A los santos inocentes de la oposición venezolana entusiasmados con “el aluvión Mockus”
No se pueden negar las ganas locas que tiene Chávez de que el derrotado en las elecciones presidenciales de Colombia del 30 de mayo próximo sea, Juan Manuel Santos, y el ganador, Antanas Mockus, o cualquier otro de los candidatos opositores que se le parecen.
Casi tan locas como las que tuvo cuando lució posible que Lula Da Silva derrotara a José Serra (2002), Néstor Kirchner a Carlos Menem (2003), José Luís Zapatero a Mariano Rajoy (2004) Evo Morales a Jorge Quiroga (2005), Daniel Ortega a Eduardo Montealegre (2006), Cristina de Kirchner a Elisa Carrió )2007), Mauricio Funes a Rodrigo Ávila (2009) y Barack Obama a John McCain (2009).
Circunstancias en las cuales, Chávez, juega a ser simpático, la coge por cantar “Sigo siendo el rey”, y no se despega de cámaras y micrófonos para enviarle mensajes a sus postulados mientras grita que les tiende su mano “leal y fraterna” y que cuenten con petróleo, petrodólares y gas venezolanos para sus programas y proyectos -aparte de acceso a bloques en la Faja Petrolífera del Orinoco y la Plataforma Deltana- si es que lo complacen y resultan electos.
Y por supuesto que no les queda mal, que les cumple, pero eso sí, a condición de que se conviertan en sus títeres, lo aplaudan en todos los chistes malos y ridiculeces que perpetra, incluyendo su empeño para desestabilizar la democracia en Venezuela y en el mundo, liderar una revolución socialista local que potencie el regreso del stalinismo y perpetúe el fidelismo, y a nombre de la cual, susurra, es imprescindible imponerle a los venezolanos una dictadura histérica e histriónica, televisiva y engorilada, ambigua y brutal.
Y Lula Da Silva, José Luís Zapatero, los esposos Kirchner, Evo Morales, y Daniel Ortega pueden dar fe de que se trata de un buen negocio, de un excelente negocio, para ellos y sus países, pues la historia de la catástrofe chavista se resumirá algún día, como la de un excéntrico que destruyó su país a cambio de que le permitieran acariciar el sueño que era todo un jerarca de la revolución mundial, y de la estirpe Lenin, Stalin, Mao, Kim Il Sung, el Che y Fidel.
Pero para quienes deciden, después de electos, no complacerlo y se disocian de tamañas y anacrónicas sociopatías, el fuego y la espada, los ataques verbales injusticados y desporcionados, su reconversión en renegados, apóstatas y heresiarcas, o, lo que es peor, la más absoluta indiferencia, como pueden dar cuenta Barack Obama o Mauricio Funes.
Subrayemos que en la situación de las elecciones colombianas del 30 de mayo próximo, todas las líneas, planos, secuencias y escenas de este guión se han extremado, corrigiendo y aumentando algunas, agregándole otras, pero direccionándolas todas a la idea de que, dependiendo de los resultados de las elecciones, el chavismo podría hundirse o sobrevivir.
Y no le falta razón a Chávez, pues los enemigos a vencer son el presidente, Álvaro Uribe Vélez, y su candidato, Juan Manuel Santos, los únicos dos latinoamericanos, que con el hondureño, Roberto Micheletti, han mandado a Chávez “a lavarse ese paltó”, le han propinado soberanas palizas, trasquilado, escaldado y puesto en evidencia, ya que frente a los mismos, y cuando tenía que demostrar que era algo más que un guapetón de barrio, se fue con el rabo entre las piernas, como muchacho regañado y a llorar al valle.
O sea, que no es que haya que temer que va a declararle la guerra, ni invadir a Colombia si gana Santos, sino que hará todo lo que está a su alcance por no pasar por la vergüenza de calárselo, hacerse el loco o seguir con sus alharacas en el vacío, y si se lo permite, buscarse un avenimiento con él.
Y para todo lo cual, Chávez, lleva semanas, no solo insultando, despotricando y ofendiendo a Santos, sino chantajeando a los electores colombianos con la amenaza, de que, si lo eligen, más les valdría meterse a fakires, porque no reabriría el comercio binacional.
Pero lo peor es que lleva semanas promoviendo como futuro presidente de Colombia, al segundo candidato en las encuestas, al académico y matemático, Antana Mockus, un exitosísimo exalcalde de Bogotá, que como todo alcalde exitoso, no ha tenido tiempo de escapar del perímetro de la ciudad objeto de sus desvelos, y del país sabe tanto como un vecino, o tras vecino, situado más allá de las fronteras.
Todo un buen ciudadano, por lo demás, un caballero con buenas intenciones y mejor educación, con una capacidad de penetración sin par en masas de antipolíticos que sueñan con la Jerusalén Libertada, o la Ciudad de Dios de San Agustín.
¿Y por qué no de buenos salvajes latinoamericanos, de los especímenes que con tanto tino descubrió y describió nuestro Carlos Rangel, y después han glosado Álvaro Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza, de esos que han llegado a la conclusión de que la conquista del paraíso, y de la tierra de prometida, tiene sus etapas, y Mockus puede ser el bautista que anuncie la llegada del redentor?
En todo caso, con referencia a Chávez, ya Mockus declaró que “lo admiraba en muchas cosas”, y después, para retractarse de lo que no puede ser sino un exabrupto dicho por un demócrata colombiano, dijo “que no lo admiraba, pero si lo respetaba”.
En otras palabras: que el regreso al inicio de las campañas electorales donde Chávez postula un candidato para derrotar a sus enemigos, le ofrece el oro y el moro, y si ganan y se convierten en sus títeres, petróleo, petrodólares y reservas de gas y petróleo con ellos, y si no, maldiciones, insultos, ataques, y si lo dejan, agresiones mayores.
El problema al aterrizar otra vez en las elecciones presidenciales de mayo en Colombia, es que para complacer a Chávez, hay que llegar a una suerte de modo operandi con las FARC y el ELN, que luego de permitir un canje humanitario, forzarían al gobierno a cruzarse de brazos frente a los grupos subversivos, mientras se preparan para tiempos mejores, para nuevas ofensivas, como sucedió con todos los Antanas Mockus del pasado.
Pero ahora con un agravante, como es dejarle manos libres a Chávez en Venezuela y Colombia, en los 3 mil kilómetros de frontera, el cual emplearía todos los recursos del petróleo para que sus compinches se recuperen y vuelvan a hacer de las suyas,
Que estoy seguro, no será la opción que asumirá el profesor Antana Mockus si es que sale electo, pero solo para que a los meses, o más tardar a un año, esté Chávez gritando que es un traidor, un agente de Obama y de Uribe, un Santos con barbas y que en cuanto despabile será colgado de un poste por los revolucionarios herederos de Raúl Reyes y Manuel Marulanda.
Y si el resultado es previsible y no podrá ser otro que el que ya se vivió con Obama y Funes ¿por qué estarle creando ilusiones a los electores colombianos, por qué no aclararles que toda convivencia con Chávez tiene que pasar por su compromiso a respetar las democracias de Venezuela y Colombia, a no continuar con sus desplantes de dictador totalitario y cuartelario, y de someterse al ordenamiento jurídico internacional que le impone no entrometerse en los asuntos internos de otros países y respetar la voluntad de los electores venezolanos?
Es una pregunta que dejo a Mockus y a sus seguidores de Colombia y Venezuela que son muchos, pero advirtiéndoles, de que si creen que Chávez y las FARC van a dejar de ser lo que son porque elijan al profesor Mockus presidente de Colombia, entonces es mejor es que se busquen otro candidato. Sugiero a Piedad Córdoba o Alfonso Cano.