La calidad de la democracia se mide por el
volumen de mentiras de los políticos. En tiempos electorales este volumen crece
de tal modo que nuestro mal llamado socialismo del siglo XXI se asfixia, se
intoxica de mentiras.
Llama la atención la facilidad con que los
politiqueros gubernamentales rojos-rojitos mienten. No hay pudor, no hay moral,
no hay consideración para una sociedad que salió de una llamada IV República
calificada por los revolucionarios como perversa y corrupta para caer en la
dictadura socialista-comunista de la mentira. Una mejor o quizás peor que otra.
Sus efectos son similares: Destruyen la base
social sobre la que se asienta la esperanza de un país mejor. En estos días —
como en el pasado y seguramente como en el futuro los políticos
socialistas-comunistas en el afán desesperado por continuar en el poder, no
hacen otra cosa que engañar. Si hiciéramos un catálogo de sus promesas
tendríamos un serio competidor con los cuentos de Las mil y una noches.
Llama la atención que los ciudadanos
asistentes a los actos proselitistas — con periodistas incluidos no acierten a
preguntar a los candidatos a
gobernadores y alcaldes del PSUV de dónde sacarían los recursos para
cumplir por lo menos con una parte de lo prometido. Y en tren de preguntas,
sería oportuno averiguar también dónde encuentran tanto dinero. Mienten cuando
proyectan un programa de gobierno a sabiendas que no lo van a cumplir.
Total, repetirán después algunas de estas
frases: “Se nos han dado datos falsos,” “creíamos que era otra la realidad,”
“Hemos pensado que la cosa sería más fácil, pero había sido que...” En fin, los
pretextos que el pueblo venezolano ha escuchado siempre. Y siempre con infinita
paciencia.
Todos los politiqueros rojos-rojitos están
unidos por la impudicia de la mentira. Son Inseparables, por continuar
disfrutando de las mieles del poder. A sabiendas que ninguno de ellos llegará
solo, sin embargo se abren distancias y se cavan abismos entre
correligionarios. En las reuniones se mienten los unos a los otros. Después, a
través de la prensa, con sus mentiras desorientan y confunden a la opinión
pública. Para peor, los adherentes al gobierno socialista-comunista creen, o
hacen creer que creen, en las mentiras de sus dirigentes.
El pensador norteamericano Michael P. Lynch
dice en su libro “La importancia de la verdad para una cultura pública
decente”, que “creemos que el mentiroso está contando sinceramente su verdad y,
al creerle, cedemos parte de nuestra libertad en función de la mentira. Pasamos
a estar sometidos a la voluntad del otro.” Cada día cedemos parte de nuestra
libertad de la manera más escandalosa: Alquilando cédulas de identidad, votando
por personajes notoriamente corruptos, o haraganes, o analfabetos funcionales,
en cuyas manos transferimos nuestro futuro.
Tal vez los sociólogos y los politólogos
puedan explicarnos este extraño cambio de comportamiento que se da en muchos
ciudadanos: Se plaguean porque sus necesidades más urgentes no son resueltas,
pero cuando tienen la ocasión de forzar el cambio, depositan nuevamente sus
votos a favor de las mismas personas a quienes responsabilizan de sus
padecimientos.
Creo que es así porque tales ciudadanos viven
envenenados por las mentiras que escuchan de los rojos-rojitos y no quieren, o
no procuran, desintoxicarse. Es hora que los venezolanos abran los ojos y
despierten de un mal sueño. ¡Hay un camino para un futuro democrático para
Venezuela! El camino del progreso con Enrique Capriles Radonski, el candidato
de la Unidad nacional.
britozenair@gmail.com
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