“Dijo el último disidente: ¡Qué tozudez la suya autoexiliándose del amante regazo! Dos lagrimones perfumados de ginebra le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba bien, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo. Amaba al Gran Hermano.” Orwell, 1984
1. El totalitarismo reconcilia al esclavo con su amo. Hay que adorar al caudillo, lamer su bota. No toda dictadura es totalitaria, pero todo totalitarismo es la peor y más extrema de las dictaduras. En él la cultura, la educación y el arte son medios de sujeción. La agresión del presidente contra la cultura libre, la educación de ideología única, la abolición de la disidencia, el asedio a la libertad de expresión y la concentración de todo el poder revelaban ya su vocación totalitaria. Pero la Ley Habilitante, la supresión de los medios independientes, la muerte de la libertad de cátedra y de las autonomías universitaria, estadal y municipal, indican su ubicación actual: no le basta abolir derechos, necesita saquear la memoria.
2. Las dictaduras tradicionales son neutras. Proscriben partidos, persiguen disidentes, encarcelan y torturan, pero no se interesan especialmente en dominar espiritualmente a la gente. No organizan juventudes puño alzado ni matarifes en grupos de respuesta rápida. Creen que narradores, poetas, cineastas y artistas plásticos son inofensivos. Pedro Estrada no fastidiaba más de la cuenta al grupo Sardio.
No es suficiente para las dictaduras totalitarias acabar con la libertad política, necesitan asaltar el fuero interior del ciudadano. Les resulta vital transformar a sus leales en apóstoles de la nueva fe, indignados porque alguien difiera de la deidad reinante; necesitan acorralar a los disidentes hasta la intimidad de sus pensamientos. Las guerras religiosas alrededor de Jerusalén o en la reconquista española no se conformaban con la derrota del enemigo: querían convertirlo. En Venezuela, un lamentable diputado, quintaesencia del servilismo, llama traidores a la patria a quienes no voten la Ley Habilitante. Una reproducción grotesca de aquellas guerras divinales.
3. Encubrir ese sistema inhumano con el velo de una ideología es embutir el puño de acero en guante de seda. Pero cada vez hay menos oídos inclinados a aceptar los sacrificios descomunales de hoy con el señuelo de la libertad de mañana. El velo debe ser descorrido para que todo se vea en su maligna verdad. Llamarlos “socialistas” es dorar la brutalidad con la gala de la justicia. El sedicente socialismo- hombre-nuevo es una utopía jamás encarnada en la historia. Su genuina naturaleza es represiva, excluyente, mesiánica, totalitaria.
4. El totalitarismo no nace completo y armado. Es un proceso que se expandiría a todos los rincones si no es detenido. Es la lucha por los espacios. Abstenerse o retirarse cual duques ofendidos, equivale a entregarlos porque la política repugna el vacío. Chávez acaba de doblar la apuesta. Hay que enfrentarlo en cada sitio, Constitución en mano. La pelea es por pulgadas de terreno. El que se retira, pierde. Si la deidad destruye plazas democráticas hay que redoblar la resistencia, ganar más de lo que se pierda. Chávez va contra la corriente, su oferta es inviable. La democracia es el futuro, pero no hay tal si no se lucha con inteligencia y tenacidad para alcanzarlo.
5. La confrontación entre democracia y totalitarismo es también lucha entre memoria y olvido. La democracia preserva la memoria histórica, el totalitarismo la reescribe conforme a sus apetitos. De ahí la manía de la refundación. Los autócratas suelen ser mesiánicos. Se ufanan de ser refundadores. La patria nació con ellos.
El ruinoso modelo bolivariano no ha alcanzado plenitud totalitaria aunque el paquetazo anunciado por ahí vaya, sencillamente porque la democracia no se quiere ni se va a entregar
6. Hanna Arendt definió el totalitarismo en función de sus efectos: los gulags y campos de exterminio estalinistas y nazis. Raymond Arón destacó rasgos importantes: partido único, ideología única impuesta a la fuerza, uso instrumental del terror. En mi modesta opinión, de acuerdo con lo señalado en los puntos anteriores, creo que es Jacek Kurón quien da la definición más apolínea: el totalitarismo –piensa- es la absorción de la sociedad civil por el Estado.Cosa que podría ocurrir, incluso suavemente, en la hipótesis negada de que la democracia se resigne.
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