domingo, 2 de mayo de 2010

LOS CUBANOS AYUDAN, MANUEL CABALLERO, EL UNIVERSAL / ND, MAYO 2, 2010


¿UN EJÉRCITO CON JEFES CUBANOS Y CIPAYOS VENEZOLANOS?

Ahora ya todo está claro, pues el (después de Fidel y Raúl) Tercer Comandante en Jefe acaba de admitirlo: el ejército venezolano cuenta en su plantilla dirigente a oficiales cubanos que, según la misma fuente, han venido a ayudar a sus colegas venezolanos. Lo sospechamos desde un principio (como cualquier Chapulín “rojo-rojito”), a partir de un detalle que podríamos llamar fonético: desde hace algún tiempo, el mismísimo Héroe del Museo Militar parece (muy a la cubana) haberle declarado la guerra a la letra erre: si mis desocupados lectores aguzan el oído y no se han dormido del todo al final de sus peroratas, lo escucharán gritar “¡Patria, socialismo o muette!”.

Como buenos caribeños, los cubanos son poco ceremoniosos. Y acostumbrados como están a leer sólo los titulares del Granma, creen que aquí sea la misma cosa. Así pues, como allá le dicen “Caballo” a Fidel, al pollino nuestro lo llaman con el cubanismo que usa Teodoro Petkoff: “Chacumbele”.

EL ROJO DE LOS CUBANOS

Han sido esos mismos cubanos quienes han impuesto, cuarteles adentro como cuarteles afuera, el uso del color rojo en camisas y pendones. Se nos dirá que en todas partes, por lo menos desde la revolución de 1848 en Francia, el color rojo es el de los partidarios de “la social”, como se decía entonces. Y que en Venezuela, ese color fue excretado por el PUSV de la boina de los paracaidistas. Pero además, si eso es una imposición cubana, ¿por qué no lo usan en Cuba?

La explicación es simple: con el color rojo en los cuarteles, no se está recordando ninguna insurrección proletaria sino una de las más temidas barbas cubanas: las de Manuel Piñeiro, ese “Barbarroja” segundo de a bordo en el terrorífico G2. Para los guerrilleros “castristas” de Latinoamérica Piñeiro era el entrenador y financista de sus movimientos, pero para los cubanos era sobre todo el “ejecutor de bajas obras” de Ramiro Valdés.

PARA SALIR CORRIENDO

De ese mismito Ramiro Valdés que de vez en cuando viene a Caracas a recibir la cuenta del Ministro de la Defensa, porque “Chacu” (como él lo llama con cubanísima confianza) no tiene tiempo de hacerlo ni tampoco entiende mucho de esas cosas de plomo y pólvora, como no sea para salir corriendo.

Pero dejemos el tono zumbón, porque esta es una cosa seria. El propio Comandante en Jefe permite que a militares venezolanos los manden oficiales cubanos y peor aún, que sean los cubanos los encargados de espiar y discriminar por razones políticas a venezolanos de uniforme. Porque nadie se tragó el cuento de que Valdés vino a Venezuela para ayudarnos a resolver el problema eléctrico, desde una Cuba donde ya no se habla de “apagones” por ser lo habitual, sino de “alumbrones” por ser lo raro, extraordinario. No, señores; Valdés vino a enseñar, con clases teóricas y prácticas, lo que mejor conoce: a espiar.

LOS CUBANOS TIENEN RAZÓN

La idea es convertir a cada militar venezolano en un ordenanza de los oficiales cubanos. Se sabe cuáles son las tareas de un ordenanza: hacer de recadero, lustrarle la botas a los oficiales, tenerle listos los uniformes de faena y de gala y aceitarle el arma de reglamento a sus superiores. Pero los cubanos (al menos es lo que se les ha dicho) han venido a otra cosa: a enseñar a los venezolanos cómo se pelea. Y aquí no queda más remedio que darles la razón: así como el gobierno busca que suceda aquí, desde hace muchos años en Cuba casi nadie sabe qué cosa sucedió antes del asalto al Cuartel Moncada y la Sierra Maestra.

Si los cubanos desconocen la historia de Cuba, mucho menos van a conocer la de Venezuela, ni el valor de sus soldados en un siglo de guerras. Ellos creen que la historia militar de Venezuela comienza en 1992, con la gesta del Museo Militar y las carreras de los golpistas a Iquitos.

CUALQUIERA PUEDE INSULTARLO

Con el ejemplo de esos jefes a quienes se les enfría el guarapo al oír el primer tiro ¿cómo extrañar que crean que todo el mundo sea así en el interior de los cuarteles, desde el primer general hasta el último soldado?

Eso no es lo más grave, porque la experiencia y el contacto con los soldados venezolanos, con el pueblo en la calle y con el conocimiento que puedan adquirir de la historia de Venezuela, pronto le quedaría claro a los “ayudantes” cubanos que la cobardía de algunos de sus jefes no es contagiosa. Que, como en toda comunidad humana, en el ejército venezolano hay de todo: desde valerosos combatientes hasta algún jefe lloricón a quien cualquier conocedor de su biografía puede impunemente insultar en público incitándolo a que “sea varón”.

Lo más grave de todo esto es la transformación que se busca de la Fuerza Armada venezolana, nada oculta, sino confesa en roman paladino por su hasta entonces Comandante en Jefe.
A saber, que su más alta jerarquía esté integrada por aquellos “ayudantes” con autoridad para llamar “comemiedda” a los oficiales venezolanos, reducidos con sus soldados a la condición de aquellos gurkas nativos que servían en el ejército británico de la India.

A eso está quedando reducido, por el capricho infantil de un gobernante, ese Ejército que se jactaba de ser “forjador de libertades”. En esas condiciones, ¿podrá seguir pretendiéndose el heredero legítimo de aquellos guerreros cuyos méritos les hicieron jefes de varios ejércitos sudamericanos?

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