca ejercer, donde todo, es negación del buen
hacer y donde la prevención no llegó a tiempo…
Este joven de 15 años de mirada lánguida y
desvariada, fue admitido ayer para su segundo ciclo de quimioterapia por una
enfermedad de Hodgkin –pronuncia en voz clara el estudiante encargado- El
enfermo carece de recursos para adquirir los medicamentos y su familia es sólo
su madre. El hospital no puede suministrárselos¨. Una enfermedad potencialmente
curable hoy día; habrá pues que esperar, mientras el mal avanza… Progresamos
hacia la siguiente cama. Una joven estudiante habla de su paciente, ¨Este otro joven de 19 años, con una leucemia
aguda, con las defensas anuladas por la quimioterapia yace con infección
nosocomial severa –un término que declara que él no vino con eso, que la
suciedad del hospital, la insensibilidad de médicos y autoridades, y la falta
de lavamanos conspiraron para que enfermara con un microbio multirresistente a
antibióticos, como se dice, enfermedad iatrogénica- La estudiante traga gordo y
con palabras entrecortadas manifiesta que el enfermo no puede ser tratado con
el antibiótico adecuado porque su familia no ha podido adquirirlo. Le siguen
tres diabéticos dependientes de insulina que no pudieron recibirla por falta de
recursos; todos con las piernas infectadas y a riesgo de perderlas por la
gangrena acechante. Se compensará su desequilibrio metabólico, sanarán sus
llagas e ingresarán un mes más tarde con el mismo cuadro y por similar razón.
¡Tenían primero que mal comer!, dirán. El cirujano deberá cortar por lo sano;
una amputación que será varias veces suspendida, será el cruel corolario final…
La segunda pierna quedará en la infame lista de espera que el destino incierto
del faltoso social, le tiene preparada… Y así siguen los enfermos de sida, los
tuberculosos, los insuficientes cardíacos y toda una laya bochornosa de condiciones
del subdesarrollo petrolero, todos mezclados contagiándose unos a otros ante
nuestra apática mirada. ¿Cómo tolerar por tantos años convivir con perdedores?
¿Cómo tolerar ser perdedores nosotros también? ¿Cómo no haberse guarnecido en
el sosegado ambiente del consultorio privado sin tener que colaborar por
omisión o comisión en la materialización de condenas a muerte de tanto
inocente…?
Aquel día voceaba la radio, escandalosa, el
gasto millonario en dólares de la enfermedad del presidente… Mis pacientes
entretanto, mostraban un ánimo resignado confiando en que sus médicos harían lo
imposible por curar sus males. Luego de oír aquel rosario de injusticias
sociales reiteradas con cada uno de nuestros pacientes, nos detuvimos
estudiantes, médicos y pacientes superlativamente arrechos por la noticia
apenas oída.
Soñaba en vigilia que tal vez si el señor
presidente como el rico Epulón, dejara caer algunas migajas de su plato hartado
en bandeja plateada a las manos anhelantes de mis enfermos, mucho se
remediaría. Nunca he dudado de las buenas intenciones de las que está
adoquinado la ruta hacia el infierno, por descontado doy el egoísmo y
insensibilidad rampante de nuestro gobernante y la claque de adulantes que le
rodea. ¡La patria sin nosotros… se fuñe! Imaginé también por un momento ser el
ministro que en su temprana adultez empuñara un fusil para asesinar a inocentes
soldaditos, porque a los reales responsables no podía. De esos que mataban
para; ¨y que cambiaran las cosas, pero infelizmente terminaron ellos mismos
embelesados e imanados por el poder y olvidaron a esa legión de desamparados
que fueron excusa¨para la morbosidad de su mocedad. A no dudarlo, la vida es
más fácil para algunos, y ello no depende de valores éticos ni morales,
entendiendo por ética las normas de conducta y la moral como guiadora hacia
la virtud. Pero, ¿Qué pedirles? Muchos
políticos o aquellos que se arriman a ellos, no tienen decencia, espíritu de
solidaridad, autocrítica ni introspección. Son seres de otra galaxia dominados
el por apetito insaciable de poder y riquezas.
Se olvidaron del pata en el suelo, ese al que
alude la copla, ¨pa´qué se va a lavá las patas el que va a dormí en el suelo…¨
Vea pues que el morón espiritual es un ser sin compasión, embustero y sin
escrúpulos, que hasta se molesta cuando su omnisciencia es cuestionada, un
sordo invidente de piel gruesa y paquidérmica, insensible a la justicia que el
pueblo clama, es un alma empequeñecida por la soberbia, una mente fría y
calculadora, la encarnación de la justificación de lo injustificable, una
acción siempre dispuesta al asesinato en masa. Tal como Arimaza, el personaje
de Voltaire que llevada reflejada en su fisonomía, la perversión de su alma…
Recuerda al viejo dicho, ¨Mirad al avaro, en
sus riquezas pobre…¨
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