CARTERISTAS EN ACCIÓN
El régimen comenzó a crear un monstruo que es posible que ya no puede controlar. Son los carteristas oficiales adiestrados para la confiscación de la propiedad privada. Su acción ha creado distorsiones que durarán varios años en enderezar, aun después que Chávez salga del poder.
Ha habido un proceso de despojos, expropiaciones, estatificaciones, invasiones, apropiaciones, que afecta a dueños de tierras, de empresas, de construcciones y negocios de todo calibre. Las razones han sido diversas. En unos casos la cadena de titularidad no ha sido establecida con precisión desde los tiempos en que Guaicaipuro andaba por estas tierras (que antes no eran) de Dios. Sin dejar de admitir que puede haber casos en que antiguas vivezas hayan corrido las cercas, motivo del problema agrario latinoamericano en varios países y que tuvo momento culminante con la Revolución Mexicana de comienzos del siglo XX.
En muchas oportunidades el gobierno ha arrebatado negocios por la necesidad que siente de doblegar a sus enemigos políticos -reales o supuestos- por lo cual echa mano de argucias de naturaleza económica o financiera. También ha actuado así porque los teóricos de este marxismo kindergarterino piensan que están sentando las bases para nuevas formas de propiedad colectiva. Sobran casos en que grupos de asaltantes organizados han invadido tierras o edificios sin que autoridad alguna se haya opuesto, sobre la base de que un edificio en construcción, al no estar ocupado -precisamente porque está en construcción- es del que lo agarre primero.
Tal vez los casos más dolorosos son los de la toma de empresas manufactureras o agrícolas productivas privadas, nacionales o extranjeras, para que algún burócrata retoce entusiasta mezclando sulfuros, ácidos y lecturas indigestas en lo que antes fue de otro; al final la institución trincada yace convertida en bagazo. No faltan interventores de negocios financieros que encuentran la oportunidad de hacerse de sus carros blindados, protección de escoltas en motocicletas BMW, mientras hacen la digestión de sus salarios,, conexiones y fortunas.
¿QUÉ SE VE?.
A primera vista lo que se presenta es la destrucción de lo que manos y mentes emprendedoras habían creado. Esta conducta de los carteristas bolivarianos es producto de anteojeras ideológicas vetustas e inamovibles. Piensan que la propiedad es un robo originario por lo cual habría que devolver todo o casi todo a los caribes y a los timoto-cuicas originarios; claro, a las tribus barinesas; como ninguno de éstos grupos deambula por los alrededores, nada más natural que entregársela a su representante en la tierra, Hugo Chávez, quien a su vez mueve su dedo índice para distribuirla como hace con los cargos, dineros y miradas. Claro, si se va millones de años atrás tal vez los propietarios habrían sido reptiles, peces y anfibios si así se les ocurriera a los bucaneros que gobiernan.
No saben, no entienden o no quieren saber, que la propiedad surge de momentos fundantes como lo fue la victoria independentista que reconoció en unos casos pero instituyó en la mayoría un sistema de derechos y propiedades nuevo, o como fue a partir de la muerte del Benemérito cuyas propiedades revirtieron a la Nación, así como las de sus validos (no todos), momento a partir del cual se crearon oleadas de propietarios. La propiedad de empresas manufactureras, comerciales, financieras y de otros servicios es diferente en su forma porque requieren inversión en términos históricos que puede ser más fácilmente rastreada.
Tampoco saben, entienden o quieren saber que la propiedad privada sobre los medios de producción no es un acto de despojo sino de creación y que la propiedad es una forma específica de constituir lo propiamente humano. Tener no es adjetivo al ser; es más bien constitutivo del ser.
Las confiscaciones, cualesquiera que sean los nombres que se le adosen, atentan contra los empresarios y también contra los trabajadores; bajo el reino de los carteristas el futuro de los trabajadores no depende de su entrenamiento, destrezas, cumplimiento, antigüedad, sino de la voluntad suprema del régimen, es decir, del Presidente en última instancia. Empresarios y trabajadores pierden sus propiedades y pasan a ser poseídos, en casos en sus más insolentes acepciones, por los que mandan. Así, al ser despojados de bienes, oportunidades, sustento, pierden también humanidad, disueltos en ese miasma primordial en que se cuece un proyecto ya podrido.
¿CUÁL ES EL RESULTADO?.
Lo que se observa es desastre y más desastre. Tierras de antiguo productivas ahora devastadas por quienes de beneficiarios pasaron a ser víctimas. Empresas cerradas o cojitrancas, inundadas de rojo y de quebranto, sin mantenimiento, sin experticia, sin futuro. Así como ocurre con los recursos fiscales también se depredan los bienes en nombre de la perversidad de una aventura ideológica sin mañana, concebida contra la mayoría del país.
Cierto que desaparece un sistema de relaciones y existe la tentación de tenerlo como el fin de la película, pero no es así. Al rescoldo del desastre inducido se teje otro sistema de relaciones subterráneo; otro tejido social emerge de las entrañas del diseño destructivo en marcha. Es, en efecto, la nueva sociedad, sólo que al experimento le salieron protuberancias, tumefacciones y quistes, hocicos y torceduras. Se está creando un tejido social con nuevos actores sociales, que no ha sido investigado con suficiencia y que debería investigarse. Se ha creado, por ejemplo, una capa sobrevenida de gerentes, la mayor parte inepta y sustancialmente corrupta, que organiza el saqueo. Existe también una capa social de beneficiarios que a falta de proyecto, destino, sentido, entrenamiento y recursos, devastan los bienes asaltados. La imagen es la de territorios conquistados, sometidos al saqueo de los vencedores, repartidos como botín del abordaje consumado a las ciudadelas burguesas. El soberano que comienza a emerger no es el que preludia la tierra prometida sino el que deja la tierra arrasada.
El colectivo que aflora es el de los pueblos sin ley para el cual al final del razonamiento siempre se desenfunda una pistola. No hay que seguir con las tonterías de que no somos así, que el pueblo venezolano es pacífico por naturaleza y otras aproximaciones sociológicas inútiles. Junto al venezolano amigo del amigo, del abrazo y la solidaridad, también está (o ha aparecido) el que te insulta en el carro, se orina en el Metro, te raya el automóvil y para quitarte un par de zapatos te mete 16 tiros. Venezuela hoy no tiene Constitución ni leyes que valgan para limitar el poder. Convertida en tierra de nadie costará Dios y su ayuda desarrollar instituciones, el imperio de la ley y la propiedad privada como atributo y derecho humano.
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