Cómo es posible que Hugo Chávez mantenga un relativo apoyo popular? El presidente venezolano se ha aliado con extremistas musulmanes como el líder iraní, Mahmud Ahmadinejad, se ha convertido en un frenético antisemita y últimamente, como para confirmar esas posiciones, la ha arremetido contra la Iglesia Católica de Venezuela. ¿Es que realmente el pueblo venezolano se ha vuelto anticristiano y promusulmán? Obviamente esto no es así. ¿Cómo es posible entonces votar por Chávez? ¿Acaso no es votar a favor de su política? La única conclusión razonable es que la oposición no ha conseguido elaborar una alternativa convincente a los ojos de las masas.
De entrada, es importante aclarar el problema de la participación en las elecciones. Muchos amigos insisten en que no merece la pena participar porque Chávez ha corrompido el sistema electoral y de ninguna manera aceptaría perder. Esto es indiscutible. El único problema es la ausencia de alternativas. No vamos a participar en las elecciones porque vamos a ¿qué? Conseguir una abstención realmente masiva pudiera representar un problema para el gobierno pero ¿qué posibilidades hay de conseguirla? No creo que existan. Por otra parte, un alzamiento armado contra el gobierno, entre otras cosas, fortalecería el control de Chávez sobre el ejército.
A cualquier movimiento democrático le basta con una simple mayoría para aspirar legítimamente al poder. Es la esencia misma del sistema. Esto, sin embargo, es radicalmente insuficiente para un movimiento que pretenda una revolución, es decir que aspire a la eliminación del sistema mismo porque, para hacerlo, tendría que violar su propia Constitución, su propia legalidad. Es por eso que Chávez insiste en que su gobierno representa a la inmensa mayoría de la población frente a un grupo minúsculo, es decir, el pueblo frente a la supuesta oligarquía. Es lo único que puede darle legitimidad a sus pretensiones revolucionarias. Es la vieja tesis del Manifiesto Comunista. Esta es la razón subyacente a los desesperados intentos de Chávez por inventar crisis --como la absurda guerra contra Colombia-- que puedan polarizar políticamente al país.
Los intereses de Chávez están en contradicción con los de la nación. Venezuela necesita estabilidad, inversiones y desarrollo de su infraestructura. Chávez necesita crisis que lo ayuden a impulsar su proyecto totalitario. Obviamente, el argumento de la polarización pierde toda validez si una parte importante de la población vota contra el gobierno. En estas condiciones y pese a todas las objeciones, un buen desempeño electoral debilitaría a Chávez y fortalecería a la oposición. Es, por consiguiente, la única alternativa posible en las actuales condiciones.
La oposición no puede limitarse a criticar al gobierno de Chávez. La crítica no es sino una etapa en el proceso de la oposición. Otra etapa, superior y necesaria, es la movilización popular para que el gobierno resuelva los problemas de la población. (``Movilización'', por cierto, es una de las expresiones políticas favoritas de la izquierda). No es sólo que una organización proteste formalmente, digamos, por la rotura de una cañería del acueducto, sino sacar a la gente a la calle, comprometer a la mayor cantidad posible con una protesta activa y dinámica que puede culminar lo mismo en una concentración que en una huelga, pero siempre encabezadas por los líderes de la oposición. Si esto se maneja acertadamente, las posibilidades represivas del gobierno son muy limitadas, puesto que no se trata de exigencias políticas dirigidas a un cambio de gobierno, sino de exigencias fundamentalmente económicas y sociales dirigidas a que el gobierno resuelva los problemas que se supone tenga que resolver. Y si éste responde diciendo que no se resuelven por falta de recursos, se puede señalar, con ejemplos concretos, como siempre hay recursos para resolver los problemas de los dirigentes, empezando por sus suntuosas mansiones. Si, a pesar de todo, los protestantes terminan en la cárcel, lo harían defendiendo reivindicaciones concretas, lo que los haría inmediatamente conocidos y populares.
Es importante que la oposición se mantenga a la ofensiva. En este sentido, es inexplicable que aunque Chávez haya insistido siempre en el ``brillante'' ejemplo de la revolución castrista, la oposición venezolana no haya hecho prácticamente ningún esfuerzo por informarle al pueblo venezolano sobre la terrible realidad que vive el pueblo cubano. La oposición debería estar utilizando constantemente documentales, publicaciones y conferencias de intelectuales, artistas, deportistas y representantes de todos los sectores del pueblo cubano para que estos le expliquen al pueblo venezolano la realidad que se vive en la isla. Chávez sabe que la mayoría de los venezolanos rechaza el modelo castrista, pero lo sigue elogiando y defendiendo. De la misma forma, la oposición debería trabajar para profundizar el rechazo popular al modelo que se le está imponiendo paulatinamente.
No es por gusto que una parte importante del pueblo venezolano rechaza el modelo castrista, pero también rechaza el modelo anterior. En este sentido, la oposición tiene que ser profundamente autocrítica, reconocer las enseñanzas de este proceso y explicar como una derrota de Chávez no va a ser simplemente un regreso al pasado, sino el inicio de un plan de reconstrucción nacional. Chávez puede ser derrotado, pero hace falta una oposición capaz de hacerlo.
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