miércoles, 23 de mayo de 2012

ALBERTO JIMÉNEZ URE [*], LOS «INAPTOS» Y LOS (¿PRANES?) «PRAVOS»

«Nunca vi tanta e inmensa ignorancia enquistada en seres insólita e incondicionalmente sumisos a cualquiera enfermo de codicia que irrumpa para destruir, y decirnos que, en el Mundo, nada que sea sano permanecerá inmune ante su infecta presencia: nunca vi tan prolija e inconmensurable petulancia en quienes sólo son imprescindibles y pródigos para la praxis de la instigación e imponer la mediocridad»

En tiempos de una Venezuela víctima de la «Infausta Comunista», donde el «Funcionariado Mayor de Gobierno Despótico» justifica la entrega del Tesoro Público del país y la explotación del petróleo a franquicias foráneas en «Concierto Ávidas para Enriquecerse»,  fundamentándose en la mohosa tesis de la «Internacionalización del Socialismo», nadie imaginó que los inaptos con poder de mando serían explícitamente ridiculizados por reos llamados «pranes»: vocablo torcido de «pravo», obviamente (del Lat. «pravus»: perverso, alguien de costumbres corrompidas).

Tras desasistir a los ciudadanos venezolanos, la «Infausta Comunista» dieciochesca se apertrechó de armas de guerra para presuntamente defender a la República de «potenciales invasores imperiales»: empero, sus tropas no pueden con los «pravos» que conducen los destinos de los confinados en las penitenciarías. Los «inaptos» que, luego de más de una década, pretenden proseguir en funciones de mando nacional, no pueden protegernos de los desalmados que logran escapes espectaculares para proseguir en la praxis del crimen. Qué no decir de la expresa incapacidad del gobierno confiscador de empresas y tierras para garantizar el «abastecimiento de alimentos» y la oferta de servicios como la «electricidad», vías para el desplazamiento de vehículos, agua potable, atención sanitaria, etc.

La falta de experticia, honestidad y patriotismo de los «inaptos» del «Funcionariado Mayor de Gobierno Despótico» ha convertido al país en una especie de territorio de postguerra: donde nada funciona y en el cual ningún ciudadano puede contar con poderes públicos, como el «Judicial» para que se le vindique. Para mantener sus trabajos, bienes y hasta su dignidad. Es decir: para que, ulterior a tanta arbitrariedad y vandalismo de comandancia, se le repare su existencia.

Fue previsible que la «Infausta Comunista» se dedicaría a la persecución y criminalización de los productores, empresarios y comunicadores sociales: a quienes amenazaría y sometería a toda clase de terrores. Lo fue, previsible, que impondría el desabastecimiento de alimentos y quebraría financieramente al país. También lo fue, previsible, que se enemistaría con los obreros e intelectuales: con maestros, médicos, enfermeras y universitarios. La Historia dicta que la «Infausta Comunista» deviene en miseria, en caos y pauperismo judicial. Ningún socialista anhela el mando para  «edificar», sino para «cometer».


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