domingo, 10 de junio de 2012

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA UN DÍA QUE HARÁ HISTORIA

Hoy, 10 de junio de 2012, se inicia formalmente la Gran Marcha hacia la reparación de los daños y perjuicios, crímenes y humillaciones que hemos sufrido a manos de una pandilla de asaltantes militares y civiles, traidores de alta alcurnia, narcotraficantes y capitanes de industria que se enriquecieron a costas de la degradación de la República. A cuya irresponsabilidad cabe culpar por el asesinato de doscientos mil compatriotas, la ruina de cientos de miles de empresas e industrias, la práctica demolición de la principal empresa petrolera de la región y una de las más serias, organizadas y productivas del mundo.
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                 Por imperativos editoriales escribo esta página a tres días de su publicación y a cuatro meses exactos de la celebración de las elecciones presidenciales. Lo hago bajo la absoluta certeza de que cuando estas líneas sean leídas, Caracas se habrá estremecido por una de las más multitudinarias expresiones de respaldo al joven candidato de la democracia, Henrique Capriles Radonsky. Y que desde los ocho puntos de encuentros determinados por los organizadores como lugares de nacimiento de esos ocho ríos humanos que confluirán en la Plaza Diego Ibarra – nuestra emblemática Plaza Caracas -  fluirán ocho brazos armados de fe, de entusiasmo, de patriotismo, de alegría. Y de una ya indoblegable confianza en el triunfo de la democracia y la derrota de la dictadura.
                 Pues de ese enfrentamiento se trata: de la democracia que insurge tras trece años de esfuerzos sistemáticos por parte de los sectores más retrógrados de nuestra sociedad para implantar un régimen totalitario, caudillesco, militarista, autocrático ("El 7-O se enfrentan dictadura y democracia" 
http://www.larazon.net/politica.html%E2%80%9D%29. 
Una lucha de la civilización contra la barbarie, de la modernidad emergente contra  un sistema tiránico que ha devastado a la Nación y provocado el descalabro político, social y económico más grave de nuestra historia republicana. Que ha despilfarrado la mayor fortuna jamás represada por nuestras arcas fiscales – un millón trescientos mil millones de dólares - , que ha tolerado una guerra  encubierta del hampa contra nuestros sectores más desasistidos con un saldo de bajas de alrededor de doscientos mil asesinatos, que le ha entregado la soberanía de nuestra Patria y los resortes claves del Poder a la tiranía cubana y que ha pervertido la sustancia moral de nuestro pueblo, rebajado a masa mendicante de mendrugos a cambio de votos.
                 Sólo la infinita paciencia y contención de los sectores democráticos han impedido que esta avalancha de barbarie se tradujera en ríos de sangre derramada en una guerra fratricida, como las tantas que han enlutado nuestros hogares en este difícil tránsito de Venezuela desde su fundación como República hasta la modernidad. Sólo la altísima civilidad de los sectores depositarios de nuestra cultura, responsables de lo que somos material y espiritualmente, creadores de lo que nos caracteriza ante el mundo: nuestras empresas, nuestras industrias, nuestras academias, nuestro arte, nuestra literatura, nuestra música han tolerado con estoicismo ponerle fin a la barbarie a la espera del momento en que la conciencia de la pobresía seducida por el neo populismo salvaje despertara y comprendiera el desvarío, la locura de la que se ha hecho cómplice convertida en carne de cañón de un megalómano psicópata y narcisista y la banda de depredadores que enmascarados en luchadores sociales al servicio del caudillo le han caído a saco a la nación.

                Ese momento ha llegado. La balanza de la historia se inclina del lado de la verdad, de la justicia y empuja a la decencia nacional a hacerse de la calle para echar a andar una cruzada política y moral, una auténtica revolución nacional, para recuperar nuestra democracia, en paz, cívicamente, por medio del sufragio y sin derramamiento de sangre.

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                Este despertar no es súbito ni improvisado: los tres últimos procesos electorales se han saldado con un triunfo inobjetable de las fuerzas democráticas, que superando todos los obstáculos, un REP y una organización electoral mañosa y fraudulenta; el obsceno ventajismo, las amenazas y el poder omnímodo de todas las instituciones del Estado – desde los tribunales de justicia a los cuarteles y desde la asamblea nacional a la industria petrolera – ha logrado doblarle el brazo a la tiránica prepotencia que nos desgobierna.
                 Si esas tres victorias hubieran sido respetadas por la dictadura, no estaríamos sufriendo la grave crisis existencial en que hemos desembocado. Venezuela disfrutaría de una democracia ya en pleno proceso de transición. La burla y el desprecio de esas victorias no debieran ser olvidadas, en esta crucial encrucijada de nuestra historia. El 2 de diciembre de 2007 el pueblo rechazó la reforma constitucional que le permitía al dictador postularse para una nueva reelección. “Esa victoria de mierda” fue escamoteada de la manera más aviesa y canallesca por el tirano, que violando todos los preceptos constitucionales se las amañó para desconocerla mediante el burladero electoral y la complicidad de sus instituciones. A vista y paciencia de la oposición domeñada y la alcahuetería de todos los organismos internacionales, gobiernos y partidos. La OEA, obviamente, incluida, irrespetando la Carta Democrática que la fundamenta y legitima.
                 Un año después, el 23 de noviembre de 2008 se celebran las elecciones regionales, que se traducen en el triunfo arrollador de la democracia venezolana en las gobernaciones más populosas, emblemáticas y desarrolladas del país – Miranda, Carabobo, Zulia, Táchira, Nueva Esparta – y el control democrático de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, capital de la República y asiento de los principales poderes del Estado. Ya antes de celebrarse dichas elecciones, la dictadura había comenzado a privarla de competencias, reduciéndola a una mínima expresión gubernamental. Al quitarle el 95% de sus recursos e imponer una impostora a cargo de los resortes claves de su poder, se demostró la villanía de un poder tiránico que permite los procesos electorales, pero vaciados de todo contenido real.
                 Finalmente, el 23 de septiembre de 2010, el incontenible ascenso de las fuerzas democráticas se salda en una clamorosa victoria electoral: más del 52% de la ciudadanía se inclina por elegir a los auténticos representantes del pueblo. Caso único en el mundo, esa mayoría de voluntad ciudadana no se corresponde con la composición del parlamento, que sigue mayoritariamente en manos de la dictadura. Más de la mitad de los votantes deben conformarse con un tercio de los diputados.
                 De allí nuestra responsable afirmación: de haberse aceptado la voluntad popular desde el 2 de diciembre del 2007, Hugo Chávez no sería el candidato de la tiranía, el parlamento sería mayoritariamente democrático y hubiera dictado las leyes que hicieran imposible el escamoteo de la voluntad popular y la cruenta persecución a nuestros alcaldes y gobernadores. Venezuela ya sería otra.

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                De modo que el gobierno de Hugo Chávez es ilegítimo, fraudulento e impostor. Una dictadura asentada en la fuerza de las armas, el desprecio a los preceptos constitucionales y la legalidad republicana, la complicidad de las instituciones y el respaldo de quienes mendigan los frutos de su sobrevivencia. Su asamblea nacional una caricatura y todas sus instituciones cascarones vacíos sin correspondencia ninguna con la voluntad soberana del pueblo. Un régimen contra natura que ha traicionado nuestra soberanía y se ha echado en brazos del narco terrorismo internacional.
                A pesar de la contundencia irrebatible de estos hechos, los sectores democráticos se han visto en la obligación de sumarse a la comparsa de este carnaval de atropellos, imposturas, fraudes e ilegalidades. Se han visto obligados incluso a rebatir los canallescos instrumentos seudo democráticos con los que la dictadura ha pretendido travestirse de respetabilidad democrática y los cuales le han servido para atemorizar, desorientar y confundir a la opinión pública. Nos referimos al ominoso papel jugado por las empresas encuestadoras, que a sabiendas del daño político que le causaban a la Nación se han plegado por razones crematísticas a disfrazar la voluntad del electorado, a disuadirla de presentarse a los procesos electorales o a darle visos de credibilidad a resultados amañados.
                Sería una cobardía no nombrar esas empresas por sus nombres y apellidos. Sobre ellas recae la responsabilidad moral de haberse puesto al servicio de la tiranía: IVAD, Datanálisis, Hinterlaces, GISXXI. De la última no caben reproches morales: es una dependencia del régimen, carente de la más elemental solvencia. De las otras cabe plantear la necesidad, a futuro, de un código deontológico y de una contraloría pública. No hay derecho a que empresas que se supone manejadas por profesionales dotados científicamente de los instrumentos de análisis y evaluación cometan errores tan de bulto, auténticas estafas que sirvieron previamente de mecanismos de manipulación de la opinión pública y coadyuvaron a la creación de matrices de opinión que pretendieron incidir negativamente en los resultados electorales o dotaron a la dictadura del disfraz de legitimación a fraudes de graves consecuencias para la Nación.
                Hoy se inicia formalmente la Gran Marcha hacia la reparación de los daños y perjuicios, crímenes y humillaciones que hemos sufrido a manos de una pandilla de asaltantes militares y civiles, traidores de alta alcurnia, narcotraficantes y capitanes de industria que se enriquecieron a costas de la degradación de la República. A cuya irresponsabilidad cabe culpar por el asesinato de doscientos mil compatriotas, la ruina de cientos de miles de empresas e industrias, la práctica demolición de la principal empresa petrolera de la región y una de las más serias, organizadas y productivas del mundo.
                En el caso del régimen implementado por el teniente coronel Hugo Chávez con el auxilio de sus compañeros de armas y la complicidad activa de los sectores golpistas cuesta distinguir donde termina la política y comienza el crimen. Donde termina la acción del voto y empieza la de la toga y el birrete. Resta un capítulo crucial a dirimir, aún no dilucidado: la verdadera naturaleza del Registro Electoral Permanente, la existencia de electores fantasmas, cuyo volumen millonario puede determinar el resultado final a favor del régimen. Es una asignatura pendiente que ningún subterfugio puede soslayar: conminar a su esclarecimiento no puede ser menospreciado a cuenta de un supuesto desencanto inducido al elector.
Lo que es innegable, es que la Venezuela de la moral, la decencia y la cultura dijo basta y no se detendrá hasta desalojar a los usurpadores de todas las instancias de gobierno. Es un imperativo moral a cuyo cumplimiento estamos llamados todos los venezolanos de bien, comprometidos con alma, corazón y vida con la refundación de la República.
@sangarccs
 sanchezgarciacaracas@gmail.com 
              
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