DESBANDADA
El gobierno de Juan Manuel Santos defiende, como es natural, los intereses de Colombia. Ha logrado una victoria sobre Chávez en un abrir y cerrar de ojos, para lo cual el terreno lo preparó Álvaro Uribe. Esta victoria de la diplomacia colombiana tiene beneficios y costos para todos los involucrados, lo cual incluye a la disidencia democrática venezolana.
Resultó patético ver a Chávez, el personaje que insultó a Santos de todas las maneras posibles, al que señaló como causante de la guerra que vendría, derretido de amor grancolombiano. En tanto, los dirigentes del PSUV, los mismos que tocaban sus redoblantes y ensayaban el paso de ganso para cuando las divisiones de infantería se aprestaran a acampar en Bogotá, ahora tan complacidos por ese espíritu de paz que rodea a las dos naciones, sin dejar de acusar a Uribe de bicho maluco y de ensalzar a Santos como estadista recién descubierto. Desde luego que obvian con prudencia que la jugada actual de Santos está sembrada por Uribe, pero no hay que preocuparse; la coherencia no es algo que les quite el sueño a los jerarcas del bochinche bolivariano.
CHÁVEZ A LA DEFENSIVA.
Los intereses de Colombia aconsejan tener paz con los vecinos. Debe recordarse que Uribe, durante muchas oportunidades, trató de mantener una relación cordial. Hasta hizo callar a las computadoras de Raúl Reyes que acusaban directamente al personaje. Por su parte, el presidente venezolano se hacía el loco con las FARC; su mirada estaba fija en la historia de los siglos que vendrían mientras en el asiento de atrás los guerrilleros colombianos y sus aliados se dedicaban a sus juegos perversos. Lo de los campamentos, aliviaderos, tráfico de armas y estupefacientes, oficiales y policías en estrecha conchupancia, no es nuevo; lo saben todos y los gobernadores de la frontera se han cansado de denunciarlo. El juez español añadió más masa a la mazamorra al evidenciar el triángulo amoroso entre FARC, ETA y bolivarianos.
Con todo este arsenal de argumentos, Uribe trató de seducir,
convencer, forzar a Chávez; sin lograrlo. Hasta que, al final de su mandato, posiblemente en acuerdo con Santos aunque no necesariamente, lanzó las acusaciones. Este golpe al plexo solar intentó ser respondido con la ruptura de relaciones y con la mamarrachada de una guerra por venir. Pero este escándalo de ruptura no pudo ocultar lo otro: una acusación de complicidad con un grupo terrorista internacional como el de las FARC, con pruebas para todos los gustos.
El comandante-presidente quedó en paños menores y a la intemperie. Ni siquiera sus más cercanos amigos del aquelarre rojo se atrevieron a apoyarlo, a lo más hacían votos por la paz. Tal vez la única voz que se solidarizó fue la de la joyita de Daniel Ortega. Ni Evo ni Correa ni Lula ni el dúo argentino, osaron pasar de una llamada telefónica inicial para ofrecerse de mediadores. La posibilidad de ser juzgado por la Corte Penal Internacional y de aislarse aun de los más venales socios convirtió a Chávez en un paria.
LA JUGADA DE SANTOS.
Con la llegada al poder de Santos se estrecha el cerco. Se aceptan las mediaciones que los aliados de Chávez solicitaban. Y se logran de éste concesiones básicas. Lo fundamental es que Chávez deja colgados de la brocha a los miembros de las FARC y del ELN. Recubre algo parecido a una traición con unas paparruchadas político-ideológicas, como si acabara de descubrir que esos asaltantes no tienen futuro; como si una repentina iluminación hubiese destapado en la mente del caudillo una noción clarividente de la ciencia hermética. Lo hace de una manera elíptica; quiere aparecer ayudándolos: "camaradas, comprendan, la cosa se puso difícil para ustedes y tenemos que explorar otros caminos". Es obvio que Chávez dirá que si las FARC y el ELN están en Venezuela es -¡oops!- un descuido, algo involuntario porque ha estado ocupado de asuntos tan trascendentales que hubo ese desliz. Ya se verá si los grupos armados colombianos juegan el juego de Chávez con su careta de pacifista o si lo mandan largo al Caguán.
La otra victoria fenomenal de Colombia es que después del berrinche armado por las siete bases militares en las cuales participa EEUU, lo cual llevó a una previa guerra nonata, ahora el caudillo venezolano descubra que -¡sorpresa! ¡sorpresa!- es un tema que atañe a la soberanía colombiana. Tanto Unasur, tanta emergencia, tanto viaje presidencial para descubrir lo que Uribe como presidente y Santos como ministro ya le habían enseñado con palmeta y todo.
A los dirigentes colombianos no les importa pagar el costo que significa escuchar a Chávez interminablemente, que si Bolívar, que si amo a Colombia, que si nuestros pueblos, que si amor con amor se paga y todo el repertorio de un intérprete de tres canciones aburridas y desentonadas. Lo que acaban de lograr es el compromiso de abandonar a las FARC y al ELN que bien vale el ridículo de cantar el Alma Llanera entre Santos y Chávez, si fuese necesario.
Pero Colombia obtiene un restablecimiento de relaciones diplomáticas que significa abrir otra vez los canales comerciales entre los dos países; intercambio en el cual -dada la destrucción de la economía venezolana- los vecinos obtienen más beneficios absolutos y relativos. Están en su derecho.
LO QUE OBTIENE CHÁVEZ.
No es poco. La comunidad internacional gozará de su tradicional amnesia temporal. El Gobierno colombiano se cuidará de aparecer como solidario con la oposición democrática venezolana. Es posible que hasta algunos gestos de desdén se adviertan. Si Chávez se aleja de las FARC, éste seguro que reclamará que Santos y los dirigentes colombianos critiquen a la disidencia venezolana. En segundo lugar, el restablecimiento de las relaciones económicas sirve para aliviar la carestía en los mercados venezolanos de productos básicos. Pero, sobre todo, el régimen chavista disfrutará por un rato de ese paraguas tan conveniente que resultará del saludo de la OEA y de los gobiernos aliados sobre las condiciones de estadista de Chávez que en vez de mandar a la frontera los batallones ofrecidos, se aventuró él en persona a llevarle una rosa a la ministra de Relaciones Exteriores colombiana tal como en 1998 hizo como macho galante con Irene Sáez en una famosa entrevista en el Hilton. Para la foto, se entiende.
Así habrá sentido el resuello de los cobradores en el cuello que desdiciéndose de tanta necedad le dio a Santos una victoria gratis, al resolver -al menos es su oferta- un problema de 11 años creado por él; aunque no faltará el papanatas que diga que esa situación fue creada por CAP o por la "IV República".
En todo caso, Venezuela, en cuyo nombre habla Chávez por ahora, volvió a hacer el ridículo internacional de su mano. La esperanza es que vendrán otros tiempos.
www.tiempodepalabra.com - twitter @carlosblancog
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