miércoles, 2 de mayo de 2012

ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE, PREPARADOS...¡DISPAREN, APUNTEN, PREPAREN ARMAS!

No, no se trata de un error en la redacción del titular. Tampoco es un chiste. Es ‘así’ como ha venido des-gobernando Chávez a Venezuela desde 1999, un cantinflérico modo de dirigir a una nación que, por ahora, realiza desde La Habana, vía twitter, con mayor intensidad desde que no le ha quedado otra opción que reconocer lo que no quería aceptar: que está enfermo, gravemente enfermo, y que le queda muy poco tiempo de vida.  

Pero eso -su salud- es harina de otro costal, un tema que los demócratas debemos evitar por tres razones: 

1º.- Porque hacerlo es continuarle el jueguito promocional de auto-flagelación y lástima, que es una estrategia comunicacional persuasiva inmersa en el proyecto propagandístico castrista surgido desde las salas situacionales del G2, un comando de espías instalado cómodamente en el Piso 10 del anterior Anauco Hilton de Caracas. 

2º.-   Porque insistir en comentar su cáncer nos desvía el objetivo central: demostrar, a propios y extraños, el carácter comunista y profundamente corrupto del régimen que des-gobierna en Venezuela. Y 3º.- Por elemental respeto a la vida privada de ‘ese señor’, un respeto que no se merece porque ha sido precisamente él quien ha violado y violentado todo recato y respeto a la privacidad y la propiedad privada de los ciudadanos venezolanos y de las empresas, nacionales y extranjeras, en Venezuela.  Pero hay que abstenerse de comentar su enfermedad por elemental sindéresis política y social: Para tener autoridad moral en el reclamo de un respeto similar, a él y a cualquier gobernante futuro.


Pero volvamos a sus modos de des-gobernar. El modo bizarro, expresado en el titular de esta nota y con la jerga militar que le es tan afín al léxico limitadísimo de Chávez, expresa el desorden de sus ideas, un método incomprensible que es inevitable para quien, como el teniente coronel Chávez, carece de sentido común y sindéresis política, así como también carece de los conocimientos fundamentales de la gerencia pública. En consecuencia, el teniente coronel Chávez no puede desarrollar las destrezas administrativas que se requieren para entender las inmensas complejidades involucradas en la administración pública de un país mono productor como Venezuela, atascado entre la postmodernidad y el atraso, desarticulado y sumamente complejo, y por eso... Primero dispara cualquier barbaridad, luego le exige a sus ministros y colaboradores que apunten la munición disparada al socaire, y casi inmediatamente  -precavido de la inutilidad de su esfuerzo-  le pide a los militares afiliados al cártel de Los Cuatrisoleados que ‘preparen armas’.

Probablemente estarás pensando que exagero. Que no es posible que una persona tan... ¿elemental? con tan reducida experticia y cortedad de visión pueda ser el Presidente de un país como Venezuela, ahíto a más no poder de riquezas naturales, hermosos paisajes y una población votante medianamente formada y forjada en los beneficios de la democracia durante más de 40 años. Pero es así. ‘Eso’ es el presidente (con minúsculas) que padecen los venezolanos y ‘esa’ es su manera de desgobernar. También puedo escuchar las preguntas que te haces mientras me lees. Hace tiempo yo también me hice esas mismas tres preguntas que siguen tan vigentes como aquella vez.  

Permíteme que las formule y te las responda, una a una:

PRIMERA PREGUNTA: ¿Cómo fue posible que llegara a la Presidencia de Venezuela un teniente coronel tan... ’elemental’?

Chávez es el resultado -indeseable, pero lógico- de un proceso de destrucción institucional que se inicia en Venezuela a comienzos de 1983 con el llamado ‘viernes negro’, el primer aldabonazo a la economía venezolana  sucedido durante la presidencia del socialcristiano Luis Herrera Campins para el período 1979-1984, un evento que se profundiza durante el segundo mandato presidencial del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (1989-1993), gestión política que estuvo marcada por el intento de salir de la profunda crisis económica y fiscal que venía desarrollándose desde años anteriores, a través de un conjunto de políticas de liberación de la economía, mal implementada y peor manejada, cuya manifestación más dramática fue el denominado “Caracazo” en febrero de 1989 y el desarrollo de una crisis política que produjo, en 1993, la suspensión en el ejercicio de su cargo de Presidente de la República y Jefe de Estado y su sustitución por el Dr. Ramón J. Velázquez, nombrado por el Congreso Nacional (de mayoría simple socialdemócrata) para culminar su período.

Pero no todo fue nefasto. Fue también durante esta segunda presidencia de Pérez que comenzó el proceso de descentralización político-administrativa del país, gracias a la aprobación, en los últimos meses del gobierno del Presidente Lusinchi, (1984 -1989) de las primeras reformas del Estado por parte del Congreso Nacional. A pesar de ello, el cáncer institucional había echado raíces en el país y las otrora sólidas estructuras sociopolíticas de Venezuela comenzaron a derrumbarse, de adentro hacia afuera, gracias a una muy bien orquestada campaña de desvalorización de esas instituciones (partidos políticos, los más vilipendiados -¡Y con mucha razón!) que condujo a la implantación de una ‘matriz de opinión’ sobre la que cabalgó el caballo rojo-rojito de un Chávez mesiánico, que venía a obtener por las urnas electorales lo que no consiguió con las urnas funerarias de los muchos venezolanos que murieron por su mano, en la infausta y degradante tentativa de golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Pérez en 1992.

Como el mismísimo segundo Jinete del Apocalipsis, nuestro jinete llanero de tan criolla y vernácula cháchara, abrió el segundo sello y luego de jurar serle fiel a la República y sus Leyes (colocando su mano izquierda sobre una Constitución a la que grosera y públicamente llamó ‘moribunda’) comenzó desde ese día a borrar la paz institucional de la faz de la tierra venezolana, para que nos degolláramos unos a otros, como habría sido su deseo más íntimo, y de seguro aún lo es.

Así, con esos modos tremendistas y cabalgando el potro de la decepción y el desahucio institucional, llegó a la Presidencia de Venezuela ese ‘ser elemental’. Llegó reptando por sobre los escombros de la ruina institucional del país, al que tomó por asalto simbólico el mismo día de su nombramiento, y más luego, al convocar a una Asamblea Constituyente en 1999 con la aquiescencia impúdica de jueces, magistrados, políticos e instituciones públicas y privadas, es decir, con el silencio cómplice de ‘tutili mundi’, y nos metió por los ojos una ‘quinta República’ que el silencio de historiadores y comunicadores avaló.

SEGUNDA PREGUNTA: ¿En verdad es tan mala su gestión, desde 1999 a la fecha?

Mala no. ¡Es malísima!  De hecho, es tan mala que no debemos llamarla siquiera ‘gestión’ sino indigestión política. Sí, sé que lo estás pensando de nuevo, que exagero, que estoy desproporcionando los hechos para intentar convencerte. Te aseguro que no necesito realizar ningún esfuerzo porque la realidad es como una lápida de concreto que viene en caída libre, y que aplasta al más optimista -y ciego- de los obsecuentes seguidores del régimen chavista.  La lista de desaciertos es larga, (más de 1500 casos) densa (incluye cientos de violaciones a la Constitución) y en muchos aspectos, digna de aparecer en el asombroso libro de Ripley ‘Aunque Usted No Lo crea’. Voy a señalarte tres casos, solo tres ejemplos del despropósito y la tozudez elemental que resultan impensables en cualquier país del mundo con los tres requisitos básicos de gobernabilidad: Un gobierno limitado y de origen democrático, un Estado constitucional con sus tres Poderes públicos realmente independientes y el respaldo de una sólida institucionalidad republicana.

Primer caso: La írrita refundación de Venezuela:

El despropósito más grande de todos los que ha ejecutado Chávez en este ex-país que antaño llamábamos ‘República de Venezuela’, consistió en violar la Constitución vigente, aquella que regía desde el año 1961 y que como verás sigue vigente. Se trata de un despropósito para provocar una ruptura constitucional. Resulta y acontece que algunos demiurgos insomnes, de esos que son fanáticos de la ‘letra chiquita’, y que se dedican a leer qué es lo que ‘dice-el-papel’ incluso en el filo de la hoja, han ¿descubierto? algo que no podría suceder en ningún país serio del mundo, pero que pasó en Venezuela: Violar la Constitución en su ‘constitución pétrea’, y así sucedió aquí, en Venezuela, pues aquel texto constitucional de la mal llamada ‘moribunda’, que para muchos abogados constitucionalistas aún está vigente en Venezuela desde 1961, no se podía ‘mandar a morir’ así como así, ya que además de tener sus propias reglas para ser modificada,(Artículo 245º que reglamenta las enmiendas, Artículo 246º para reformas generales) sí hubiere necesidad de ello, expresa de manera clara e inobjetable que nada ni nadie podría dejar de observarla por algún acto de fuerza, o derogarla (es decir, suplantarla por otro texto) y que aun cuando ello se hiciere no perdería su estatus ni su vigencia. Esto está escrito expresamente en el Artículo 250º, Título XI, De la inviolabilidad de la Constitución, cuyo texto reproduzco ‘ad-litera’ para asombrar a mis lectores internacionales, porque asumo que mis lectores venezolanos esto ya no los asombra:

Título XI. De la Inviolabilidad de la Constitución

Artículo 250º: Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En tal eventualidad, todo ciudadano, investido o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia. Serán juzgados según esta misma Constitución y las leyes expedidas en conformidad con ella, los que aparecieren responsables de los hechos señalados en la primera parte del inciso anterior y asimismo los principales funcionarios de los gobiernos que se organicen subsecuentemente, si no han contribuido a restablecer el imperio de esta Constitución. El Congreso podrá decretar, mediante acuerdo aprobado por la mayoría absoluta de sus miembros, la incautación de todo o parte de los bienes de esas mismas personas y de quienes se hayan enriquecido ilícitamente al amparo de la usurpación, para resarcir a la República de los perjuicios que se le hayan causado.”

Tal como le sucedió a El adelantado don Rodrigo Díaz de Carrera, célebre personaje de la maravillosa agrupación argentina ‘Les Luthiers’, cuando Chávez refunda a Venezuela con la pretendida 5ª República, (falaz cuenta, porque no han existido 4 anteriores, solo una desde 1811 a esta fecha) le acontece lo mismo que a don Rodrigo en la fábula cantada, que viniendo de Sur a Norte, ‘funda’ a Caracas unos 50 años después que lo hiciera don Diego de Losada en 1567.  Es decir, realiza una refundación írrita, solo que aquella es producto de la deliciosa creatividad de unos artistas fantásticos, mientras que esta otra, la de Chávez, es, amén de una mentira histórica, un atropello constitucional absolutamente inaceptable, que a pesar de haber sido señalado como írrita, la población venezolana lo ha consentido con su silencio, tal como hizo el mismo Chávez cuando en abril de 2003 su Ministro de la Defensa... “le solicitó la renuncia al cargo, la cual aceptó”.

Írrita o ilegal, nada le importó al muchachote de la llanerísima poblada de Sabaneta de Barinas. Prevalido de la popularidad de su reciente elección en diciembre del 98 y del populismo de sus ofertas apenas comenzado el 99, convocó una Asamblea de ciudadanos, a la cual llamó ‘originaria’ pero a la que condicionó su participación creando el tristemente famoso ‘portaviones de Chávez’, un modalidad de ‘kino político’, avalado por las írritas autoridades ‘transitorias’ del Consejo Nacional Electoral (integrado en un 95% por partidarios suyos) y con este ‘kino de Chávez’ entubó a su favor la mayoría de los asambleístas, para que aquellos le validasen como originario un texto de Constitución según sus expresas instrucciones. Entonces volvió a ‘entubar’ la decisión del electorado al impedir que los ciudadanos votasen o rechazasen el documento propuesto con posibilidad de escoger cuáles artículos sí y cuáles no y en vez de ello realizó un evento refrendario por la totalidad del texto, quitándole al ciudadano la oportunidad de elegir, aun cuando no de votar.

¿En cuál país democrático del mundo, con un Estado constituido con Poderes independientes y una sólida institucionalidad, se permite que el Presidente violente la Carta Magna de la nación? ¡En ninguno! Entonces, ¿Es Venezuela una un país dirigido por una democracia, regido por una autocracia o está sometido bajo una dictadura? Frente a la inocultable y flagrante violación del Artículo 250 de la Constitución de la República de Venezuela ¿Cómo queda la nación frente a la Carta Democrática Interamericana, suscrita por Venezuela el 11 de septiembre de 2001, en sesión especial de la Asamblea de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Lima, Perú? No es poca cosa esta última interrogante porque La Carta Democrática Interamericana declara de manera sencilla y directa: "Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla". Esta carta le aporta a los ciudadanos del continente americano las coordenadas de acción para guiar su acción colectiva cuando la democracia enfrenta peligros, pues ella establece los procedimientos a seguir, no solamente cuando la democracia se interrumpe totalmente, como en un golpe de Estado, sino cuando el orden democrático ha sido seriamente alterado y la democracia está en riesgo, que es el caso que atañe a Venezuela desde 1999.

Segundo caso: La ruina y el colapso de la industria petrolera venezolana:

Para 1998, la industria petrolera nacional funcionaba así: Las políticas de Estado emanaban del Ministerio de Hidrocarburos y Minas, como ente gubernamental que fijaba los lineamientos estratégicos ‘macro’ (aportes al I.S.R., regalías, etc.) sobre los que tenía que rendir cuentas una empresa, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) en cuya Junta Directiva estaban miembros del Ministerio y Ejecutivos veteranos de ‘la industria’, quienes determinaban las metas y los lineamientos estratégicos para cumplirlas. En aquellos entonces, PDVSA operaba como una empresa del Estado pero con políticas de gerencia y productividad privadas. PDVSA llegó a estar considerada entre las 10 empresas más productivas del mundo y una de las 5 primeras de su sector. Venezuela obtenía, con esa PDVSA las divisas que el Gobierno necesitaba, la industria se fortaleció dedicándose a ‘lo suyo’: Exploración, extracción, comercialización, e incluso la refinación para el consumo interno, y como consecuencia de todo lo anterior, el teniente coronel Chávez recibió, en 1999, una industria petrolera sólida, confiable, financieramente sana y con un programa de expansión extra-frontera conveniente y en marcha: Refinerías en USA, el Caribe y Europa, una excelente flota de tanqueros, el Instituto de Investigación Petrolera más importante del continente y ‘productos’ de marca propias, como la Orimulsión, con los que pudo realizar convenios internacionales de comercialización.

Doce años más tarde PDVSA es una empresa en ruinas. Una empresa que dedica 2/3 partes de sus ingresos brutos a unas actividades ajenas a su condición de empresa petrolera: los programas políticos de Chávez, que éste ejecuta sin supervisión de la Asamblea Nacional ni de la Contraloría del General de la República. Doce años después es una empresa técnicamente quebrada por la malversación de sus ingresos... Por el robo de los ahorros y de los planes de jubilación de sus trabajadores... Por las sobrefacturaciones milmillonarias... Por el abandono de los planes de exploración y de recuperación secundaria... Por el desmantelamiento de su instituto de investigación petrolera... Por las groseras y escandalosas daciones y regalías de sus productos a otros países en condiciones de irrecuperabilidad contable.  En apenas doce años, PDVSA pasó de ser una empresa sólida, confiable y financieramente sana, a ser una empresa que pierde mercado, que emite papeles de deuda internacional, no para invertir en lo suyo (exploración, producción, refinación, comercialización) No, ahora PDVSA se endeuda para cubrir caja. Para subsistir precariamente. Para continuar siendo la caja chica del teniente coronel.

En cualquier país medianamente organizado, con una justicia independiente y una sólida institucionalidad, este caso bastaría para iniciar un sometimiento a juicio a quienes hicieron quebrar a la única empresa generadora de divisas y de prosperidad en un país mono-productor. Bastaría este caso para un antejuicio de mérito al Presidente y a los burócratas y ejecutivos responsables del colapso y de la ruina de la industria petrolera, pero no en esta Venezuela chavista, que es ‘oscuridad de los suyos y candil para los extraños’. No en esta Venezuela subsumida por el castro comunismo, cuyo Presidente regala a manos llenas todo lo que necesitan Cuba, Nicaragua, Bolivia, el Ecuador y los del CARICOM, mientras desangra la vaca de la leche negra y sus ciudadanos ven con espanto y resignación que los altos precios del petróleo no les favorecen en nada, pero sí y mucho, a otros ciudadanos de países que se han aliado circunstancialmente a Chávez, tan solo por ‘el excremento del diablo’ que brota de sus pozos y engorda su petro-chequera.

Tercer caso: Una guerra civil no declarada:

En Venezuela, la muerte y la violencia se han convertido en eventos comunes entre sus habitantes, pero desde 1999 se vive en un estado de conmoción similar al de una guerra prolongada y de mediano impacto, en una guerra civil no declarada, en la que han muerto, entre 1999 y 2011, más de 150.000 ciudadanos solo por homicidios, una cifra espantosa sí tenemos en cuenta que no incluye enfrentamientos entre bandas, ni crímenes pasionales, ni la ‘resistencia-a-la-autoridad’ (curiosa forma de ocultar los enjuiciamientos ejecutados por las autoridades civiles y militares). Son, para ser exactos, 150.011 homicidios cuya cifra tampoco incluye averiguaciones pendientes por muertes sin resolver, tampoco incluye los muertos en los establecimientos penitenciarios ni las muertes accidentales.  Es decir, hablamos de 150.011 ciudadanos inocentes asesinados por bandas armadas, por delincuentes organizados, y en algunos casos protegidos por el des-gobierno del teniente coronel Chávez. Y no hablamos de números aproximados ni de estimaciones estadísticas. No, hablamos de la sumatoria de las cifras oficiales emitidas, mes a mes... año a año, por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas -C.I.C.P.C- el único organismo oficial de detectives, adscrito al Ministerio del Poder Popular de Interior y Justicia.  
La cifra de homicidios, acumulada al año 2011 y relacionados exclusivamente con homicidios en Venezuela es de tal magnitud, que para tener una idea de la verdadera significación se requiere contrastarla, no con las cifras de inseguridad de otros países, pues eso sería una gran injusticia pues muy probablemente aquellas cifras de otros países con índices de homicidios relevantes (como México, Colombia, Brasil y Argentina) incluyen en sus guarismos todos los asesinatos, mientras que las maquilladas cifras venezolanas -150.011 homicidios entre 1999 y 2011- no incluyen todos los homicidios, como se puede ver en la leyenda de las cifras del C.I.C.P.C. Para abrirte los ojos, permíteme que compare esa cifra con las de algunas guerras recientes:

·         Guerra civil no-declarada en Venezuela vs. Guerra de USA-Corea (1950-1953): Compara los 150.011 asesinatos en una Venezuela presuntamente ‘en paz’ frente a los. 25.000 soldados norteamericanos caídos en combate. La de Corea fue una guerra entre Corea del Sur, apoyada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y Corea del Norte, apoyada por la República Popular China, con ayuda de material militar de la Unión Soviética. La guerra fue el resultado de la división de la Península Coreana por un acuerdo de los victoriosos Aliados de la Segunda Guerra Mundial tras la conclusión de la Guerra del Pacífico al final de la Segunda Guerra Mundial.

·         Guerra civil no-declarada en Venezuela vs. Guerra USA-Vietnam (1959-1975): Coteja los 150.011 homicidios de ciudadanos inocentes durante 13 años, frente a 57.685 soldados norteamericanos muertos en combate en 16 años. Cabe recordarte que esa cifra de caídos escandalizó a la sociedad estadounidense, con tal intensidad y con tanto efecto, que el Gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a iniciar, El 27 de enero de 1973, las negociaciones de la Conferencia de París, firmándose unos acuerdos por los que se establecía el cese del fuego y la retirada estadounidense de Vietnam del Sur, hito histórico que aconteció en abril de 1975, pues con él se consumaba la victoria total del FNL y el fracaso definitivo de los Estados Unidos, con la toma de Saigón y la unión entre el Norte y el Sur, proclamándose la República Socialista de Vietnam en abril de 1976.

·         Guerra civil no-declarada en Venezuela vs. Guerra árabe-israelí en junio de 1967: Contrasta la cifra de 150.011 inocentes venezolanos asesinados en 4.745 días, frente a 777 israelíes y 15.000 soldados de la coalición árabe muertos en la Guerra de los 6 días.

La refundación írrita de la República, la ruina y el colapso de la industria petrolera venezolana y la guerra civil no declarada muestran cuan perjudicial ha sido la gestión política, económica y social del teniente coronel Chávez y de sus obsecuentes seguidores para los ciudadanos sobrevivientes en Venezuela. Son solo 3 de los 1500 casos que evidencian el profundo daño, las más de las veces irreparables, que sus acciones y sus omisiones de gobierno han producido tanto al país-Nación como al país-Estado. Un daño que los venezolanos tardarán décadas en reparar, y luego de reparados tristemente se encontrarán con que se ha tirado por la borda inimaginadas oportunidades que no volverán, fabulosos recursos naturales, financieros y humanos que no se recuperarán, y que ahora Venezuela es cien veces peor que aquella con la que se tropezó Chávez en 1998.

TERCERA PREGUNTA: ¿Qué están haciendo los venezolanos ante este terrible panorama?

Esta es la gran pregunta. Una, cuya respuesta puede abrir o cerrar el compás de esperanza para una nación que está sometida, no solo a los vaivenes de los desaciertos cometidos, sino que está avasallada por las resultas de la enfermedad de un tirano, cuya gestión, sostenida por los altos precios petroleros, le permiten desarrollar políticas populistas que ‘por ahora’ le generan un sólido piso político que bascula entre el 45 y el 51% de aprobación, dependiendo de a cuál encuesta se le dé credibilidad. A los venezolanos que respaldan al teniente coronel Chávez se les está inoculando el virus de la defensa a ultranza del régimen frente a su muerte inevitable o una incapacidad física permanente que consolide un previsible resultado electoral adverso el venidero 7 de octubre.

Pero la firme voluntad de cambio de una mayoría opositora ha puesto sus esperanzas en al menos dos vías de acción: La vía electoral y la vía de la resistencia civil. Quienes respaldan la vía electoral apoyan la ejecución de unos comicios para los que se han reagrupado tras la figura de un joven político, el Gobernador de Miranda Henrique Capriles Radonski, seleccionado en febrero de 2012 como candidato a la presidencia de las oposiciones políticas, en unas primarias convocadas por la Mesa de la Unidad Democrática a la que asistieron, para sorpresa de propios y extraños y de manera espontánea, más de 3 millones de ciudadanos inscritos en el Registro Electoral Permanente. Quienes transitan por esta vía afirman poseer un candidato legitimado, un programa de acción gubernamental conocido y consensuado, y una mayoría circunstancial del electorado, pero se enfrentan al fantasma de un Poder Electoral subsumido a la voluntad del teniente coronel, a un registro de votantes nada transparente que no ha sido convenientemente auditado y en el que se afirma (y se muestran evidencias) existen entre 2 y 3 millones de ‘votantes fantasmas’.

A esta porción muy significativa de ciudadanos se opone otra, desde la misma acera oposicionista aunque con menos seguidores: La facción de quienes abogan por la ejecución de una resistencia civil permanente y prolongada a la que llaman ‘Guarimba’, palabra de uno de los dialectos de las tribus que habitaban el Valle de Caracas antes de la conquista que significa ‘territorio’ pero también ‘lugar apropiado para el refugio o la protección.’ El objetivo de la ‘Guarimba’ consiste en paralizar la actividad del país para crear un caos anárquico en las principales ciudades de Venezuela con la participación de la ciudadanía, a fin de obligar al régimen al abandono del poder por la presión de sus ciudadanos.

Todos contra todos:  Los venezolanos que apuestan por la ‘Guarimba’ para defenestrar al régimen chavista califican de ‘conchupantes’ a los que desean vencerlo en unas elecciones presidenciales, pues consideran que le ‘hacen el juego’ de validación a un régimen que ha conculcado todos los poderes del Estado y que ha demostrado una sólida vocación de tiranía.  Por su parte, los ‘electorales’ acusan a los ‘guarimberos’ de carecer de sindéresis política y de un plan post-Chávez de llegar a prosperar su estrategia. Ante éstos dos segmentos poblacionales, un cada vez más reducido grupo de chavistas apuestan ‘el todo por el todo’ y ciegamente por la continuidad de su enfermo comandante y a lo que llaman ‘revolución’. En este último grupo se encuentran muchos militares y altos funcionarios de gobierno que perciben que con la muerte o la incapacidad política de su líder, el proceso desaparecerá irremediablemente y con él las prebendas y los apoyos con los que han amasado gigantescas fortunas y realizado sus propias agendas de poder. Todos ellos temen cruentas represalias, tanto de opositores como de sus seguidores y son los que, desde hace algunos años, están poniendo barbas en remojo, como lo ha hecho el ex-Magistrado y militar Eligio Aponte Aponte, hoy por hoy, en territorio de los Estados Unidos en calidad de testigo protegido.

Indiferentemente el grupo al cual le apuestes en la vertiginosa ruleta política de Venezuela, todo parece indicar que nada está decidido. Que cualquiera de ellos tiene posibilidades para imponer su agenda, pero mientras pasan los días y los escenarios políticos reacomodan las estrategias de cada uno de ellos, una voz que cruza ‘el mar de la felicidad’ parece retumbar desde La Habana y ordena:

Preparados... ¡Disparen, apunten, preparen armas!

andresmorenoarreche@gmail.com

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