Chávez ya no es el único que se conecta de manera segura e instantánea con los necesitados
ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 14 de marzo de 2012 12:00 AM
En una deliciosa entrevista que Gloria Bastidas le hiciese al cineasta Thaelman Urgelles -el mismo que escribiese unos notables "perfiles" de los distintos candidatos que se presentaron a la consideración del electorado el pasado 12F- aparecen algunos asuntos sobre el proceso político venezolano que vale la pena comentar.
Por supuesto que no hay entrevista, por muy buena que sea, totalmente exhaustiva y que agote todos los temas. Pero tampoco eso la haría una buena entrevista puesto que, para que cumpla ese requisito, debe dejar a sus lectores hambrientos de explorar más, y es esto lo que creo que hay que hacer.
Creo que lo más valioso de esa entrevista es el asunto de la "fuerza" que Henrique Capriles parecería poseer. Para detectarla Urgelles acude a un símil deportivo, al enfrentamiento entre Cassius Clay y Sonny Liston; y que también podría tener un equivalente bíblico: David frente a Goliat.
La propuesta de Urgelles parecería sugerir que lo que le provee fuerza a quien desafía al poderoso es no ser como éste. Dicho de otra forma: ni pelear de la misma forma, ni utilizando las mismas armas. Es más, jamás presentarle batalla en su propio campo. De allí lo útil del símil boxístico.
Es obvio que, de entrada, Capriles no tiene la "veteranía" de Chávez, pero tampoco su desgaste. Capriles, en efecto, no ha incurrido en el error de asumir la centralidad de su persona, como Chávez ha hecho hasta el hartazgo. En estos interminables trece años, confiscó toda posibilidad de descentralización y asumió que él y su gobierno lo harían todo, todo el tiempo. Creyó, ilusamente, que si acaparabas todo el poder formal eso te haría el más poderoso de la comarca, sin darse cuenta de no hay nada más verdadero que "el que mucho abarca poco aprieta".
Pero si todo eres tú (no olvidaré la pintura que una vez vi en una ambulancia del interior de la república: Chávez disfrazado de médico), entonces también de lo malo eres el origen, como lo eres de la escasez, de las tropelías, de la falta de real; y eso configura una matriz que para el régimen es letal. Si Chávez es la fuente de todo lo que hay en el país, y lo que hay me daña, me perjudica, me agrede, entonces la conclusión es obvia: para que yo y todos los venezolanos retornemos a los buenos tiempos, Chávez debe irse... y mientras más rápido, mejor.
Más peligroso aún para el régimen: de todo lo que nos pase, sea por acción o por omisión, el régimen es el único culpable. Tomemos el tráfico caraqueño como un ejemplo. Si trasladarnos de un sitio a otro puede implicar colas de dos y tres horas, a menos que quiera correr el riesgo de irse en moto y que se le venga encima un aguacero, o viajar en Metro y quedarse atrapado en un túnel sin ayuda alguna, aquí no hay más que un culpable: Chávez.
En efecto, él es incapaz de botar a cuanto incompetente tiene en su gobierno. Es más, lo único que hace con ellos es rotarlos, de modo que puedan probar su incompetencia no en uno, sino ¡¡en todos los cargos!! Pero, además de eso, es el mismo Chávez el que repite sin cesar los mismos diagnósticos y las mismas recetas que han probado hasta el cansancio ser la mar de inútiles.
Una y otra vez habla de la crisis eléctrica y resulta que lo único que salva a mucha gente de tener que calárselo es... ¡el seguro apagón! Una y otra vez inventa una nueva misión, un nuevo programa, hasta nuevos ministerios para encarar el problema de la vivienda y allí están, paralizadas todas.
Pero hay más. Chávez ya no es el único que se conecta de manera segura e instantánea con los necesitados, ya le salió competidor. Capriles no será un académico, ni siquiera un orador que encanta y maravilla, pero sí es alguien con quien la gente siente una conexión instantánea. Y en eso no hay nadie en el PSUV que lo iguale, y Chávez sólo lo hace por televisión. Hace rato que dejó de estar en medio de las masas y de sentirse a gusto con la gente conversándole y manoseándolo.
Capriles, además, es casi veinte años menor que un cansino de cincuenta y déle, que además padece una grave dolencia. Capriles es David y Chávez un agotado Goliat, que además poco ha aprovechado la enseñanza de caer y volver a levantarse una y otra vez.
Pero eso no es lo peor para Chávez y los suyos. Lo peor es la inesperada fuerza del pueblo opositor: tres millones y creciendo. ¡Vaya sorpresa! Capriles fue convertido en un titán por el pueblo que no ve las horas de que esto termine y que por saber que sólo faltan 7 meses su esperanza adquiere una fuerza de huracán.
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