Es importante que mantengamos viva la esperanza, supremo valor sin el cual ningún pueblo puede afrontar los desafíos que le plantea cada periodo histórico. Pero eso no debe llevarnos a caer en la tentación de analizar la realidad con los lineamientos ingenuos, esquemáticos, que suelen proponer los extremismos políticos o ideológicos de uno u otro signo. La esperanza no puede ser entendida como un pasaporte a la ingenuidad, sino-al contrario- como un encuentro profundo con las energías del espíritu y con el sentido de responsabilidad.
De la seriedad con que ejerzan actos propios y conjuntamente los partidos políticos, con las organizaciones sociales y la sociedad civil dispuestos a encarar los problemas con realismo y racionalidad, dependerá que se cumpla o no la proclamada aspiración de que se produzca un cambio político en el país. Esto supone, fluidez, dinamismo, comunicación entre esos organismos así concebidos y la colectividad.
La crisis que se plantea en Venezuela tiene mucho que ver con los partidos políticos. A medida que pasa el tiempo sin que se divisen en el horizonte señales alentadoras, el escepticismo y el desánimo de los venezolanos tienden a profundizarse. Y eso suma una dificultad más a las muchas que afronta el país como consecuencia de un gobierno autoritario; de una aventura reaccionaria que cada día produce, cada vez más, la quiebra institucional de la nación, de una crisis económica y social de inusitada gravedad.
Hay reflexión. El país ha venido madurando. Ha venido experimentando un proceso de superación. Hay en la actualidad una exigencia de la ciudadanía- además de la unidad- lo que le está diciendo a los partidos políticos venezolanos, por aquello que tienen mayor responsabilidad, es la necesidad de que debe crearse un centro de dirección política, como idea clave para una política de amplitud, entendiendo esta como la posibilidad de lograr romper el cerco, la incomunicación con la gran nación, es decir a medida que se haga una política para todos los venezolanos.
Como lo hemos dicho otras veces, ninguna nación puede salir de un descalabro como el que hoy nos agobia a los venezolanos sin una firme determinación de la sociedad en su conjunto y sin una voluntad de recuperación moral en la que debe estar comprometida a fondo la gran mayoría de la población. Si cada sector o cada ciudadano suponen que debe esperar a que lleguen señales positivas desde lo alto para empezar a asumir su cuota particular de responsabilidad o de compromiso en la construcción de un país mejor lo más probable es que se desemboque en un círculo vicioso.
TalCual viernes 29 de mayo 2009
De la seriedad con que ejerzan actos propios y conjuntamente los partidos políticos, con las organizaciones sociales y la sociedad civil dispuestos a encarar los problemas con realismo y racionalidad, dependerá que se cumpla o no la proclamada aspiración de que se produzca un cambio político en el país. Esto supone, fluidez, dinamismo, comunicación entre esos organismos así concebidos y la colectividad.
La crisis que se plantea en Venezuela tiene mucho que ver con los partidos políticos. A medida que pasa el tiempo sin que se divisen en el horizonte señales alentadoras, el escepticismo y el desánimo de los venezolanos tienden a profundizarse. Y eso suma una dificultad más a las muchas que afronta el país como consecuencia de un gobierno autoritario; de una aventura reaccionaria que cada día produce, cada vez más, la quiebra institucional de la nación, de una crisis económica y social de inusitada gravedad.
Hay reflexión. El país ha venido madurando. Ha venido experimentando un proceso de superación. Hay en la actualidad una exigencia de la ciudadanía- además de la unidad- lo que le está diciendo a los partidos políticos venezolanos, por aquello que tienen mayor responsabilidad, es la necesidad de que debe crearse un centro de dirección política, como idea clave para una política de amplitud, entendiendo esta como la posibilidad de lograr romper el cerco, la incomunicación con la gran nación, es decir a medida que se haga una política para todos los venezolanos.
Como lo hemos dicho otras veces, ninguna nación puede salir de un descalabro como el que hoy nos agobia a los venezolanos sin una firme determinación de la sociedad en su conjunto y sin una voluntad de recuperación moral en la que debe estar comprometida a fondo la gran mayoría de la población. Si cada sector o cada ciudadano suponen que debe esperar a que lleguen señales positivas desde lo alto para empezar a asumir su cuota particular de responsabilidad o de compromiso en la construcción de un país mejor lo más probable es que se desemboque en un círculo vicioso.
TalCual viernes 29 de mayo 2009
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