jueves, 12 de abril de 2012

ADOLFO R. TAYLHARDAT / LA ENFERMEDAD DEL PRESIDENTE

La gravedad del mal que aqueja al primer mandatario ha dejado de ser un misterio. Él mismo ha despejado la incógnita que durante tanto tiempo había permanecido en secreto y que precisamente por falta de claridad y transparencia ha dado lugar a muchas especulaciones.
De hecho, hay quienes todavía dudan. Piensan que es una estrategia electoral, que es mentira que está enfermo. Quienes así piensan parten del hecho de que él acostumbra valerse de la mentira y la comedia para apuntalarse en el poder cuando baja su popularidad y se vale de la naturaleza misericordiosa del venezolano, que generalmente tiende a sentirse solidario con el que sufre, para tratar de recuperar apoyo en el sector menos favorecido de la población .
No discuto que efectivamente es un farsante y cuentista, pero pienso que recurrir al tema de la salud propia para engañar no sólo a sus compatriotas sino tambien a sus pares y colegas jefes de Estado de otros países y a la comunidad internacional, sería la mofa más descomunal que alguien pudiera concebir. Si fuera así quedaría catalogado como un farsante que se ha burlado de la humanidad inescrupulosamente.
Personalmente en ningún momento he dudado que efectivamente está enfermo, pero nunca me imaginé que estuviera tan grave. Por respeto al prójimo en desgracia evité tocar el tema en mis artículos semanales. Sin embargo, la semana pasada él mismo levantó el velo del misterio y públicamente se encargó de revelar que está muy mal, peor de lo que se pensaba. Su enfermedad es sumamene grave. Con llanto en los ojos reconoció que teme por su vida y le ha pedido a Dios que le permita vivir un tiempo más para completar su obra . ¿Cuál obra? ¿La de seguir arruinando y destruyendo el país? Si es para eso que pide "sobretiempo" pienso que lo mejor que puede hacer Dios es dejar que la naturaleza complete su propia obra.
Lo cierto es que tiene los días contados. ¿Cuántos? El médico venezolano que ha venido haciendo el seguimiento de su situación asegura que no llega a septiembre. La información disponible sigue siendo vaga e incierta. Pero el solo hecho de que públicamente implore misericordia y que esté dispuesto a pagar penitencia para que el Señor le permita seguir con vida algún tiempo más refuerza las conjeturas que afirman que no es mucho el tiempo que le queda de vida.
No voy a especular sobre lo que puede ocurrir ahora que se conoce la gravedad de la enfermedad presidencial ni acerca de cómo se presentará la situación en las elecciones el 7 de octubre con un nuevo candidato oficialista. Esto lo dejo para los politólogos. Pero no cabe duda de que el panorama electoral luce ahora más despejado. Nunca antes como ahora la posibilidad de que el candidato de la oposición se imponga en la elección presidencia habían sido tan claras.
Por eso, el 7 de octubre hay que acudir masivamente a los centros electorales y votar por el candidato de la Unidad Democrática. Si no se aprovecha adecuadamente esa coyuntura y pierde el candidato de la oposición, entonces si es verdad, ¡sálvese quien pueda!
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