En la última década,
la reflexión sobre la actividad política ha avanzado considerablemente. Estos
nuevos desarrollos teóricos se han caracterizado por poner distancia en
relación a ciertos estilos investigativos que tradicionalmente han prevalecido
en este campo. Me refiero al ensayo intuitivo, la crónica pasajera y la
simulación electoral. Estas tendencias están siendo emplazadas, hoy en día, por
nuevos enfoques en el campo de la investigación política. En especial por los
que se cobijan bajo la denominación de “política de las emociones”.
Colocar las emociones
en el centro de esta indagación facilita desembarazarse de ciertos atavismos
racionalistas que generalmente se encuentran enlazados con cierta jactancia
ideológica no lejana de una prepotencia programática.
Es bueno tener en
mente que estas desviaciones racionalistas, hasta cierto punto, han sido
responsables de derrotas electorales en el pasado reciente.
Tres libros
emblemáticos proporcionan los referentes teóricos sobre los cuales descansa la
política de las emociones: “Palabras que funcionan: No es lo que tú dices, es
lo que la gente escucha” del analista político Frank Luntz; “El cerebro
político. El papel de la emoción en la decisión del destino de la nación”
escrito por el Dr. Drew Wester, profesor del Departamento de Psiquiatría y
Psicología de la Universidad Emory en Atlanta; y, finalmente, los trabajos de
George Lakoff, dentro de los cuales vale destacar “No pienses en un elefante.
Lenguaje y debate político” y “Punto de reflexión. Manual progresista”. El
común denominador presente en estas investigaciones consiste en que todos estos
autores han situado este debate sobre el lenguaje en el centro de las
preocupaciones estratégicas de los dirigentes políticos.
George Lakoff, por
ejemplo, advierte sobre los peligros de caer en el “mito centrista”. Esta
“trampa”, así lo califica este investigador, consiste en creer que existe una
ideología propiamente centrista. En nuestro caso, por ejemplo, este cuerpo de
ideas se expresaría en la existencia de un grupo bien posicionado entre el
chavismo y el progresismo de la oposición. De esta hipótesis se desprende una
conclusión: si deseas triunfar en las venideras elecciones sería necesario
seducir a este electorado centrista.
Sin embargo, esta
apuesta implica ciertos apuros políticos. Por ejemplo, al “moderar” o “centrar”
el mensaje se corre el riego que la propuesta pueda ser “enmarcada” en el
discurso chavista. Esta circunstancia ocasionaría pérdida de identidad
discursiva y comprometería la esencia emocional del mensaje de la oposición.
Las primarias fue una elección excepcional. Se centró en un electorado cautivo,
cansado de las experiencias extremas. El “mito del centrista”, en esta ocasión
funcionó en forma efectiva. Me parece que las elecciones generales plantea un
escenario distinto y mucho más complejo.
¿Qué repuesta
proporciona George Lakoff a este dilema discusivo” El biconceptualismo: “el
llamado centro está formado por biconceptuales, es decir personas que son
conservadoras en algunos aspectos de su vida y progresistas en otros”. El
biconceptualismo, en otras palabras, es la cualidad que tiene el votante
centrista de pensar en términos “socialistas” en determinados aspectos y en
vocablos progresistas y democráticos en otros temas. No existe pureza
discursiva en las actitudes y emociones de los votantes centristas. Los
electores que se consideran “chavistas” suelen tener valores democráticos en
cuestiones importantes de su vida.
En consecuencia,
sería necesario conectar con estos biconceptuales parcialmente liberales y
progresistas apelando a sus identidades democráticas y regionales. La
alternabilidad, derecho al voto, reconocer la victoria al adversario, identidad
regional, elección de autoridades estadales y locales son valores que se
encuentran profundamente arraigados en el cerebro de todos los votantes y que
el socialismo aún no ha podido borrar. Este es el marco donde deben, por así
decirlo, “enmarcarse” problemas como empleo, vivienda, salud, seguridad, etc.
No hay necesidad de
“escorar” la propuesta chavista. Centrar, insisto, podría significar reforzar
los valores del oponente y, en consecuencia, cuestionar los propios y alejar la
base electoral de la oposición.
acostnelson@gmail.com
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